El R0 es una cifra que habla de la capacidad que tiene un patógeno de infectar a nuevas víctimas durante el periodo en el que está en el cuerpo del paciente. Esta cifra es una de las más relevantes a la hora de entender la virulencia de una enfermedad.
A comienzos de enero, el R0 para el coronavirus era de más de 2. Apenas dos meses después los cálculos arrojan un R0 de casi 6, más del doble de lo previsto al principio. Entender cómo funciona este número es importante para comprender mejor cómo va a desplegarse la enfermedad en la población. Obviamente, esto es vital para definir estrategias realistas y atajar la pandemia de la forma más eficiente posible. Sin embargo, en el caso del coronavirus, este número es mucho más grande de lo que habíamos calculado al comienzo de esta situación.
Coronavirus y gripe, la nefasta comparación
A principios de año, la aparición de esta enfermedad sorprendió por la velocidad de expansión y el impacto que vaticinaba. Según avanzaba, las medidas se hacían más crudas y comenzaban a aparecer las primeras incógnitas de las que hablamos a principios de marzo. Empezaron, también, las comparaciones con la gripe y sus cifras: letalidad, contagios, R0... A pesar de que se advirtió del error y el peligro de hacerlo. Para finales de marzo, las cifras de fallecidos y el caso de Italia avalaban la decisión de confinar a la población. El panorama mundial ante la pandemia dejaba claro la diferencia entre esta enfermedad y la gripe. Además, otro dato comenzaba a coger fuerza: el cálculo inicial de su R0, a principios de año, se había quedado muy corto.
A pesar de los avances realizados para conocer al virus, todavía existen muchas incógnitas en torno a su transmisibilidad. La cantidad de incertidumbre y datos erróneos, algo de lo que hablábamos recientemente, hace mucho más difícil seguir las estadísticas reales. Las estimaciones iniciales del CDC chino, en enero sugerían que el número de personas infectadas se duplicaba cada 6 o 7 días, con un R0 de 2,2 a 2,7. En contraste, los datos presentados a principios de abril arrojan cifras más inquietantes: el coronavirus se extiende más rápido y fácilmente de lo previsto en un principio.
Los resultados prepublicados por el equipo de epidemiología del Laboratorio Nacional de Los Alamos muestran que el tiempo de duplicación es más bien de 2,3 o 3,3 días, con un R0 de 5,7 de media. ¿Qué ha cambiado desde entonces? La diferencia no es tanto metodológica, pues se ha usado un modelo similar basado en el número de contagios y los contactos por paciente. La disparidad entre la R0 inicial y la de abril la podemos explicar por los conocimientos adquiridos durante estos últimos meses. Especialmente en los datos estadísticos, cada vez más certeros, que las autoridades de cada país aplican cada vez más y a las mejores medidas de control contra la COVID19. Esto ayuda a aportar datos más fidedignos, aunque los matices de dichos datos (por qué la letalidad cambia según la zona, cómo afectan las medidas...) todavía nos son imposibles de aprehender.
Explicado de otra manera, un R0 de 5,7 indica que una persona infectada es capaz de contagiar, de media, a 5,7 personas. Esto se debe a varias razones que ponen tierra de por medio con respecto a la gripe: la capacidad infectiva del propio virus, que no requiere de mucha carga viral; la posibilidad de transmitir el virus sin mostrar los síntomas y en las primeras etapas de infección; la capacidad de resistir del virus en superficies inertes y hasta el desconocimiento de la sociedad sobre el funcionamiento de este.
De las previsiones y modelos que mencionábamos sacamos una conclusión clara: el coronavirus es mucho más contagioso, con una R0 mucho mayor, de lo que pensábamos. En comparación, esta cifra es entre dos y cinco veces mayor que la de la gripe, que alcanza un R0 de 2,8 según los datos del CDC chino. Otra comparación interesante: con un R0 de 2,7 de media, según el Departamento de Bioestadística de la Universidad de Washington, incluso el ébola es menos contagioso que el coronavirus.
Los datos estimados hasta la fecha, situan el SARS-CoV-2 entre las enfermedades más contagiosas, al nivel de la rubeóla, la tos ferina o la letal viruela, cuyas cifras de R0 están entre el 3,5 y el 6. También es cierto que este coronavirus se queda muy por debajo de las dos grandes enfermedades de transmisión aérea: el sarampión y la varicela, cuyo R0 está entre el 10 y el 18.
¿Qué es y cómo funciona el R0?
Los epidemiólogos, como ocurre con muchas otras ciencias estadísticas, centran sus modelos y afirmaciones en cifras. Una de las más importantes, sobre todo al principio de una enfermedad, es la R0. Con este nombre se denomina al número básico de reproducción o ritmo básico de reproducción. En una enfermedad, R0 nos indica cuántas personas pueden ser infectadas a partir de un paciente (que sería el individuo 0). Así, un R0 de uno quiere decir que un infectado podrá infectar a otro. Si el R0 es igual a cinco, hasta cinco individuos podrán contraer la enfermedad durante el periodo infeccioso que dure en el R0.
Esta cifra se calcula a partir de datos empíricos, aunque se ve afectada por muchas variables complejas. No existe un único método para calcular el R0, sino que este se determina de forma directa según los casos observados en una epidemia, normalmente, o siguiendo modelos estadísticos que consideran diversas variables. Existen diferentes modelos, algunos más simples y otros más complejos, para determinar el R0 y, también, sus implicaciones. Esto lo vemos claramente en los dos cálculos: el realizado en enero y el de ahora, en abril; que utilizando modelos similares, que se basan en el cálculo de infectados y el contacto que han tenido entre sí, alcanzan cifras muy distintas. La razón, como ya hemos explicado, está en la calidad y la cantidad de datos obtenidos a medida que avanzaba la enfermedad.
El R0 es útil ya que ayuda a determinar cuándo una enfermedad infecciosa puede dar lugar a un brote epidémico serio. Su interpretación y uso se deben a los trabajos de Alfred Lotka y Ronald Ross y George McDonald, entre otros epidemiólogos. Gracias a este último, por ejemplo, sabemos que un R0 menor que uno significa que la enfermedad dejará de propagarse tras un periodo largo, mientras que si supera el uno comienza a tener un potencial virulento importante. En términos generales, cuanto mayor es R0, más difícil es de controlar la enfermedad.
El R0, una cifra esencial, al principio de la epidemia
Es indispensable conocer con seguridad el R0 de la enfermedad para poder acometer de manera eficaz un plan de contingencia, especialmente si hablamos de previsiones. En otras palabras: el R0 era, probablemente, la cifra más buscada al principio de la pandemia. En estos momentos, estadísticas como la letalidad o la probabilidad de cura nos dan datos más urgentes para poder ayudar a frenar la curva de contagios. Esto es gracias a medidas como el confinamiento, cuyo objetivo es reducir la R0.
Es más, las revisiones de casos anteriores indican que esta cifra, por sí sola, no es de tanta utilidad. Sin embargo, al ponerla en contexto con otros parámetros epidemiológicos, esta cifra permite conocer mejor un brote epidémico y preparar la respuesta de salud pública correspondiente en los primeros estadios de la enfermedad.
Por otro lado, existe un factor más técnico relativo al R0: la expansión de un virus es un dato más en el puzle que nos permite conocer cómo evoluciona la enfermedad. Al igual que en el contexto epidemiológico, la capacidad de contagio puede ayudarnos a comprender mejor los mecanismos moleculares que utiliza el virus, una puerta que hay que abrir si queremos combatirlo.
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