Las temperaturas del planeta siguen subiendo a un ritmo estrepitoso. Si algunos se preguntaban si la pandemia había conseguido frenar de alguna manera el cambio climático, la respuesta es no. Cierto es que la llegada del coronavirus ha causado que las emisiones globales de CO2 cayeran notablemente al reducirse la actividad en muchos sectores. Pero la prueba definitiva es que este mes hemos batido el récord del noviembre más caluroso de los últimos 140 años.
Récord. Los datos de temperaturas facilitados por el servicio europeo Copérnico sobre cambio climático muestran que las temperaturas de noviembre de 2020 fueron 0,77º C más altas que en la media de los 30 años comprendidos entre 1981 y 2010, y superaron en 0,13º C los anteriores récords para meses de noviembre, registrados en 2016 y 2019. Así es. Este pasado mes de noviembre batimos el récord de los últimos 140 años, cuando la temperatura media se situaba en 12,9°C.
Y, al parecer, este crecimiento exponencial del calentamiento del planeta no podemos frenarlo ni quedándonos en casa.
Emisiones. Con la llegada de una pandemia, millones de personas se encerraron en sus hogares. Los coches se quedaron aparcados. La mayoría de aviones han dejado de volar. Las fábricas han parado o reducido la producción. Los edificios públicos han cerrado sus puertas. Incluso la construcción se ha ralentizado. Casi todos los sectores de la economía que consumen energía han reaccionado al virus de una forma u otra. Esto ha desembocado en uno de los mayores desplomes de CO2 emitido.
Las emisiones globales cayeron un 8,8% en los primeros seis meses de 2020, la mayor caída histórica registrada en un primer semestre. Una investigación, publicada en la revista Nature Communications señala que las emisiones cayeron en 1.551 millones de toneladas en el primer semestre del año en comparación con el mismo período de 2019. En España, uno de los países estudiados con un mayor descenso relativo, la diferencia con 2019 fue del 17,2%, sobre todo por la bajada en la producción de energía y en el uso del transporte terrestre.
El giro. No obstante, las emisiones comenzaron a repuntar a finales de abril y mayo, cuando se reanudó la actividad económica en China y partes de Europa. De hecho, en mayo, la concentración de dióxido de carbono en la atmósfera ascendió a casi 418 partes por millón. Es la máxima registrada en la historia de la humanidad y es probable que sea la más elevada de los últimos tres millones de años, según una investigación publicada en Nature Climate Change.
El récord se ha batido en plena pandemia. Los grandes desplomes de emisiones no han tenido un impacto real en la concentración total de CO2 en la atmósfera.
Resultados. Según el mismo estudio, durante el pico de los confinamientos, en el primer trimestre del año, las emisiones diarias eran en torno a un 17% inferiores a las del año pasado. Durante los confinamientos más restrictivos y generalizados, las emisiones en algunos países eran en torno a un 30% inferiores a las de 2019. Las de China, uno de los países que más emisiones produce, descendieron casi un cuarto en febrero. Otros países descendieron unos pocos puntos porcentuales en marzo y abril.
A principios de junio de 2020, las emisiones mundiales volvieron a situarse cerca de los niveles de 2019 (se quedaron a un 5% por debajo). A falta de conocer los datos del segundo semestre, se estimaba que a lo largo del año las emisiones de CO2 podrían disminuir entre un -4% y un -7% con respecto a 2019, durante esta segunda ola del virus.
El precio. El problema es que no podemos sufrir un confinamiento eterno para ponernos al nivel al que deberíamos estar. En los Acuerdos de París, más de doscientos países se fijaron contener el calentamiento global por debajo de +1,5 ° C, si es posible a +2 ° C respecto a la era pre-industrial. Pero el planeta ha ganado una media de 0,2 ° C por década desde finales de los '70. El calentamiento del planeta ya se encontraba en torno a los +1,2 °C antes del coronavirus. 2020 no ha revertido la tendencia.
La pandemia ha tenido un impacto marginal en el clima. Pero aunque lo tuviera, sería la peor forma de reducir las emisiones. "El Covid-19 de ninguna manera tiene un lado positivo para el medio ambiente", escribía tras el confinamiento Inger Andersen, directora del programa ambiental de la ONU. "Los impactos positivos, ya sea la mejora de la calidad del aire o la reducción de las emisiones, no son más que temporales, ya que se deben a la trágica desaceleración económica y al sufrimiento humano".
Imagen: Víctor J Blanco/GTRES