¿Nos estamos volviendo más tontos? Cada vez hay más evidencia que señala que hay una tendencia a la baja en muchos países desarrollados. En uno de los estudios más amplios sobre el tema, un grupo de investigadores noruegos analizaron más de 730.000 pruebas de inteligencia. Sus conclusiones: a partir de 1975, la cosa empezó a ir cuesta abajo. Y sin frenos.
Pero el tema es complejo. La historia de la inteligencia del siglo XX ha sido la historia de una batalla soterrada entre el efecto Flynn (el crecimiento sostenido en las últimas décadas) y una tendencia genética contra el rendimiento académico y la inteligencia (cuyos efectos empiezan a volverse a ver). Una historia que empieza a ganar la genética, pero la pregunta realmente relevante es si eso es una mala noticia.
¿Inteligencia? Empecemos por lo fundamental: Los psicólogos llamamos "inteligencia general" a "una capacidad mental muy general que, entre otras cosas, implica la capacidad para razonar, planificar, resolver problemas, pensar de modo abstracto, comprender ideas complejas, aprender con rapidez y aprender de la experiencia".
¿Existe? Rotundamente sí. No sólo es uno de los constructos psicológicos más estudiados, sino uno de los respaldados por más evidencia científica. Se tratan de un conjunto de habilidades cognitivas que se presentan juntas y que podemos medir con una fiabilidad, una validez y una estabilidad temporal realmente sorprendente. Y que hasta ahora predecían muy bien el éxito social, profesional y económico (incluso una vida más larga).
Más. La buena noticia es que durante nos hemos ido haciendo más inteligentes. Es el efecto Flynn: un incremento importante y a largo plazo de la inteligencia (fluída y cristalizada) que ha podido observar durante décadas en las puntuaciones de los tests de todo el mundo. Durante décadas cada generación era más inteligente que la anterior y eso obligaba a actualizar (y recalibrar) continuamente los test durante el siglo XX.
La explicación parecía estar en la mejora de las condiciones de vida, la mejor educación y el desarrollo social.
Y menos. La mala noticia es que también nos estamos haciendo menos inteligentes. Hay una tendencia preocupante en varios países del primer mundo como EEUU, Irlanda o Reino Unido: tener un mayor rendimiento académico está relacionado con tener hijos más tarde y, por ende, con tener menos. La genética conductual tiene argumentos para afirmar que los mismos factores que relacionan inteligencia, fertilidad y supervivencia acaban dando una selección genética contra el rendimiento académico.
Y no sabemos qué significa. Hasta ahora, parecía que ambas tendencias se contrarrestaban. El problema es que Flynn no afecta por igual a todas los componentes de la inteligencia y que, llegado un punto de desarrollo, no parece razonable que la inteligencia siga creciendo. No al mismo ritmo.
El Reino de los Idiotas. Una caída de la inteligencia es, sin duda, un dato preocupante. Durante décadas hemos visto cómo las personas que puntuaban mejor en los tests de inteligencia progresaban más y mejor a lo largo de su vida. Era un hecho empírico. Sin embargo, no está claro que esto debiera a la inteligencia per se: muchos teóricos creen que el éxito de la inteligencia se debía a su encaje en un contexto socio-económico muy determinado.
El de la modernización.
Elegidos. Un ejemplo algo excéntrico: los askenazíes. Los judíos de Centroeuropa están diez puntos por encima de la media de los europeos. Según Richard Lynn en The chosen people. A study of Jewish intelligence and achievement, esto se explica por su historia: una discriminación institucionalizada que les impedía realizar trabajos manuales y los empujaba a tareas intelectuales. Esa presión socio-cultural (sumado a prácticas fuertemente eugenésicas y endogámicas) produjo una selección a favor de la inteligencia.
Modernos. Si hacemos casos a los expertos, lo que ha sucedido es que, en el mundo industrial, la inteligencia general era El Gran Recurso cognitivo. Eso provocó un prestigio social de la inteligencia que (junto con el progreso económico) hizo que se promoviera a gente con una mayor "inteligencia general". Al ser un rasgo heredable, el efecto Flynn era sota, caballo y rey.
Eso es algo que no pasaba en el mundo preindustrial, donde el trabajo intelectual era muy reducido. Y tampoco tiene por qué pasar en el futuro. En un mundo posindustrial, con amplios estados de bienestar y sistemas que garanticen la justicia social, la "inteligencia general" no tienen por qué ser el gran recurso cognitivo y sin presión selectiva. Lo lógico es que la "diversidad cognitiva" del mundo aumente. ¿Somos menos inteligentes? Puede ser, pero es que eso es lo que el mundo nos está pidiendo.
Una versión anterior de este artículo fue publicada en junio de 2018.