El año pasado, Apple lanzaba ResearchKit y CareKit, un framework que ayudaba a investigadores y médicos a crear apps para recopilar datos de pacientes de forma sencilla. IBM lleva meses tratando de sacar adelante proyectos basados en las aplicaciones de Watson en medicina y salud. Y a principios de mes, Google DeepMind llegaba a un acuerdo con el Servicio de Salud de Reino Unido para poder analizar los datos de casi dos millones de pacientes.
Está claro que los gigantes tecnológicos están apostando fuerte por posicionarse en el sector de la salud. Que algunas de las organizaciones con más recursos, talento y financiación del mundo se centren en la salud es una excelente noticia. Una noticia que esconde peligros sobre los que debemos reflexionar.
Un fenómeno a gran escala
Solo hay que echar un vistazo ahí fuera. En septiembre del año pasado, Thomas Insel dejó la dirección del Instituto de Salud Mental de Estados Unidos (NIMH), la institución que más dinero invierte en investigación en salud mental, para irse a trabajar a Verily, la división científica de Google. A finales de año, Michael McConnell abandonó uno de los programas de investigación cardiovascular más importantes del mundo en Stanford para trabajar en Verily también. El mes pasado, Stephen Friend, fundador de Sage Bionetworks (una de las principales organizaciones en el movimiento de ciencia abierta), fichó por Apple.
Además, es un fenómeno que ya tiene resultados positivos. Uno de los proyectos más conocidos de Verily, las lentillas inteligentes, fueron desarrolladas con este esquema. Verily (que en aquel momento se llamaba Google Life Science) sacó la billetera y fichó a Brian Otis, profesor titular de la Universidad de Washington, en 2012. Él fue el encargado del desarrollo de las smartlens.
Recursos potencialmente infinitos
Euan Ashley, también de la Universidad de Stanford, señalaba que los científicos de datos de las universidades reciben continuas 'tentaciones' para abandonar la academia e irse a la empresa privada. "La competencia entre Google y otras empresas tecnológicas hace que ellos puedan pagar mucho más que cualquier universidad".
Aunque no es sólo una cuestión de sueldos. A día de hoy, los gigantes tecnológicos tienen recursos técnicos a los que difícilmente se puede acceder desde la universidad. Y, algo muy importante, el foco de la actividad científica cambia desde la obsesión por la publicación a modelos típicos del mundo startup mucho más flexibles y atractivos para los grandes investigadores.
Este fenómeno está poniendo en una importante tesitura a las administraciones públicas y a los actores tradicionales de la investigación biomédica. Por primera vez, tenemos capacidad para acceder y analizar bases de datos casi infinitas, pero esa capacidad no es gratis. Al menos no para la sociedad.
La privatización de los datos sanitarios
Como denuncian John T. Wilbanks y Eric J. Topol en un reciente artículo en Nature, el acceso a estos nuevos recursos se está haciendo a costa de esquilmar los recursos que hasta ahora tenía el sistema público o a costa de privatizar los datos sanitarios de todo el mundo.
Sean gigantes como Google o IBM o empresas como 23andMe, estamos viendo como los grandes repositorios de datos se van confinando poco a poco en espacios cerrados y privativos. Como Wilbanks y Topol alertan, la investigación biomédica no ha tenido buenas experiencias con las cajas negras. Durante décadas se ha luchado contra los efectos perversos de estas prácticas en la industria farmacéutica. Por eso, a medida que la apuesta de las grandes tecnológicas se hace más fuerte, las alarmas saltan.
Sage Bionetwork estimaba que entre un 60 y un 75 por ciento de los pacientes están dispuestos a que las investigaciones en las que participan sean abiertas y estén accesibles para otros investigadores. Algo positivo, si tenemos en cuenta que la investigación libre es más productiva social y económicamente que la privativa. Pero la llegada de estos nuevos paradigmas de investigación están poniendo en jaque la apertura del sistema. O lo que es lo mismo, están introduciendo en medicina lógicas privativas que había costado mucho eliminar.
Cada vez parece más evidente que la siguiente batalla esencial por la cultura libre se dará en los laboratorios y en los hospitales. Y más vale que la ganemos.
Vía Nature
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