Si algo diferencia a Apple de otras empresas es por tener una forma propia de entender la tecnología, y esa filosofía se transmite a la forma en la que trabajan sus empleados, en un ambiente de dedicación personal extrema y, sobre todo, mucho hermetismo.
Es una peculiaridad que se ha mantenido en el ADN de la compañía desde tiempos de Steve Jobs, el cual exigía a sus empleados llevar sus capacidades a límites que ni ellos mismos imaginaban. Su carácter granjeó a Steve Jobs la fama de jefe millonario e intratable por sus estallidos de furia que podían acabar con el empleado despedido.
No obstante, gracias a esa búsqueda constante de la perfección hasta el mínimo detalle hizo que muchos otros empleados de la compañía aprendieran importantes lecciones de vida y superación.
Justin Santamariafue uno de estos empleados que, espoleado por las exigencias de Steve Jobs, terminó aprendiendo algunos de los trucos que ha aplicado durante los más de 10 años que trabajó en Apple. Santamaría formó parte del equipo que desarrolló FaceTime, iMessage y CarPlay. Trabajando bajo la supervisión de Steve Jobs en esos desarrollos aprendió tres lecciones vitales del fundador de Apple que le han acompañado durante toda su carrera.
Roma no se construyó en un día. Hay que perseverar
Uno de los rasgos que caracterizaba a Steve Jobs es su absoluta obsesión por la excelencia. No bastaba con que algo simplemente funcionara. tenía que ser la mejor versión posible. Eso implicaba repetirlo una y otra vez con ligeras variaciones, simplemente se hacía hasta dar con la fórmula perfecta “hasta ir cinco años por delante del resto” como afirmó durante la presentación del primer iPhone.
Steve Jobs demostró su perseverancia para conseguir la perfección con el diseño de la carcasa del primer Macintosh, obligando a Terry Oyama y Jerry Manock a modificar una y otra vez cada curva, cada ángulo y cada inclinación de los prototipos hasta conseguir exactamente la estética que buscaba. El propio equipo de ingenieros afirmaba no encontrar diferencias entre la carcasa que se finalmente se llevó a producción, y los 15 prototipos anteriores.
Como si puliera un diamante, Steve Jobs exigía que hasta el más mínimo detalle fuera perfecto. No importaba cuanto se tardara en conseguir. Santamaría afirmó a CNBC que, en su primera semana en Apple, Steve Jobs estaba preparando la presentación de iChat y empujado por el entusiasmo de la nueva aplicación de mensajería exclamó: “Voy a hacer que la multitud se cague en los pantalones”.
No fracasé, encontré 999 formas de no fabricar una bombilla
Esta frase atribuida a Edison, sirve como ejemplo perfecto para una de las máximas que Justin Santamaría aprendió trabajando con Steve Jobs.
Cuando el equipo de Apple estaba diseñando el primer smartphone caminaban por un terreno desconocido. Jobs asumía los errores como parte del proceso de creación, y alentaba a sus empleados a aprender de ellos y transformarlos en una forma útil de acercarse un poco más al resultado que realmente buscaban.
La excelencia de un producto no parte de una idea perfecta, hay que ir moldeándola poco a poco. Como decía Picasso, “si llegan las musas, que te pillen trabajando".
Como señala el exempleado de Apple, "Jobs esperaba que las cosas salieran mal. Pero también comprendió que equivocarse a menudo valía la pena por la recompensa del aprendizaje. De hecho, prepararse para el fracaso es esencial para no perder la perspectiva”.
Que el árbol no te impida ver el bosque
Cuando Apple presentó el primer iPhone en 2007 cambió para siempre el paradigma de la telefonía móvil y una de las claves de ese éxito fue eliminar el teclado físico que hasta la fecha montaban todos los teléfonos para dejar más espacio para la pantalla multitáctil.
Ese cambio en la forma de usar el móvil, abrió todo un universo de posibilidades de uso para la pantalla de los móviles, permitiendo crear una experiencia de uso más orgánica en la solo había que tocar los elementos de la pantalla.
Santamaría contaba en su entrevista que, superar ese obstáculo, no fue sencillo. El equipo de diseño del iPhone tuvo que enfrentarse a un elemento ampliamente aceptado y consolidado en los móviles como era el teclado físico, y aprender a ver las oportunidades que ofrecía. "El iPhone original cambió el mundo para siempre en 2007, con su pantalla multitáctil y su teclado digital como puntos destacados. La decisión de quitar el teclado mecánico fue una solución inteligente de diseño industrial. Permitió que el iPhone tuviera más espacio en pantalla para otras funciones creativas".
Jobs tuvo que discutir con el equipo de desarrollo los motivos por los que no debían conformarse con un teclado físico. “Si a Blackberry le funciona, por qué no a nosotros", le respondían.
Uno de los mayores miedos del equipo de desarrollo era que móvil hiciera llamadas involuntarias o iniciara la reproducción de algún archivo de forma accidental. Afrontar ese reto llevó a los ingenieros a desarrollar uno de los gestos más característicos del iPhone: deslizar para desbloquear y conseguir la mejor pantalla posible en solo seis meses.
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Imagen | Flickr (Joi)
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