Los descubrimientos de nuevos exoplanetas suelen pasar desapercibidos, ya los conocemos por miles. Sin embargo de cuando en cuando aparece uno singular, que bate algún récord o nos impresiona con alguna propiedad extraña. Este es el caso de TOI-3757b. El planeta que algunos llaman Marshmallow en referencia a su cualidad singular: es tan poco denso como el dulce.
Un planeta que flotaría en el agua. A menudo, en la exploración espacial, nuestra atención se centra en objetos famosos por sus altísimas densidades, como estrellas de neutrones, agujeros negros, y otros objetos más o menos determinados. El nuevo exoplaneta descubierto brilla precisamente por lo contrario: es tan poco denso que flotaría en el océano.
El exoplaneta sería un gigante gaseoso de unos 150.000 kilómetros de diámetro, algo más grande que Júpiter, con una masa 85 veces la de nuestro planeta. Su densidad sería de 0,27 gramos por centímetro cúbico (g/cm3). Esto es una cuarta parte de la densidad del agua (que ronda el gramo por cm3), aproximadamente la misma densidad que el famoso malvavisco (marshmallow en inglés, componente de las golosinas conocidas como jamones o nubes).
Como referencia, la densidad de los planetas de nuestro sistema solar oscila entre los 0,69 g/cm3 de uno de los gigantes gaseosos de nuestro sistema solar, Saturno; a los 5,51 g/cm3 de nuestro propio planeta. Nuestro Sol es también notablemente más denso que TOI-3757b, con algo más de 1,4 g/cm3. Júpiter, Urano y Neptuno también tienen densidades poco superiores a la del agua, entre 1,3 y 1,6 g/cm3.
A unos 580 años-luz. El planeta se encuentra a unos 580 años luz de nosotros en la constelación del Auriga o del Cochero, orbitando a su estrella, una enana roja, cada 3 días y medio. El detalle intrigante aquí no es su distancia ni su periodo orbital (aunque su cercanía a su estrella tiene mucho que ver), sino el tipo de estrella que orbita.
Las enanas rojas son estrellas relativamente frecuentes en nuestro entorno, tenues y pequeñas, que emiten energía fusionando átomos de hidrógeno en átomos de helio. Son menos calientes que estrellas como nuestro Sol, pero pueden ser muy activas, expulsando frecuentemente fulguraciones capaces de llevarse por delante las atmósferas de planetas enteros, o buena parte del gas que conforma estos gigantes gaseosos.
Desde el desierto de Arizona. Los detalles de la investigación que ha dado con este exoplaneta se publicaron en un artículo en la revista The Astronomical Journal. El hallazgo se hizo utilizando un telescopio WIYN de 3,5 metros del Kitt Peak National Observatory, situado cerca de Tucson, Arizona, dentro del marco del programa Transiting Exoplanet Survey Satellite (TESS).
TESS es un sondeo del espacio exterior enfocado en encontrar exoplanetas. Aprovecha para ello la sombra que estos dejan al transitar frente a sus estrellas. Esta es la forma en la que hemos detectado la práctica totalidad de los exoplanetas que hoy en día conocemos (y ya se cuentan por miles).
Un nuevo enigma. El planeta plantea un nuevo misterio que resolver para los astrónomos. Los investigadores que han estado estudiándolo creen que su escasa densidad se debe a que su estrella ha ido generando cantidades relativamente escasas de elementos pesados, lo cual habría implicado que el núcleo rocoso de este exoplaneta se formara más lentamente.
Otra hipótesis que explicaría la baja densidad tendría que ver con la órbita del planeta. Esta teoría considera que el planeta cambia notablemente su volumen según lo cerca o lejos de la estrella que lo lleve su órbita, haciendo que se “infle” cuando se encuentra más cerca.
Los investigadores esperan poder echar un vistazo más de cerca a este planeta. “Potenciales futuras observaciones de la atmósfera de este planeta utilizando el Telescopio Espacial James Webb podrían ayudar a arrojar luz sobre su naturaleza inflada” explicaba Jessica Libby-Roberts, una de las autoras del estudio, en una nota de prensa.
Imagen | NOIRLab
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