«El concepto de calentamiento global fue creado por y para los chinos con la intención de hacer menos competitiva a la industria norteamericana», «Tormentas de hielo desde Texas a Tennessee - Yo estoy en Los Ángeles y está helando. ¡El calentamiento global es una completa (y carísima) farsa!» o «Toda esa carísima charlatanería del calentamiento global tiene que acabarse. Nuestro planeta se está enfriando, récord de temperaturas mínimas y nuestros científicos del calentamiento global están atascado en el hielo»
Esas tres frases son de la misma persona, el presidente de Estados Unidos. Y es que, cuando Donald Trump llegó a la presidencia, lo hizo con un fuerte discurso negacionista del cambio climático y un compromiso claro: salirse del Acuerdo del Clima de París. Sin embargo, han pasado tres años y no ha pasado nada. O no había pasado nada hasta el momento.
Según informa en New York Times y el resto de la prensa internacional, la Casa Blanca está preparando la retirada formal de los Estados Unidos del Acuerdo de París esta misma semana. Es decir, esta semana puede ser una semana clave en la lucha contra el cambio climático. ¿Qué pasará después?
¿Por qué han tardado tanto?
Ya en noviembre de 2016 explicábamos que la administración Trump tenía tres opciones si de verdad se proponía denunciar el acuerdo de París: La primera opción era, sencillamente, que anunciara que no iba a implementar el acuerdo (como ya había hecho Bush en 2001 con el de Kioto) y usar la mayoría republicana para desmantelar todas las regulaciones y políticas ambientales que había puesto en marcha la Casa Blanca de Obama.
La segunda opción era sacar a EEUU de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático de 1992. La normativa de esta convención solo requiere esperar un año antes de abandonarla. Como Obama firmó el Acuerdo de París sin la aprobación del Senado basándose en la idea de que solo era una concreción de la Convención del 92, saliéndose de esta última Estados Unidos se saldría, en cascada, del resto de acuerdos que dependen de ella.
La última opción (y la más larga) era esperar los tres años que el Acuerdo de París ponía como requisito mínimo a los países firmantes. Dado que la anterior administración lo había firmado en septiembre de 2016, debía esperar al 4 de noviembre para salirse formalmente de él. Esta vía tenía algo extra: la salida no es inmediata.
Al contrario, EEUU debía de esperar un año más para estar fuera de forma definitiva. Es decir, si Trump solicita la retirada formal del Acuerdo de París, la salida no se produciría hasta justo después de las elecciones presidenciales del próximo año con lo que el tema entraría de lleno en la campaña electoral. Esa es la razón por la que han tardado tanto.
¿Qué pasará a partir de ahora?
Es difícil de decir. La realidad es que el Acuerdo de París es una enorme colección de promesas sin fuerza legal para obligar a los países a cumplir. Por lo que, de confirmarse, la salida de EEUU de él solo debe entenderse como la constatación de que Trump persiste en sus posiciones anti-cambio climático y quiere que todo el mundo lo sepa.
Pero a efectos prácticos (con notables excepciones), EEUU hace bastante que arrumbó en un rincón los compromisos climáticos de anteriores administraciones y tiene un amplio historial de hacer la vida judicialmente imposible a los estados que quieren implementar regulaciones climáticas más estrictas.
Lo que sí existe a nivel internacional es incertidumbre. En estos tres años, la administración Trump nunca ha sido clara sobre lo cuál iba el futuro de la política climática de EEUU. En Norteamérica también hay tendencias positivas (empezando por una disminución significativa de las emisiones de combustibles fósiles en los últimos 15 años), pero sin una política clara de incentivos esas tendencias podrían revertirse. Y las consecuencias las pagamos todos.
Imagen | Darren Halstead
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