El trono de los navegadores no siempre fue de Google Chrome. Ni de Internet Explorer. Antes de que Microsoft incluyese por defecto —y no sin polémica— su navegador en su paquete de Windows 95 y, desde luego, mucho antes del lanzamiento de Firefox o Chrome, había otro rey de las búsquedas en Internet: Netscape, que a mediados de los 90 llegó a aglutinar cerca del 80% del mercado.
En sus buenos años su empresa dio un sonoro campanazo en la Bolsa, amasó millones de dólares y la prensa comparaba a uno de sus rostros más célebres, Marc Andreessen, con Jim Morrison. Era, así se le presentaba por entonces, la primera gran estrella de aquel nuevo rock de la web.
Netscape creció como la espuma.
Demostró el alcance de Internet más allá de Silicon Valley.
Le abrió a muchos las puertas de la Red.
Y, con las mismas, se desinfló.
Eso sí, no sin dejar antes una semilla que perdura aún hoy.
La de Netscape, quizás el primer gran perdedor en las guerras de navegadores que aún siguen en parte a día de hoy, es una de las historias más apasionantes de la joven crónica de la Red.
En un lugar de Illinois...
Su corta pero intensa biografía empezó a escribirse en los albores de la década de 1990, en la Universidad de Illinois. Allí, en el Centro Nacional para Aplicaciones de Supercomputación (NCSA) trabajan en 1992, entre otros, unos jovencísimos Marc Andreessen y Eric Bina.
Internet era por entonces algo muy distinto a lo que conocemos hoy: las webs eran poco más que textos áridos, un batiburrillo complicado de manejar, de escaso atractivo y en el que las imágenes resultaban casi, casi algo revolucionario. Desde su puesto en el NCSA, Andressen y sus colegas se propusieron darle una vuelta a todo aquello. Su objetivo: mejorar los navegadores que existían por entonces, aplicaciones de software poco manejables que se utilizaban para mostrar webs.
“Quería que las personas tuvieran acceso a toda esta información cuando quisieran. Desde una computadora, en cualquier lugar, a través de una red”, recordaba años después Eric Bina a Popular Mechanics. Fruto de aquel empeño, el NCSA alumbró Mosaic, un navegador web lanzado en 1993 con un diseño práctico, fácil de emplear… Y, sobre todo, visualmente más atractivo. Su éxito —se mantuvo hasta bien entrada la década— captó la atención de Jim Clark, recién salido de Silicon Graphics y que por entonces buscaba un proyecto empresarial propio en el que aunar talento.
Andreessen y Clark se aliaron y el resultado fue Mosaic Communications Corporation, lanzada en abril de 1994. Sus inicios fueron en cierto modo convulsos: la Universidad de Illinois sintió que la nueva startup estaba apoderándose de su propiedad intelectual sobre Mosaic, acudió a la justicia y obligó a Andressen, Clark y su equipo a rebautizarse como Netscape y replantear el hito que habían alcanzado en NCSA. “Tuvimos qiue empezar de cero y ser diez veces mejores”, explica Bina.
Para finales de 1994 el grupo tenía ya la versión 1.0 de Netscape Navigator, cómoda, práctica y con un nivel de seguridad desconocido que facilitaba su uso en los negocios. Gustó. Triunfó. Atrajo sangre nueva y grandes inversores dispuestos a respaldar aquel barco que zarpaba.
En agosto de 1995 el proyecto estaba lo suficientemente maduro para su salida a bolsa y protagonizar uno de los éxitos más sonados de mediados de los 90. Que una startup pise el parqué por primera vez puede quedarse en una simple curiosidad; pero en el caso de Netscape sirvió para demostrar el potencial del ruedo virtual: si su oferta inicial era de 28 dólares por acción, ese mismo día llegó a 75 y cerró la jornada con una valoración delirante que rozaba los 3.000 millones.
Más allá de los despachos, la alfombra de Wall Street y las páginas salmón de los diarios económicos, la herramienta ganaba popularidad entre los usuarios. En poco tiempo el navegador alcanzó una cuota de mercado del 75% y con los años fue mejorando sus prestaciones.
No hay sin embargo imperio que dure mil años. Y Netscape no estaba destinada a marcar la diferencia. Las mismas alegrías que animaban a descorchar botellas de champán en las oficinas de la firma de Andressen y Clark atrajo la atención de un gigante cada vez más interesado en llevarse su parte de la tarda de la navegación web… o, directamente, la tarta entera: Microsoft.
Cuando la clase empresarial de EEUU todavía no había acabado de digerir el bombazo bursátil de Netscape, en agosto de 1995, la compañía de Bill Gates lanzaba Internet Explorer 1.0. Si vérselsa con la competencia no resulta sencillo, hacerlo con un gigante de la talla de Microsoft lo es menos aún. Por su tamaño. Pero sobre todo por el arsenal de recursos que tenía a su alcance.
Los de Redmond tenían la poderosa baza de de Windows y no tardaron en aprovecharla: su paquete incluyó Internet Explorer (IE) —la versión 3, por ejemplo, se integró en Windows 95— y fue puliendo su navegador para rivalizar con Netscape. Como recuerda Popular Mechanics, en la historia de IE no deja de darse un cierto giro irónico: en parte se "alimentaba" de la misma fuente original que su competidor. Para su desarrollo Microsoft había licenciado el software de una empresa que, a su vez, había alcanzado un acuerdo con la Universidad de Illinois para la licencia de Mosaic.
Explorer y Netscape se batieron el cobre durante algún tiempo y antes de que finalizasen los 90 los usuarios vieron aún el lanzamiento de varias versiones de Navigator y Communicator. Incluso un giro de Netscape en un intento por captar un perfil más empresarial. De poco le sirvió. En el cuarto trimestre de 1998 Explorer arrebataba a Netscape el trono de los navegadores más usados.
Aunque su caída no fue quizás tan rápida como el ascenso, desde luego sí fue igual de marcada. Aunque a finales del 98 AOL compró Netscape por 4.200 millones de dólares y a lo largo de los años siguientes se lanzarían las versiones 6, 7, 8 y 9 del navegador, la otrora exitosa herramienta no llegó a levantar cabeza. AOL cerró el departamento de Netscape con la mayoría de su personal en 2003 y un lustro después, a principios de 2008, escribió su última línea con su retirada.
¿La última?
Si es cierto que no hay imperio que dure mil años, lo es también que no hay imperio que pase sin dejar huella. Y en eso Netscape tampoco fue una excepción. Antes de acabar en las manos de AOL e incluso de verse superado por Explorer, a principios de 1998, Netscape hizo público el código fuente de Netscape Communicator, lo que alentó el Proyecto Mozilla y sembró la semilla de Firefox.
Imágenes | Michael Arrington (Flickr) y Marcin Wichary (Flickr)
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