Tradicionalmente, el acceso a cualquier país del mundo estaba regulado bajo estrictos códigos de estancia o residencia permanente. Para la primera bastaba con argüir un interés turístico. Breve, limitado. Para la segunda, se requería un permiso de trabajo. Fijo, estable, ofertado por una empresa nacional. Esto es algo que está cambiando poco a poco, fruto del interés de muchas personas de residir en un lugar concreto al tiempo que trabajar en remoto a través de empresas o clientes extranjeros.
Dos países europeos ya lo han regulado.
Estonia, Croacia. El primero fue el pionero absoluto en materia de ciudadanía y residencia digital, Estonia. Su visa para nómadas digitales entró en vigor el pasado mes de agosto, tras un intenso y detallado trabajo legislativo. Le ha seguido Croacia. Lo anunció ayer su primer ministro, Andrej Plenković, tras una intensa campaña encabezada por un empresario holandés, Jan de Jong, con más de catorce años de residencia en el país a sus espaldas. La fecha de su aprobación es todavía incierta.
¿Qué es? Un nómada digital es una forma un tanto pomposa de referirse a las personas que, contando con un provechoso trabajo en remoto, desean conocer y recorrer el mundo. Su residencia es variable y sus estancias en los países de acogida son a menudo cortas. Por sus características, pueden pasar desde unas pocas semanas hasta varios meses en una ciudad determinada, siempre continuando con su trabajo (ya sea para una empresa determinada o como freelances).
Son una subcultura moderna, sólo concebible gracias a Internet. Cuentan con sus propios portales para valorar y evaluar destinos.
La legalidad. Se trata de una figura hasta hace unos pocos años inexistente. Una persona que reside en un país, pero que trabaja virtualmente en otro. Las legislaciones nacionales no contaban con regulaciones específicas para su situación. En la mayoría de los países residen en un limbo, encadenando visados turísticos (tres meses máximo, o noventa días a lo largo de seis meses). Tanto Estonia como Croacia, además de Bermudas, han dado los primeros pasos para solucionarlo.
¿Cómo? La regulación más detallada y específica, también la única aprobada en Europa, es la estonia. Se puede leer su funcionamiento aquí. Para obtener el visado, los nómadas digitales (en este caso extracomunitarios) deben:
- Tener la capacidad de trabajar en remoto.
- Disfrutar de un contrato de empleo con una empresa registrada fuera de Estonia, contar con una empresa propia radicada en un segundo país, o trabajar como freelance para clientes mayoritariamente no estonios.
- Cobrar más de 3.500€ brutos al mes durante los seis meses previos a la solicitud.
El exigente umbral económico ofrece pistas sobre el interés de los países en desarrollar visas para nómadas digitales. Se trata de una forma de ofrecer espacios cómodos y atractivos para trabajadores altamente cualificados (y ricos en comparación al estonio medio, cuyos ingresos medios no superan los 1.500€ al mes). Hay dos permisos, uno de larga duración (hasta un año) y uno de corta. Es un mensaje a los nómadas acaudalados de todo el mundo: venid a Estonia, sois más que bienvenidos.
La lógica. La exigencia salarial también busca desligar de toda externalidad negativa (coste) al estado estonio. El nómada digital debe costearse su propio seguro sanitario. Tampoco cotiza o paga impuestos (IRPF) en Estonia. A grandes rasgos, es un acuerdo entre ambas partes: yo, estado, te permito residir durante un año pese a no desarrollar tu actividad económica aquí; y tú, trabajador, consumes y despliegas tu talento aquí (con algo de suerte).
Diferencias. No es algo que Estonia o Croacia hayan inventado. La Unión Europea cuenta con su propio sistema de visado para los trabajadores altamente cualificados. Se trata de la "Tarjeta Azul", un permiso especial que los estados habilitan a empleados de especial valor. Los requisitos son distintos: el umbral económico es más bajo (en España, de 33.900€ anuales); pero el beneficiario debe contar con educación superior (universitaria) y disponer de un contrato con una empresa local.
No vale para los trabajadores en remoto.
Atraer talento. Cuando la Unión Europea introdujo la Tarjeta Azul, lo hizo con el expreso propósito de atraer talento (y dinero). Estonia y Croacia, dos estados pequeños que dependen de su capital humano, desean convertirse en destinos de especial atractivo para los nómadas digitales. En ambos casos, se trata de una forma de regular la inmigración externa, de marcar quién entra y quién no. Si tienes dinero, trabajas para otro y no tenemos que ocuparnos de ti... Eres bienvenido.
Alemania, República Checa o Portugal cuentan con visas y regulaciones similares para los freelance, pero en ningún caso son tan ventajosas y sencillas (si cumples los requisitos) como la estonia (y potencialmente croata). Los estados competirán entre ellos por atraerlos. Así que es probable que muchos más sigan el camino de Estonia.
Imagen: Julius Jansson