A lo largo de las décadas, las horas de trabajo del empleado medio han disminuido drásticamente. No es descabellado pensar que en la mayoría de países se trabaja casi la mitad de lo que se trabajaba hace 150 años, cuando las jornadas eran incluso de 6 días a la semana y de más de 50 horas. Estudiar la cantidad de tiempo que las personas dedican al trabajo contribuye de manera notoria a entender la productividad económica de los países y el progreso general.
¿Trabajamos más o menos? Seamos realistas, la mayoría de personas piensa que las horas de trabajo nos comen el día. Ocho horas al día—sin contar un horario partido— más los desplazamiento al lugar de trabajo no es precisamente poco, dirán algunos. Pero lo cierto es que estamos trabajando menos que nunca. Una investigación realizada por Charlie Giattino y Esteban Ortiz-Ospina en Our World in Data apunta a que en el siglo XIX la gente de todo el mundo solía tener horarios de trabajo extremadamente largos, pero en los últimos 150 años las horas de trabajo han disminuido sustancialmente, particularmente en los países más ricos.
Este gráfico con datos de la investigación de los historiadores económicos Michael Huberman y Chris Minns y publicado en Our World in Data muestra el promedio de horas de trabajo desde 1870 en diferentes países que se industrializaron temprano. Las cifras son totales anuales, por lo que las tendencias tienen en cuenta los cambios tanto en la duración de los días hábiles como en el número de días trabajados durante el año. Para conseguirlos, se han reunido evidencia de registros históricos, datos de Cuentas Nacionales y otras fuentes.
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Un descenso radical. En 1870, los trabajadores de la mayoría de estos países trabajaban más de 3.000 horas al año, lo que equivale a agotadoras 60 a 70 horas a la semana durante 50 semanas al año. Eso son más de 10 horas diarias si se trabajan 6 días. Pero podemos observar que hoy en día esos horarios extremos se han reducido a aproximadamente a la mitad.
En Alemania, por ejemplo, las horas de trabajo anuales disminuyeron en casi un 60%, de 3.284 horas en 1870 a 1.354 horas en 2017, y en el Reino Unido la disminución fue de alrededor del 40%. En España, se redujeron de 2.968 a 1.686. Para que os hagáis a la idea, antes de esta revolución en la jornada laboral, la gente trabajaba tantas horas entre enero y julio como trabajamos hoy en todo un año.
Días laborales más cortos y más festivos. Esta disminución de las horas de trabajo se debe a que con los años hemos adoptado un sistema con menos horas de trabajo cada día, al igual que menos días de trabajo a la semana y menos semanas de trabajo al año. Aunque las reducciones adicionales en el tiempo de trabajo vienen dadas por las vacaciones, festivos, días de baja, o jubilaciones anticipadas, el estudio sugiere que la jornada laboral ha seguido con una tendencia a la baja a menos de 8 horas al día.
Los trabajadores tenían días libres regulares cada semana: un día libre —generalmente el domingo— desde la década de 1880 hasta alrededor de la década de 1940, cuando dos días libres se volvió en el estándar. Este gráfico muestra que los días de vacaciones y festivos aumentaron durante el período de 1870 a 2000. Los Países Bajos son un claro ejemplo: los trabajadores vieron un aumento de cuatro días libres por vacaciones y días festivos en 1870 a casi 38 días libres en 2000. Este descenso ha sido impulsado por varios factores, entre ellos el aumento de la productividad y la adopción de regulaciones que limitan la jornada laboral.
Menos horas, más productividad. En los últimos años, se ha intentado demostrar en varios países que trabajar más horas no siempre es sinónimo de rendir mejor. De hecho, hay ejemplos probados en los que la productividad mejoró al trabajar menos horas. Un caso sonado fue la prueba que realizó Microsoft Japón en Tokio en la que se redujo la jornada.
Los empleados tuvieron el mismo sueldo, las mismas obligaciones, pero menos horas: concretamente, acudieron a la oficina cuatro días a la semana, apenas 32 horas. El resultado fue un éxito. La productividad creció un 40%, se ahorró un 23% en la factura de la luz, un 58% en tinta y papel para las impresiones, y registró un 25% menos de peticiones de días libres. La explicación se basa en que se pusieron límites a las reuniones excesivas o demasiado largas, algo que todo aquel familiarizado con las prácticas corporativas comprenderá a la perfección y demás horas muertas. El éxito fue tal que Microsoft incorporó el experimento a otras oficinas.
Seis horas de trabajo. En Suecia se realizó un experimento en el que se cambió la jornada laboral de ocho horas por una de seis horas. Y los resultados indicaron que trabajaban mejor y eran más felices. Se hizo una prueba controlada sobre la reducción de la jornada en 10 horas semanales sin que ello implicara un recorte salarial para los trabajadores. La mitad de los enfermeros de la residencia de ancianos de Svartedalens en la ciudad de Gothenburg pasaron de las 40 a las 30 horas semanales, mientras que la otra parte mantenía la jornada tradicional, para poder contar con una comparación justa.
Dentro del grupo de trabajadores privilegiados con una jornada más corta el absentismo cayó en 2.8 veces, el personal ha estado menos tiempo enfermo y la felicidad de los trabajadores ha aumentado en un 20%. No obstante, esta introducción fue experimental —no se ha mantenido desde entonces— y tuvo aspectos tanto positivos como negativos.
Jornada de 4 días. Siempre hemos creído que la jornada laboral de cinco días es el pan de cada día. Pero los detractores de este sistema ya envejecido crecen por todo el mundo. Alegan un aumento de la productividad entre los trabajadores si se reduce. Sabemos que la sobrecarga de trabajo lastra su rendimiento, que la tendencia en la mayor parte de países es de reducir carga, y que no hay relación entre mayor volumen de horas y mayor productividad.
El experimento sobre el terreno más citado es el de una empresa neozelandesa, Perpetual Guardian, el año pasado: el volumen de empleados satisfechos con su conciliación de la vida familiar y personal aumentó en un 24%; el estrés laboral se redujo un 7% en toda la plantilla; y la satisfacción con su trabajo aumentó un 5%.
Huella climática. Además existe otro factor importante: la huella climática. Un estudio elaborado por Autonomy, un think tank británico, ahondaba en la idea de que los principales países desarrollados tendrían que reducir drásticamente las horas laborales para impedir que la temperatura del planeta supere los 2º C por encima de la era pre-industrial. Este supuesto se podría conseguir con una jornada semanal de cuatro días a la semana. Concentrar el trabajo de esta manera permite ahorrar en la factura de la luz y en las emisiones generadas por el transporte diario de los trabajadores. Además, también se adecuaría bien a los retos planteados por la automatización y la hipotética carestía de demanda laboral en el futuro.
Gráficos: Our World in Data