Cuarenta días de confinamiento después, millones de españoles se han acostumbrado a una actividad que, en otras circunstancias, tiene menos protagonismo en su día a día: cocinar. Pero la cuarentena se alarga. La imaginación se resiente. Las recetas se acaban. Planificar el menú semanal se vuelve una tarea ingrata y tediosa. ¿Qué platos exóticos, originales, excitantes pueden colocarse sobre la mesa?
Unos que tienen 4.000 años de antigüedad.
Las tres recetas. A finales del año pasado, un equipo de investigadores relacionados con los campos de la historia culinaria, la química alimentaria y la escritura cuneiforme analizaron el contenido de unas tablillas mesopotámicas almacenadas en el Museo de Historia Natural de Yale. Allí se toparon con algunas de las recetas más antiguas de las que tenemos registro, datadas entre el 1730 AC y un milenio más tarde.
A ciegas. En su mayor parte, más que "recetas" eran "descripciones" de una escueta cantidad de caldos y cocidos. Algunas, las menos, contenían instrucciones precisas sobre cómo presentarlas. Sucede que la mayor parte de pasos se encontraban en tablillas ilegibles, por lo que el equipo se centró en reconstruir a partir de hipótesis y de su conocimiento sobre la historia culinaria, aplicando controles y un sinfín de variables.
Contenido. ¿Pero de qué estaban compuestas? Uno de ellos es el pashrutum, una suerte de crema terapéutica para batallar el resfriado compuesta de cebollas, puerros y cilantro. Otro, el mu elamutum, es una sopa de sangre extensamente condimentado con eneldo, una característica impropia de la cocina mesopotámica de la época y que lo desvela como un plato "internacional", quizá persa.
El tuh'u, por su parte, consistía en un denso caldo de carne de cordero muy rico en verduras de todo tipo (chalotas iraníes, remolacha, puerro, ajo), al modo del borsch; e incluso una suerte de pastel de pollo montado con masa de harina, "bechamel babilónica" y una suerte de capa crujiente que funcionaba como revestimiento ornamental. Algunos platos árabes y persas contemporáneos, como el dolma, se remontan a la tradición mesopotámica.
Importancia. La investigación ayuda a comprender cómo vivían y comían nuestros antepasados, y vuelve a poner el acento en la extremada importancia que la gastronomía ha tenido a lo largo de nuestra historia. Ya sea contribuyendo a nuestra evolución, como lograron los quesos y los lácteos, o transformando a gran escala nuestra salud y el modo en el que utilizamos el terreno.
4.000 años atrás, los humanos de las primeras civilizaciones ya estaban cocinando platos elaborados. El fondo de armario para este confinamiento es infinito.
Imagen: Yale