El ser humano tiene una curiosa tendencia a imaginar un futuro en dos extremos. Bien tendemos pensar en los avances tecnológicos como pasos adelante que nos llevan hasta un mundo mejor; bien nos dejamos llevar por el pesimismo para pensar en una distopía inevitable. La realidad suele estar en un punto intermedio.
Por qué avanzamos por caminos intermedios aun cuando algunos de estos avances con potencial de mejorar nuestro medio ambiente y bienestar es una pregunta cuya respuesta es enormemente compleja. Sin embargo podemos responderla parcialmente haciendo referencia a un economista británico del siglo XIX.
Mucho antes de que descubriéramos que la quema de combustibles fósiles podía provocar cambios en el clima, o incluso antes de que la contaminación ambiental se considerara una prioridad en salud pública, William Stanley Jevons describió un fenómeno bastante contraintuitivo relacionado con la eficiencia energética y el consumo de combustibles.
Se trata de la paradoja de Jevons, a veces llamada también “efecto Jevons” o “maldición de Jevons”. Lo que observó es que las mejoras en eficiencia en los motores de vapor habían hecho que estos requirieran cada vez menos carbón para producir cada unidad de potencia. Sin embargo el consumo de carbón había incrementado en lugar de disminuir.
¿Cómo es posible que consumiendo menos queramos más? Buena parte de los productos que nos encontramos en el mercado tienen demandas “elásticas”, es decir, la cantidad de mandada de un producto depende en buena medida de su precio; mientras que demands “inelásticas” son las que se ven menos afectadas por cambios en el precio, ejemplo de esto serían algunos productos básicos como la leche o el aceite.
Cuando aumenta la eficiencia en la producción los costes bajan y puede reducirse el precio sin perjudicar el margen de beneficio. El aumento en la cantidad del producto final demandado puede perfectamente sobrecompensar el descenso relativo en la demanda del insumo en cuestión.
Podemos ver situaciones similares también fuera de los mercados. Esta paradoja está muy estrechamente vinculada con el fenómeno de la demanda inducida. “Un carril más, con eso solucionaremos el tráfico.” La frase que casi ha adquirido la categoría de meme es el ejemplo clásico de este fenómeno
Aumentar la capacidad de una carretera hace que aumente su demanda reduce su tráfico y el tiempo que necesitamos para llegar hasta nuestro destino. Esto hace que más personas decidan tomar esta vía, lo que acaba generando un nuevo punto de saturación. Algo semejante ocurre con otra famosa paradoja, la de Braess, que nos indica que, en determinadas circunstancias, cortar una calle puede hacer que la gente llegue antes a su destino.
Agua y gasolina
Regresando a la paradoja de Jevons y su efecto sobre el medio ambiente, podemos encontrar un ejemplo en el caso del agua. El un artículo para El País, Raúl Limón realiza un repaso de algunas de las últimas tecnologías destinadas a recolectar agua de nuestra atmósfera. No en vano es la atmósfera que guarda el 0,04% del agua dulce de nuestro planeta. Esto es considerablemente más que el agua de nuestros ríos, un 0,006%; aunque menos que el agua en lagos y acuíferos, 0,26% y 30,1% respectivamente.
Los ejemplos de estos proyectos son de lo más variado, pero la cuestión a dilucidar es si estas mejoras en la eficiencia traerán consigo una reducción neta del consumo de agua o si, por el contrario, sólo nos permitan extraer con más voracidad el recurso.
Según datos del Global International Geosphere-Biosphere Programme compilados por Our World in Data, el crecimiento en el consumo de agua a nivel global fue muy marcado entre 1950 y 2010 y parece haberse moderado en los últimos cinco años de la serie. Las nuevas tecnologías de extracción son hoy en día experimentales, por lo que su efecto marginal es inapreciable.
Sin embargo la acumulación de mejoras, en desalinización, tratamiento de residuos y aprovechamiento podrían tener en su conjunto un impacto sobre los niveles de consumo futuros. Algo así hemos visto con los combustibles fósiles. Hoy en día el carbón representa algo más de un cuarto de la energía generada en el mundo, habiendo sido sustituido en parte por gasolina y gas natural.
En su conjunto, las numerosas mejoras han ido haciendo a los combustibles fósiles cada vez más utilizados y de una forma cada vez más variada. Si la preocupación de Jevons era la desaparición del recurso hoy en día son fenómenos como el cambio climático y la contaminación de las ciudades las que preocupan.
La paradoja de Jevons parece darse con cierta frecuencia en el medio ambiente. El problema es que resulta imposible predecir cuándo se presentará ante nosotros. No podemos prever si los nuevos proyectos de lucha contra la sequía acabarán facilitando la desaparición de un recurso vital. A veces el simple ahorro da una ventaja considerable frente a apostarlo todo a las innovaciones futuras.
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Imagen | Alan Cabello
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