Hay tomarse a Trump en serio. Estas son algunas de sus propuestas políticas

Hay tomarse a Trump en serio. Estas son algunas de sus propuestas políticas
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Ya está, ha sucedido: Donald Trump tiene posibilidades muy factibles de convertirse en el nominado oficial del Partido Republicano a la presidencia de Estados Unidos. Cuando el magnate inmobiliario presentó su campaña electoral de forma extravagante descendiendo una escalera mecánica y anunciando la construcción de un muro a lo largo de la frontera con México, pocos, muy pocos analistas estadounidenses creyeron que llegaría tan lejos. Pero aquí está, tras seguir imponiéndose a todos los candidatos oficiales del establishment republicano y a un puñado de conservadores independientes. Es real.

De modo que ha llegado la hora de tomarse a Donald Trump en serio, porque tanto el futuro de Estados Unidos como el del resto del mundo dependen, en gran medida, de ello. Hoy no hablaremos de sus posibilidades como presidente de Estados Unidos, un escenario que pocos analistas sensatos contemplan, ya sea por pura negación o por pura probabilidad matemática, pero sí de las ideas que le han traído hasta aquí. O como trataba de entrever John Oliver el otro día, del hombre detrás de la mascota, del potencial político al margen de la truculenta comicidad de la que se rodea el personaje. ¿Cuáles son sus opiniones?

Para ello, nos hemos valido tanto de su programa oficial como de sus declaraciones a medios.

Inmigración: deportaciones y muros

Es una de las ideas más reconocidas y difundidas de Trump. Con ella inauguró su campaña: pretende construir un muro que divida México y Estados Unidos en dos. Por supuesto, el conglomerado mediático estadounidense lo tachó de frivolidad sólo al alcance de un demente, pero por aquel entonces Trump no tenía posibilidades reales de conseguir la nominación. Lo cierto es que es el plan estrella del candidato republicano en materia de inmigración: reducirla a su mínima expresión construyendo un muro enorme que, además, haría pagar a México. ¿Cómo? Es un gran negociador, en sus palabras.

No parece un gran plan. En cualquier caso, no es el único que tiene Trump para reducir el volumen de inmigrantes en Estados Unidos. En este sentido, y a raíz de los atentados de París, Trump anunció veto de entrada parcial o total a todos los musulmanes del mundo. Asimismo, manifestó su intención de deportar a todos y cada uno de los inmigrantes en situación irregular viviendo en la actualidad en Estados Unidos. Eso son alrededor de 11 millones de personas, la mayor parte de ellas de etnia latina. La viabilidad de ambas propuestas, y la del muro, está por probar, pero muestran el carácter xenófobo de Trump.

Trump no sólo aspira a construir un muro que separe a México de Estados Unidos, sino que pretende que México lo pague en su totalidad

De forma paralela, Trump detalla algunas otras medidas en materia de inmigración: triplicar el número de oficiales fronterizos; encarecer y complicar el proceso de adquisición de una visa; deportación automática de todos los criminales no nacionales; cortar los fondos federales a las ciudades que se nieguen a colaborar con su gobierno; aumentar las penas y las multas para aquellos que continúen en el país expirada su visa temporal; acabar con la nacionalidad por derecho de nacimiento; obligar a las empresas a contratar a "nacionales" antes que a inmigrantes; y otro sinfín de propuestas.

Todas y cada una de ellas se dirige contra un colectivo concreto y tiene el único propósito de frenar, paralizar o revertir la inmigración en EEUU.

Economía: más impuestos... pero sólo a los ricos

La retórica económica de Trump es populista y nacionalista. En cierto sentido, Trump ostenta una visión anti-globalización de la política económica de Estados Unidos, aunque en el fondo su discurso busque atraer al votante mediano de cuello azul. Parte de su planteamiento económico consiste en retener al mayor número de empresas estadounidenses en suelo estadounidense, revertiendo el proceso de deslocalización internacional. En su economía ideal, Apple estaría construyendo los iPhones en Idaho, y no en China.

Trump ha sacrificado la ideología del libre mercado por la del nacionalismo, y de momento le está funcionando: todos los perdedores de la globalización en Estados Unidos pueden simpatizar con un discurso que promete más trabajos (sin que esté asociado de forma automática a una devaluación interna que podría facilitarlos). Trump se dirige al descontento trabajador o administrativo blanco, de clase media o baja, que considera que su nivel adquisitivo y sus condiciones de vida han decrecido durante las últimas décadas.

En este sentido, no es de extrañar que Trump abogue por una subida de impuestos... a las rentas más altas del país, algo que camina en línea a algunas propuestas de Bernie Sanders. Entre tanto, Trump opta por una bajada de impuestos al resto de los ciudadanos estadounidenses, siguiendo el discurso tradicional del Partido Republicano. Para el magnate, la clase media simplemente está demasiado gravada, y prometería exenciones fiscales a aquellas rentas más reducidas. Trump, además, quiere hacer todo esto sin alterar el déficit o la deuda, "que ya es demasiado grande" y que debería ser contenido presupuestariamente.

Otra cuestión clave de su política fiscal sería la reducción del impuesto a las corporaciones en un 10%, favoreciendo el retorno de la industria estadounidense. De forma paralela, Trump quiere simplificar al máximo el impuesto a la renta, eliminándolo por completo para aquellos que cobren menos de 25.000 dólares al año y situándolo entre un 10% y un 20% para quienes cobren entre 25.000 y 150.000 dólares al año. Todo ello eliminando deducciones y exenciones de diverso tipo en todo el país. En resumen, Trump quiere bajar los impuestos a empresas y particulares, pese a la subida a los más ricos.

Sanidad: cobertura universal sin recortes

De forma sorprendente, es posible que las políticas de Trump en materia de salud sean las menos extravagantes de todos los candidatos a la nominación. No se trata sólo de que apoyara reformas sanitarias orientadas a modelos single-payer, donde el estado costearía todos los gastos derivados del sistema sanitario (o lo que es lo mismo, un modelo muy semejante al canadiense, al español y al británico), sino de que aún hoy en día, en plena campaña, aboga por modelos sanitarios semejantes a Obamacare, aunque no iguales.

No iguales porque Trump rechaza Obamacare. Lo ha repetido en numerosas ocasiones. El Partido Republicano se ha pasado los últimos ocho años luchando contra Obamacare, de modo que cualquier otra posición sería insostenible. Sin embargo, la alternativa que ofrece Trump se parece bastante a Obamacare. Al igual que el sistema demócrata, una hipotética reforma sanitaria de Trump abogaría por extender la cobertura sanitaria de forma casi universal, manteniendo el papel de las aseguradoras privadas para todos aquellos que se la pudieran costear. Un Medicare extendido a los más pobres.

"Tenemos a gente que no podrá seguir viviendo. Tenemos que ayudar a la gente, ¿o no tenemos? ¿Qué vamos a hacer, dejarles morir en la calle?". En un foro republicano, estas palabras, pronunciadas por Trump, son ciertamente revolucionarias, pero no extravagantes. En Vox han juzgado su modelo sanitario como el sorprendentemente más razonable de todos cuantos se debaten, dado que eliminaría los mercados estatales (y pequeños) actuales en favor de uno nacional, sin fronteras, que permitiría a las empresas aseguradoras ser más competitivas y llegar a más usuarios. Un mercado común, que, además, no estaría acompañado de recortes en gasto sanitario o social a gran escala.

Política exterior: frenar a China, perfil duro

Pese a que ha pasado más desapercibida, otra de las grandes ideas de Trump, central en muchos sentidos al relato de su campaña, ha sido el de frenar a China. Según Trump, Washington y las élites políticas estadounidenses han entregado al gigante asiático la economía mundial, y con ella la de Estados Unidos. Para Trump, la entrada de China en la Organización Mundial del Comercio fue un error porque abrió las fronteras de Estados Unidos a los productos chinos pero no la de China a los productos estadounidenses.

De ahí que la medida estrella en política exterior (y económica) de la futura administración Trump sea una revisión del acuerdo comercial entre ambos países. Entre otros, el magnate aspira a revivir una suerte de proteccionismo (subiendo los impuestos a las importaciones un 20%), a obligar a China a crear leyes de propiedad intelectual y patentes que protejan las inversiones estadounidenses en tecnología, a fomentar que las empresas del país dejen de deslocalizar sus fábricas a Asia (tampoco dice cómo), o a mejorar su posición en la mesa de negociación con China, reduciendo la deuda del país con su actual aliado comercial.

Para Trump, la globalización ha entregado las llaves de la economía mundial a China, perjudicando a Estados Unidos en el proceso

La idea es simple: sólo revertiendo la injusta desventaja de EEUU respecto a China, el país volverá a florecer económicamente. El problema es que gran parte de las medidas proteccionistas serían ilegales según la legislación vigente.

El resto de la política de exterior de Trump se organizaría en torno a preceptos básicos, relacionados con el clásico intervencionismo militar estadounidense no demasiado alejado al de otros candidatos. Aquí podemos ver un resumen: Trump prefiere hombres fuertes en Oriente Medio (Gadafi, Al Asad, Saddam) al actual caos; cree en el uso de las armas por parte de las grandes potencias para frenar cualquier amenaza; adopta un perfil modesto con Rusia; no teme a utilizar armas nucleares contra Corea del Norte; y apoya a Israel.

Trump se autoproclama un tipo duro. Su política exterior se construiría a su imagen.

Control de armas, no, gracias

Puede que Trump defendiera en su día la verificación de antecedentes a la hora de adquirir un arma, pero esa etapa ha llegado a su fin. En materia de control de armas, la posición oficial de la campaña de Trump se ha ubicado en la línea dura del Partido Republicano: la segunda enmienda es clara en relación al derecho de todo norteamericano de portar armas con su debida licencia, y no debería haber cortapisas a tal mandato constitucional. Trump, en este sentido, se opone al control de armas y prefiere fijarse en otros problemas.

En otro clásico del Partido Republicano, ha preferido derivar el enorme problema de Estados Unidos con los homicidios y la violencia relacionada con armas de fuego en la salud mental. La relación causa-efecto entre enfermedades mentales, armas de fuego y actos violentos es más que dudosa, pero aquí sus opiniones no se alejan demasiado de la línea mayoritaria del partido. Trump, además, quiere acabar con las zonas libres de armas y considera que no hay persona armada de más: a raíz de una de las muchas masacres en espacios públicos, Trump defendió que los profesores de los colegios portaran armas.

Medio ambiente: no será su prioridad

En caso de que Donald Trump alcanzara la presidencia de los Estados Unidos, todos los esfuerzos realizados hasta ahora por la administración Obama, aunque tenues, habrían sido en vano. Trump es un consolidado negacionista al que le importa poco cuántas veces la comunidad científica sea capaz de tirar abajo sus ideas sobre el calentamiento global. Para él, como ha manifestado en multitud de ocasiones en Twitter y otros foros, el aumento de las temperaturas es tan sólo cíclico y no obedece a causa humana alguna.

Pese a que lo ha calificado como una "broma", Trump ha insinuado que el cambio climático sólo es una invención de China destinada a minar la productividad industrial de Estados Unidos (algo relacionado de forma íntima con el segundo punto). Trump cree que la existencia del invierno y de las bajas temperaturas echan por tierra el calentamiento global, una mera invención para obligar a las grandes empresas a pagar más impuestos. Lo califica como un "hoax", algo minoritario entre el electorado republicano.

Aborto: perfil conservador clásico, sin reformas

El aborto está al amparo de la ley en Estados Unidos, pero los estados federales legislan y actúan de diverso modo, de tal forma que el acceso a una clínica abortiva es desigual, limitado y, en ocasiones, complejo en extremo. Bajo la administración de Trump, ninguna mujer puede esperar mayores facilidades en esta materia. Pese a su historial de defensa de la elección personal como elemento director de las políticas en materia de aborto, Trump, ahora, atacado por el evangelista evangélico Ted Cruz en un potencial flanco débil, es provida.

Muy provida. Su cambio de opinión, por un lado, viene dado, según él, por una mala experiencia personal. Por otro lado, es estratégico: de este modo se sigue granjeando el apoyo del ala dura del electorado. Pese a que ha defendido públicamente a Planned Parenthood, una organización sin ánimo de lucro que ofrece ayuda en cuestiones reproductivas para padres que lo requiera, lo ha hecho excluyendo el aborto. El apoyo de tele-evangelistas de carácter ultra-conservador viene de la mano del rechazo a su figura por una gran parte de las asociaciones pro-elección de Estados Unidos, que critican sus posturas.

Veteranos: cobertura social completa

Es quizá el punto menos destacado del escueto programa de Trump, pero relevante en clave interna estadounidense. En él, el multimillonario plantea una reforma integral del sistema de apoyo social a los veteranos de guerra estadounidenses que facilite su cuidado y la accesibilidad a todas sus necesidades. ¿Cómo? Reforzando el papel político del Departamento de Veteranos, ampliando y reforzando la asistencia médica también al plano psicológico y aumentando la partida presupuestaria dedicada al departamento.

En el fondo, Trump podría hacer cualquier cosa

Donald Trump ha dicho todo lo relatado hasta ahora en campaña, y algunas cosas más, pero lo cierto es que podría haber dicho exactamente lo contrario, como ya había hecho en infinidad de ocasiones antes de ser candidato a la nominación del Partido Republicano. Al contrario que Ted Cruz, un reaccionario evangelista cuyas convicciones radicales y anti-establishment le han llevado al aislamiento total dentro del GOP, Trump no es un producto de su propia ideología, sino de su propio ego. Su triunfo, como se explica en The Week, es precisamente superar la ideología por el puro relato populista.

Un reciente reportaje de Vox explica las connotaciones autoritarias y el perfil demagogo de Trump, y cómo su éxito momentáneo podría ser replicado en el futuro por muchos otros candidatos. Detrás de Trump hay, ante todo, imagen de liderazgo y discurso patriota desde fuera del sistema político, y no exactamente propuestas: al fin y al cabo su programa consiste en cinco medidas generales. ¿Le será suficiente para alcanzar la nominación?


Imagen | Gage Skidmore

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