Cuando Obi-Wan Kenobi arrancó, teníamos una perspectiva muy clara de lo que podía dar de sí la serie, y lo que se celebraba en sus dos primeros episodios era la aparente voluntad de distanciarse de los escenarios como Tatooine, explotadísimos ya muy recientemente en 'The Mandalorian' y 'El libro de Boba Fett'. Y también en el reconocimiento a un legado que, sin embargo, no se dejaba arrastrar por la nostalgia. Por desgracia, con la conclusión de la serie, hay que reconocer que erramos el tiro como un stormtrooper cualquiera.
Independientemente de los valores y virtudes de la serie, que algunos tiene, lo cierto es que la aparición de Darth Vader confirma los temores que asomaban desde que vimos los primeros trailers: 'Obi-Wan Kenobi' se entrega a una explotación de la nostalgia y los códigos clásicos de la franquicia sin molestarse en hacerla avanzar. Y más allá de que la serie sea mejor o peor, la sensación que queda es, ante todo, que la serie está estancada.
No hay más remedio que referirse de nuevo a 'The Mandalorian', que a este paso va a ser el único producto genuinamente redondo que ha dado la franquicia en décadas. En ella veíamos temas clásicos de la serie (la lucha entre el Bien y el Mal y los personajes intermedios, o la transformación en un héroe de alguien que no se ve a sí mismo como tal...) pero reconvertidos por vías humorísticas y originales, con personajes no explotados y enfoques narrativos clásicos pero, a la vez, nuevos en la saga.
Y, sobre todo, con su acertadísima idea de focalizar la atención en las notas al pie, las caras B de la fauna de 'Star Wars'. Y eso es lo que peor hace 'Obi-Wan Kenobi'. O, más bien, que no hace. Su obsesión con retratar un tema que ya ha sido centro de estudio y obsesión de fans y creadores de la franquicia durante décadas, la traición y el enfrentamiento entre el Maestro Jedi y su alumno Anakin Skywaslker, que acabará convertido en Darth Vader, está desgastadísima.
Sables láser en descampados
Ese desgaste se plasma en una aparente desgana en muchos aspectos creativos, derivada de lo que parece ser una conducción de la serie en piloto automático y que llega a desaprovechar ideas potentes. Porque las hay, empezando por la villana de la función, esa Inquisidora Reva interpretada por Moses Ingram, y cuya motivación es la más sorprendente de toda la serie. Por desgracia, su revelación llega tarde y después de haber definido su personaje a base de tópicos, con lo que un cierre de arco que podía haber sido más potente se queda en una sensación de oportunidad perdida.
Esto también afecta a las secuencias de acción, de las más pobres y menos imaginativas de toda la franquicia. La huída de la base submarina rebosa convenciones e ideas prestadas, la persecución de la Princesa Leia en los primeros episodios se ha convertido con toda justicia en un meme, y los combates, salvo el algo más afortunado duelo que enfrenta a Reva y a Vader, son olvidables. No lo olvidemos: venimos de 'El libro de Boba Fett', serie discutible en muchos puntos, pero con una acción impecable.
Y esto afecta, por supuesto, a Darth Vader. Sus choques con Obi-Wan Kenobi son breves, poco emocionantes y carecen de la épica que se espera de duelos de esta categoría, donde además los escenarios están tremendamente desaprovechados. Estéticamente, por ejemplo, el duelo final es interesante, con un duelo en penumbra donde los sables iluminan las figuras, pero son batallas sin emoción, porque sabemos que ninguno de los contrincantes va a perecer.
Porque ese es el gran problema de la nostalgia como recurso narrativo: sí, nos retrotrae a emociones que ya sentimos en los mejores (e irrecuperables) momentos de la franquicia, pero le extrae toda la emoción porque discurre por caminos que ya conocemos. Es una réplica, una imagen devuelta por un espejo. En este caso, ya sabemos qué fue de Leia, de Vader, de Obi-Wan Kenobi y de Luke Skywlker -con éste, por ejemplo, la serie se atreve a crear una situación de suspense haciéndonos pensar si esa criatura morirá o no, cuando sabemos perfectamente la respuesta-. Como gancho, la nostalgia es un recurso perfecto: pero a partir de ahí, Disney debería pensar en cómo generar nuevas historias.
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