"El último catálogo de emisiones de gases de efecto invernadero que Malasia envió a Naciones Unidas parece el informe de un universo paralelo. El documento de 285 páginas sugiere que los árboles malayos están absorbiendo carbono cuatro veces más rápido que los mismos árboles de la vecina Indonesia". Con esa rotunda frase, The Washington Post arranca un reportaje demoledor en el que pone en duda uno de los pilares básicos de la lucha contra el cambio climático: la forma en que contamos las emisiones de cada país.
Según los reporteros de periódico norteamericano, "muchos países subestiman sus emisiones de gases de efecto invernadero en sus informes a las Naciones Unidas". De hecho, el análisis de los 196 informes disponibles dibujan una enorme brecha entre lo que las distintas naciones declaran y lo que están emitiendo realmente. Se trata de un escándalo de proporciones gigantescas que obliga a replantear muchas cosas que estamos haciendo en torno al cambio climático.
Una brecha de entre 8,5 mil y 13,3 mil millones de toneladas de emisiones.
Para llegar a esta conclusión, los reporteros del Post cogieron todos los informes de emisiones que los países han ido entregando a la ONU y se propusieron sumarlos. Esto puede parecer sencillo, pero nada de eso. La mayoría de los informes son largos y poco manejables. Además, muchos países llevan años sin actualizarlos. Después de recoger todos los datos y actualizar los que faltaban, el Post se dio cuenta de que la suma estaba entre 8,5 mil y 13,3 mil millones de toneladas por debajo de lo que las estimaciones independientes vienen encontrando.
Curiosamente, el mayor problema lo encontraron en las estimaciones que usan los países sobre el dióxido que están absorbiendo. A la hora de hacer la contabilidad de emisiones, los países tienen que detallar no solo lo que están emitiendo, sino la cantidad de gases que están fijan a través de sus bosques, explotaciones agrícolas o herramientas de otro tipo. El 59% de la brecha se debe a que los países sobreestiman su capacidad de absorción sin ningún sentido. El ejemplo de Malasia es paradigmático.
Luego hay un montón de detalles más: los países petroleros ocultan las emisiones de metano que emiten sus pozos petrolíferos; Vietnam dice que no tiene fugas en sus aires acondicionados (aunque en EEUU se estima que las fugas llegan al 25% anualmente); los datos de los países ganaderos son muchos menores que los que podemos conseguir con imágenes vía satélite. Es decir, la contabilidad de emisiones es literatura fantástica.
Y esto es terrible porque prácticamente todo lo que discutimos oficialmente sobre la lucha contra el cambio climático se basa en esos datos. Si como dice The Washington Post, los países los torturan hasta que digan lo que ellos quieran, estamos a ciegas. No es algo que nos pille de nuevas, pero hasta ahora no teníamos un análisis pormenorizado y público que arrojara esta enorme brecha.
La pelota ahora está sobre el tejado de la ONU, los países miembros, el IPCC y el COP 26 que se reúne estos días en Glasgow. Parece claro que o reformamos la contabilidad mundial de misiones o las medidas que se aprueben por ambiciosas que sean, no dejan de ser un brindis al sol.
Imagen | Mika Baumeister
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