Ya lo dice el dicho: en ocasiones la realidad supera a la ficción. Y si esa realidad es la burocrática lo que puede superar fácilmente es la mejor ficción de los hermanos Marx. Acaba de ocurrir en España, más concretamente en Santander y Asturias, y a cuenta de una infraestructura tan esperada por ambas comunidades como la nueva flota de ferrocarriles, por la que sus vecinos claman desde hace tiempo.
El caso —avanzado por El Diario Montañés— es desde luego digno del mejor guion tragicómico berlanguiano y ha desatado una tormenta política e institucional que ha llevado al presidente cántabro, Miguel Ángel Revilla, a hablar de “chapuza”, “broma del día de los inocentes” y por supuesto cese de responsables.
¿Qué ha ocurrido? Básicamente que Renfe ha encargado un lote de trenes que difícilmente podrían circular por parte del trazado para el que estaban pensados. Y sería así por una razón muy sencilla: son demasiado grandes para sus túneles.
Cuestión de (malas) medidas
Para entender lo ocurrido hay que remontarse unos años atrás, a enero de 2019, cuando Renfe publicó un pliego para adquirir 31 trenes de ancho métrico con los que pretendía renovar la red de cercanías y media distancia (MD) en el norte. El documento incluía, entre otra información, los gálibos a los que debía ajustarse la nueva maquinaria. A mediados de 2020, la operadora adjudicó el contrato a Construcciones y Auxiliar de Ferrocarriles (CAF), una veterana del sector.
Hasta ahí todo normal, nada que se salga del guion habitual de la burocracia.
El contrato, que contemplaba a mayores seis trenes para la sierra madrileña, se adjudicó por 258 millones de euros y contemplaba el suministro de 37 unidades en total, además de un servicio de mantenimiento parcial durante 15 años.
"Los 31 nuevos trenes para la red de Ancho Métrico (26 eléctricos y 5 híbridos) permitirán reducir la edad media de los 28 años actuales a 15 al final del contrato de Obligación de Servicio Público suscrito por Renfe con el Estado para la prestación de estos servicios", presumía la operadora ferroviaria.
El problema es que CAF se dio cuenta de un detalle mientras elaborada el proyecto. Uno importante. La compañía se percató de que había un error de cálculo que afectaba a las medidas. Y avisó a la operadora. Tal y como estaban planteados, la altura de los trenes les impediría sencillamente atravesar varios túneles de la línea de cercanías de Asturias y Cantabria, la antigua FEVE, una infraestructura vetusta que discurre además por zonas sinuosas.
El incidente, claro está, no ha sentado bien en las regiones que esperaban los trenes desde hace tiempo. “Vamos a ver quién ha cometido el gravísimo error de sacar a licitación un proyecto que no era viable en la medida en que la anchura de los gálibos de los túneles que tenemos tanto aquí como en Asturias no coincidían con la dimensión de los trenes que se iban a fabricar”, lamentaba Miguel Ángel Revilla en declaraciones recogidas por La Vanguardia. El líder cántabro asegura que su homólogo asturiano, Adrián barbón, “está igual de indignado”.
Tocaba buscar una solución.
Sobre la mesa, Renfe, Adif, CAF y la Agencia Estatal de Seguridad Ferroviaria (AESF), habrían puesto diferentes posibilidades, como adaptar los nuevos trenes a la normativa de gálibos para la red de vía estrecha, una solución que afectaría de forma directa a las prestaciones de una maquinaria que se busca modernizar el servicio actual. Esa opción habría quedado descartada por “inasumible”.
Se pensó también en centrarse en la propia estructura de los tramos de la discordia, pero semejante medida tendría dos hándicaps tan molestos como gravosos: alargaría los plazos y dispararía los costes. Otras opciones que acabaron desechas pasaban por marcar una excepción en la infraestructura de gálibos o cambiar la reglamentación para la red de ancho métrico. Ni una ni otra.
Por lo que se habrían decantado los responsables es por el conocido como “método comparativo”, contemplado en la normativa europea, pero no en la española, y que consiste básicamente en tomar como referencia un tren que circula ya por la línea. La idea es adoptar sus medidas a modo de referencia para la nueva maquinaria.
Quedan botando sin embargo cuestiones importantes, como en qué medida afectará el contratiempo a los costes o cuánto alterará el calendario previsto en un inicio. Revilla ya ha reconocido que espera que “ruedan cabezas” por una demora que, según precisan medios como El Confidencial o El Diario Montañés, podría rondar los tres años. En Cantabria esperarían en concreto 21 trenes, mientras la decena de unidades restante estaría comprometida para Asturias.
“La parte contratante de la primera parte…”, bromeaba el CSIF en Twitter, tirando de ironía cinéfila, al recordar el caso y reclamar “servicios públicos de calidad”.
Imágenes: Nelso Silva (Flickr)
Ver 18 comentarios