La Asamblea Popular Nacional de China rubricó el pasado domingo el último, brutal movimiento de Xi Jinping para acceder al poder absoluto: el fin de la limitación de mandatos. Xi debía abandonar su puesto al frente del país en 2023, cumplidas las dos tenuras de cinco años contempladas por la constitución, pero la última reforma le permitirá, si lo desea, gobernar hasta su muerte. Un fin de semana después, Xi Jinping se ha moldeado para siempre como un dictador.
Un poder ilimitado. El movimiento de Xi es el último en una larga lista de purgas y reformas para consolidar su figura al frente del partido. Desde su acceso a la presidencia en 2013, Xi ha emprendido una larga campaña contra la corrupción institucional que le ha permitido eliminar la disidencia interna en el partido; ha reorganizado las Fuerzas Armadas para asegurar su total y personal lealtad; y ha reformulado el papel de China en el mundo insuflando un nuevo nacionalismo.
Los 14 puntos de Xi. Junto al mandato vitalicio, Xi ha incluido en la constitución china su "pensamiento", un listado de ideas-fuerza elaboradas durante sus años como segundo de abordo de Hu Jintao, su más inmediato predecesor. En esencia, Xi ha deshecho el tenue camino de China hacia la liberalización. Juzga esencial la cohesión del país, una cohesión sólo asimilable bajo el mandato único e incontestable del Partido Comunista, un partido únicamente controlable por un sólo hombre. Él.
Adiós Occidente. Las maneras autoritarias de Xi no son nuevas, pero las votaciones de ayer (en las que sólo hubo cinco abstenciones de 2.987 delegados) rubrican el fracaso del pensamiento occidental sobre China. Durante décadas, las élites políticas y económicas europeas y americanas creyeron en la liberalización económica y política de China. Tan tarde como en 2011 las propias cabezas dirigentes del Partido Comunista aún coqueteaban con ideas tan ambiguas como "elecciones" o "democracia".
Como se explica aquí, no fue más que una ilusión. Xi ilustra que la liberalización fue instrumental. Ante la ralentización económica y un conflicto escenario internacional, China vuelve al hombre fuerte.
Una China Fuerte. Xi ha entendido que, asegurado el crecimiento y la independencia económica de China, la puerta hacia la "liberalización" puede ser cerrada por completo. Por lo que su gobierno ha conducido a China de la autocracia a la dictadura. Una en la cual el interés global chino se asiente no sólo a nivel económico, sino político, y en la que las metas por el desarrollo, la reducción de la pobreza y la asertividad china en política exterior sirvan para mantenerle en el poder.
¿Vuelta a Mao? En la prensa occidental el gesto de Xi se ha interpretado como un regreso al gran dictador comunista, ausente en China desde la muerte de Mao y las reformas de Xiaoping. Coartada la participación política, con numerosos ejemplos de represión ideológica, de vigilancia ciudadana y de cortapisas a la libertad individual, la posibilidad de gobernar de por vida sí coloca a Xi a la estela de otros ilustres nombres. Una estela ausente en el liderazgo chino durante décadas.
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