Los astronautas que enviemos a Marte previsiblemente no irán cargados con kilos de comida. Pero las plantas necesitan nutrientes y luz para poder crecer y eso en el espacio no es tan sencillo de obtener. Desde hace décadas, los científicos estudian cómo alimentarse en el espacio y cómo hacer crecer comida para abastecer las misiones de larga duración, como la de una posible llegada a Marte.
La gran referencia en este campo es el proyecto MELiSSA ('Micro Ecological Life Support System Alternative'), en el que participan 15 socios internacionales y 50 organizaciones liderados por la Agencia Espacial Europea (ESA) y cuyas pruebas piloto se realizan desde hace años principalmente en las instalaciones de la Universidad Autónoma de Barcelona.
Creando comida a partir de bacterias, CO2 y luz solar
Durante estas semanas hemos conocido que la Comisión Europea [sigue aportando fondos para esta iniciativa, pero su puesta en marcha se remonta a 2005, cuando la ESA seleccionó a equipos españoles, belgas y canadienses para desarrollar esta tecnología. Un longevo proyecto que está compuesto de cinco fases; una investigación básica, experimentos preliminares en vuelo, demostración en tierra y en el espacio y finalmente las fases de transferencia de la tecnología y comunicación, que todavía quedan lejos.
El objetivo principal de MELiSSA es la producción de alimentos, recuperación de agua y la regeneración de la atmósfera a través del uso de residuos (CO2 y residuos orgánicos). La idea es intentar replicar el ecosistema circular terrestre pero en el espacio, con la luz como principal fuente de energía y donde los nutrientes se obtienen a partir de minerales y residuos.
En la Universidad Autónoma de Barcelona es donde se han llevado a cabo gran parte de estas pruebas, inicialmente y por motivos de seguridad con roedores, pero en futuras fases se dio a probar con humanos para ver si estos alimentos producidos a través de las bacterias cumplían con las condiciones necesarias para la alimentación.
MELiSSA experimenta con bacterias termófilas anoxigénicas, bacterias fotoheterótrofas, bacterias nitrificantes y bacterias fotosintéticas. También se estudia el uso de hongos para mejorar la eficiencia de la biodegradabilidad. Algunos de los resultados obtenidos en las pruebas preliminares fueron la creación de barritas comestibles mezcladas con microorganismos sembrados en laboratorio. La ESA se las dio a probar a varios astronautas de la Estación Espacial Internacional en 2015 y ninguno de ellos sufrió daños.
En Barcelona como comida se han cultivado lechugas, que pueden verse en la imagen de portada y están producidas a partir de espirulina, un suplemento dietético obtenido a partir de cianobacterias.
Además de lechugas, se plantea producir remolacha, trigo y patata. Como vemos, un posible menú espacial sería principalmente vegetariano. “Ya es suficientemente complejo diseñar un ciclo autosostenible solamente con plantas. Criar animales supondría una complejidad de momento no considerada”, explica a GEO Francesc Gòdia, doctor en ingeniería química por la UAB.
"Otros grupos están estudiando gusanos, como fuente de proteína animal, que se podrían criar en las misiones. Y está también la carne artificial, a partir de células madre", explica a La Vanguardia Gòdia.
Un desafío a largo plazo que nos ha ayudado a entender otros procesos
“Los componentes separados, como los biorreactores con algas, ya han estado en el espacio. Sabemos, por ejemplo, que estos son mucho más resistentes a la radiación cósmica que los humanos. Pero un sistema regenerativo completamente cerrado nunca ha estado en el espacio. Eso es porque es bastante complejo biológicamente hablando. Hay mucho más que solo el intercambio de CO2 y oxígeno. Especialmente si agregamos varias plantas u otras especies animales. No es fácil tener un ecosistema como ese bajo control", explica a Innovation Origins Angelo Vermeulen, biólogo implicado en el proyecto.
El experto indica que difícilmente logremos construir un ecosistema para producir alimentos en el espacio que sea 100 regenerativo, ya que siempre habrá alguna pérdida y se necesitarán impulsos externos. Si bien apunta que "un sistema que proporcione el 20% de la comida a los astronautas, por ejemplo, ya sería un gran paso adelante".
Desde el equipo de MELiSSA en Barcelona explican que esperan conseguir producir un sistema circular suficiente como para sustentar la alimentación del viaje a Marte en los próximos 10 años.
Hasta la fecha, esta investigación ha ayudado a otras aplicaciones potenciales como el tratamiento del agua, la nitrificación o la producción de alimentos de manera sostenible. Más de un centenar de artículos científicos y decenas de informes han surgido a raíz de MELiSSA.
En Xataka | El mejor restaurante del espacio exterior: cómo es comer a 400 kilómetros del supermercado más cercano
Ver 8 comentarios