Ponerle el procesador de un smartphone a un portátil no parecía muy buena idea hasta no hace mucho, pero estos chips han avanzado de tal forma que en Microsoft llevan tiempo apostando por un nuevo segmento de dispositivos que por fin ofrezcan una alternativa a los chips de AMD y de Intel y, sobre todo, a la arquitectura x86 que ha dominado este panorama durante décadas.
Para los responsables de Redmond los procesadores ARM están preparados, y su último intento de convencernos de que un portátil ARM es posible es el Surface Pro X, que hereda muchas de las virtudes de los Surface Pro que todos conocemos y queremos, pero que cambia en ese componente fundamental. Ese cambio hardware tienen sus ventajas y sus inconvenientes, y nosotros hemos tratado de caer en las redes de un concepto que ha madurado y que está ya muy cerca de lograr su propósito en muchos ámbitos. El problema es que aún no es un producto redondo.
Ficha técnica del Surface Pro X
Surface Pro X | |
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Pantalla | 13" PixelSense 3:2 2.880 x 1.920 píxeles |
Procesador | Microsoft SQ1 (Qualcomm) |
Tarjeta gráfica | Adreno 685 iGPU |
Memoria RAM | 16 GB LPDDR4X |
Almacenamiento | 256 GB |
Cámaras | Trasera: 10MP, aufocus Frontal: 5MP |
Batería | Hasta 13 horas |
Dimensiones y peso | 287 x 208 x 7,3 mm |
Puertos | 2 x USB-C, Surface Connect, Surface Keyboard, 1 x NanoSIM |
Conectividad | WiFi 5 (802.11ac), Bluetooth 5.0, 4G/LTE |
Otros | Windows Hello para reconocimiento facial, altavoces estéreo de 2 W con Dolby Audio Premium |
Precio |
Hablemos de ese procesador ARM
La hoja de especificaciones del Surface Pro X no parece muy distinta de cualquier otro portátil o convertible de esta gama.
No al menos hasta que uno se fija en un apartado clave: el procesador, que en lugar de seguir la tendencia clásica y tratarse de algún modelo de fabricantes como Intel o AMD es en realidad un chip muy distinto.
Se trata del Qualcomm Snapdragon / Microsoft SQ1, un desarrollo en el que este fabricante ha colaborado con Microsoft para ajustarlo a las especificaciones que ambos han considerado óptimas para un producto con este formato y prestaciones.
El SQ1 es una singular variante del Snapdragon 8cx, y como este último está fabricado con tecnología de 7 nm y cuenta con un TDP muy contenido: tan solo 7 W que por supuesto condicionan el rendimiento que podemos esperar de él, pero que también son claves para mantener ese procesador a temperaturas controladas incluso en escenarios en los que se demanda de él toda su potencia.
Estamos ante una CPU octa-core que es capaz de alcanzar hasta 3 GHz en sus núcleos, pero es que este SoC demuestra esa versatilidad de los chips ARM y que permite integrar en una sola die un conjunto de funciones realmente sorprendentes.
Entre esas funciones está la orientada a las tareas gráficas. La GPU Adreno 685 puede ofrecer hasta 2,1 TFLOPs de potencia bruta, lo que en esencia significa que es -al menos en esos términos- el doble de potente que la GPU integrada de los procesadores Intel de 8ª generación.
De hecho la propuesta de Qualcomm y Microsoft es notable porque ese diseño permite tiene un rendimiento por vatio que es tres veces el que encontrábamos en los procesadores Intel de la familia Coffee Lake en los Surface Pro 6. Por supuesto una cosa es la eficiencia y el rendimiento por vatio sobre el papel y otra cosa muy distinta el impacto y prestaciones reales que este chip ofrece a los usuarios.
Hay además otras áreas de interés en el chip: como sucede con otros chips de Qualcomm, este modelo cuenta con núcleos específicos para procesar tareas de inteligencia artificial, y aquí los responsables de Qualcomm asegura que es comparable al Snapdragon 855 en este ámbito. Esa potencia es aplicable por ejemplo al reconocimiento facial o a la monitorización y optimización de la batería, pero una vez más todas esas cifras y datos pueden significar otra cosa una vez se ven en un uso real del equipo.
El último de los componentes claves de este SoC es, por supuesto, el del módem que da acceso a la conectividad LTE, ventaja clara de estos equipos "siempre conectados" y que en este caso lo pueden estar gracias a una ranura Nano SIM en la que podremos insertar una tarjeta de este tipo para poder conectarnos a internet como si lo hiciéramos desde un smartphone y sin necesidad de acceso a redes WiFi.
Un diseño que adelgaza y que aporta una idea genial
A primera vista el Surface Pro X no parece muy distinto de los Surface Pro de los que hereda el factor de forma. Una revisión algo más profunda comienza pronto a revelar no obstante un diseño que gana enteros en varios apartados.
Efectivamente la propuesta de Microsoft aquí toma como base los mismos principios de sus antecesores basados en micros de Intel, pero la presencia de un chip ARM parece haber provocado una ambición notable a la hora de adelgazar este dispositivo.
El grosor es de 7,3 mm frente a los 8,5 mm del Surface Pro 7 que analizamos recientemente en Xataka, pero es que el propio contorno de los bordes cambia de forma total, y de esos laterales planos pasamos ahora a unos contornos redondeados.
Esos laterales redondeados esconden las opciones de conectividad, que son algo más escasas de lo que hubiéramos deseado: el Surface Pro X cuenta con dos puertos USB-C, un puerto Surface Connect y la ranura para una tarjeta nano SIM (aunque la opción eSIM también existe). Echamos de menos un conector USB-A convencional, pero sobre todo echamos de menos el conector de auriculares que también está ausente en este equipo.
Los marcos de pantalla son también claramente menos gruesos que los del Surface Pro 7, y resulta sorprendente que este dispositivo tenga prácticamente el mismo tamaño y peso, pero integre una pantalla considerablemente mayor: de las 12,3 pulgadas del SP7 pasamos a las 13 pulgadas del Surface Pro X, un logro destacable para una Microsoft que curiosamente ha reservado ese avance para su convertible ARM.
Ese diseño tiene ciertos compromisos, y aquí debemos destacar el hecho de que haber mantenido el grosor en esos 8,5 mm (o no rebajarlo tanto) hubiera permitido contar con una batería de mayor capacidad. Hablaremos más adelante de la autonomía ofrecida, pero aquí vemos cómo la prioridad que Microsoft ha dado a esa búsqueda por el grosor mínimo es en nuestra opinión errónea.
Con todo y con eso, la vuelta de tuerca al ya reconocible y reputado diseño de los Surface Pro se pone interesante en un apartado muy especial: el de su funda teclado Signature Keyboard, que en nuestro caso además de estar protegida con tejido Alcantara llegaba también con el stylus o lápiz, llamado Slim Pen por parte de Microsoft.
El teclado no es muy distinto en esencia de lo que habíamos visto en fundas de este tipo para los Surface Pro salvo en un apartado: en la parte superior, por encima de la fila superior de teclas de función, encontramos un pequeño hueco destinado al Slim Pen, que no solo podremos guardar allí, sino que además se recarga de forma inalámbrica para estar totalmente preparado cuando lo necesitemos.
La idea es sencillamente fantástica aunque condiciona el formato del lápiz -plano y delgado, menos "contundente" que otros stylus en el mercado-, y permite contar con una opción excelente para proteger y cargar este accesorio.
Otro elemento singular del diseño es el que se encuentra bajo el soporte del Surface Pro X. Al usar una herramienta como las de las ranuras SIM para abrir la tapa nos encontramos tanto con la ranura nano SIM como con la unidad SSD en formato M.2 2230, un formato realmente compacto pero que nos permite cambiar esa unidad por otra en el futuro si así lo deseamos.
El touchpad presente en ese teclado es también idéntico al de otras fundas con teclado para los Surface Pro 7. La respuesta es estupenda y aunque el tamaño es limitado -las propias dimensiones del periférico y el convertible condicionan ese apartado- estamos ante un componente que cumple a la perfección.
Redmond, tenemos un problema (software)
El que avisa no es traidor, y Microsoft avisa. Lo hace con letra pequeña en las especificaciones del Surface Pro X, en las que revela que su tableta convertible basada en un procesador ARM tiene algún que otro compromiso.
De hecho tal y como indica en esas notas Microsoft, "por el momento, Surface Pro X no instalará aplicaciones de 64 bits que no se hayan portado a ARM64, algunos juegos y software CAD, y algunos controladores de terceros o software antivirus."
Ahí está precisamente el quid de la cuestión: que en un equipo convencional con arquitectura x86-64 y procesador Intel o AMD jamás nos preocuparemos por esto, y podremos acceder a todo el catálogo de Windows sin problemas.
En el Surface Pro X esto no es así, y existe un buen número de aplicaciones de 64 bits que no podremos instalar ni utilizar con el equipo. En nuestras pruebas lo comprobamos por ejemplo con soluciones tan extendidas como Firefox -que tiene ya versiones en pruebas del navegador compilado para micros ARM de 64 bits- o Slack en sus versiones de 64 bits.
El instalador de Slack daba un mensaje de error extraño y poco comprensible -abrir el registro de instalación no ayudaba en nada-, mientras que al intentar instalar la versión de 64 bits de Firefox nos encontrábamos con un mensaje de error que parecía indicar que el sistema operativo con el que estábamos trabajando con un sistema operativo de 32 bits cuando en realidad no es así.
De hecho la versión de Windows 10 Home preinstalada en el Surface Pro X es una versión de 64 bits compilada para ARM, pero el soporte de estos binarios es reducido porque deben estar precompilados para esta plataforma, o de lo contrario no funcionarán.
Esa incompatibilidad plantea problemas con diversas aplicaciones, pero también con controladores de dispositivos de 64 bits que tampoco funcionarán. El problema se extiende al soporte OpenGL, que no está al alcance de la GPU integrada Adreno 685 que sí soporta la API DirectX 12. No estamos ante un equipo gaming, desde luego, pero la ausencia de este tipo de soporte es desde luego conflictiva para cierto tipo de usuarios.
No es un problema crítico en muchos casos: los desarrolladores siguen ofreciendo versiones de 32 bits para muchas aplicaciones, así que al menos en el caso de los dos ejemplos citados bastó con descargar los ficheros de instalación de esas versiones de 32 bits. El rendimiento puede no obstante verse ligeramente afectado, puesto que la ejecución de estas aplicaciones se realiza a través de la emulación.
Eso permitió completar esas instalaciones para luego poder utilizar estas aplicaciones sin problemas, y de hecho sigue siendo muy habitual que en equipos x86-64 con Windows 10 de 64 bits sigan ejecutándose un buen número de aplicaciones de 32 bits.
De hecho usar aplicaciones de 32 bits en un sistema operativo de 64 bits no es normalmente malo "per se". No hay pérdida de rendimiento como tal, y la ventaja fundamental es poder acceder a un espacio de direcciones que supera los 4 GB que tiene como limitación la arquitectura de 32 bits (aunque las técnicas PAE aliviaron ese problema).
Esa ventaja de los 64 bits se aprecia en dos escenarios cotidianos de muchos usuarios. El primero de ellos es menos preocupante. Se trata de los juegos, que sí suelen aprovechar esa memoria RAM adicional. Dado que el Surface Pro X no es un equipo orientado a este tipo de escenarios, para muchos usuarios el problema no es tan grave.
La cosa cambia con el segundo escenario cotidiano de aplicaciones que sacan partido de sus versiones de 64 bits. Los navegadores son devoradores de memoria RAM, y poder acceder a más de 4 GB es algo que las versiones de 64 bits aprovechan cuando tenemos abiertas múltiples pestañas en un navegador u otro.
No notamos grandes problemas al usar Microsoft Edge o la versión de Firefox de 32 bits que instalamos en el equipo, pero es cierto que tampoco abrimos demasiadas pestañas, algo que sí que podría poner en un compromiso a este equipo.
Hay otras aplicaciones como Photoshop se benefician de esa memoria extendida que son capaces de manejar los sistemas operativos y procesadores de 64 bits, y de hecho Adobe prácticamente ha abandonado el soporte de aplicaciones de 32 bits: las nuevas versiones son solo de 64 bits, por ejemplo, lo que obliga a instalar viejas versiones de 32 bits para poder utilizarlo en este equipo.
El rendimiento, casi un misterio
Precisamente una de las áreas en las que nos encontramos con problemas software fue en la de la evaluación del rendimiento del equipo, y la razón es sencilla: las suites de pruebas a las que solemos acudir no son compatibles con el Surface Pro X.
No fue posible pasar pruebas con PCMark 8, PCMark 10 o con 3DMark. En algunos de los casos la herramienta avisaba que no era compatible con el hardware, mientras que en otros como en la prueba Ice Storm de 3DMark todo parecía que avanzaba pero en realidad el proceso se quedaba atascado en una parte de la carga de la prueba como tal.
Eso ha hecho difícil evaluar el rendimiento de un equipo que con ese Microsoft SQ1 parece preparado para afrontar cargas de trabajo decentes al menos en el terreno de la productividad ofimática o la navegación web. Para hacernos una idea de ese rendimiento sí pudimos enfrentar al Surface Pro X a Geekbench 4 y Geekbench 5, unos tests muy propios de móviles basados en micros ARM que desde hace tiempo están también disponibles en arquitecturas x86-64.
Geekbench 4 (Single Core / Multi Core) | Geekbench 5 (Single Core / Multi Core) | |
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Surface Pro X (Snapdragon SQ1) | 3.554 / 11.600 | 729 / 2.834 |
Surface Pro 7 (Core i5-1035G4) | n.d. | 1.235 / 3.837 |
Surface Laptop 3 (Ryzen 5 Surface Edition) | 3.864 / 11.605 | 847 & 2.903 |
Lenovo ThinkBook (Core i5-8265U) | 4.387 / 12.678 | 1.027 / 3.234 |
En esas pruebas pudimos comprobar cómo el rendimiento del Surface Pro X es muy similar según Geekbench 4 y Geekbench 5 al del Surface Laptop 3, un logro notable para un micro teóricamente más orientado a móviles que a equipos portátiles que pueden funcionar en realidad también como equipos de sobremesa.
Sí que realizamos una prueba de rendimiento de la unidad SSD del equipo a través de la herramienta CrystalDiskMark, y con ella obtuvimos unas cifras muy decentes: 1.989 MB/s en lectura y 811 en escritura, lo que se sitúa en la línea de los 2.001/823 MB/s del Surface Laptop 3, por eje,plo.
No es un dato concluyente, pero lo cierto es que nuestra experiencia demostró que la fluidez de la interfaz de Windows 10 y de las aplicaciones —las que no dieron problemas por estar soportadas, claro— fue notable en todo momento. Buena parte de este análisis ha sido redactado y maquetado con el Surface Pro X, y la sensación general ha sido buena.
Eso demuestra que el salto generacional que Qualcomm y Microsoft han dado en este equipo en relación con anteriores incursiones en el mundo de los equipos ARM basados en Windows -como el HP Envy x2 o el Lenovo Yoga C630 WOS- es realmente notable.
De hecho, esto no parece un equipo ARM hasta que alguna aplicación se queja. Es casi imposible detectar que estamos trabajando con un convertible diferente a no ser que usemos aplicaciones para identificar ese hardware o, claro, que alguna aplicación falle por no cumplir los requisitos que está imponiendo Microsoft en estos equipos.
La batería, otra de las teóricas grandes ventajas de este equipo, se comportó de forma muy decente, y en nuestras pruebas superó holgadamente las 9 horas -acercándose a las 10 según la jornada- con el brillo de pantalla a nivel medio y sesiones de trabajo convencionales.
En dichas sesiones el navegador siempre fue protagonista, pero además usamos diversas herramientas y aplicaciones de forma paralela para reproducir vídeo, o música, además del cliente de Slack o herramientas de edición de imagen sencillas.
No son las 13 horas de autonomía que promete Microsoft, y aquí esperábamos aún más sorpresas dado que teóricamente estamos ante una plataforma que presume de una eficiencia ejemplar. Parte del problema está en la desventaja que mencionábamos al principio: esa obsesión por la delgadez ha comprometido la posible integración de una batería de mayor tamaño que sin duda hubiera dado más margen de maniobra en este sentido.
Esta pequeña decepción queda compensada en parte con el soporte de carga rápida de este equipo, que con el adaptador de 65 W proporcionado se carga en apenas hora y media usando el puerto Surface Connect, aunque podremos también usar uno de los dos puertos USB-C como alternativa si lo necesitamos.
Una experiencia coja sin el teclado opcional (o el stylus)
La experiencia con el equipo es estupenda en el ámbito multimedia: los altavoces se comportan de forma generosa, sin apenas distorsión a volúmenes elevados. Donde hay una mejora interesante es en las cámaras, que superan a las del Surface Pro 7.
En el frontal contamos con un sensor de 5 MP que permite videoconferencias en Full HD y que está acompañada de dos micrófonos de calidad para este tipo de escenarios. En la parte trasera, más sorpresas agradables con el sensor de 11 Mpíxeles con autoenfoque que es un salto notable respecto al sensor de 8 MP del Surface Pro 7.
El sistema de reconocimiento facial de Windows Hello funciona de forma impecable, y la autenticación a través de esa opción es fantástica y rápida.
Como sucede con todos los dispositivos de la familia de convertibles Surface, el problema es que el precio de partida de estos dispositivos no es el precio final de la solución que nos propone Microsoft. Para que estas tabletas convertibles sean verdaderamente útiles necesitaremos comprar además su funda teclado, que integra el touchpad y permite trabajar con este equipo como si se tratase de un portátil convencional.
Esa funda teclado cuenta con el hueco para el lápiz específico de este modelo -podemos seguir "pegándolo" a uno de los laterales imantados de la pantalla-, pero de nuevo se trata de un elemento opcional que solo podremos disfrutar si pagamos por este periférico.
El incremento de precio es notable: el Surface Slim Pen cuesta 144,99 euros mientras que el teclado cuesta exactamente lo mismo. Podemos adquirir el pack, pero al hacerlo curiosamente no solo tendremos un descuento, sino que Microsoft nos cobrará ligeramente más (294,99 euros frente a los 289,98 euros al sumar los dos) porque ese teclado independiente no es el Signature Keyboard: este último cuenta con el hueco de sujección y carga inalámbrica para el Slim Pen, mientras que el teclado por sí solo no.
El comportamiento de ese Slim Pen es excelente, no obstante, y en su parte posterior contamos con un botón que al ser presionado lanzará la aplicación Microsoft Whiteboard para poder tomar notas o dibujar inmediatamente. También contamos con dos botones configurables más cerca de la punta.
La sensibilidad a los distintos niveles de presión es fantástica, y hace ya tiempo que la apuesta de Microsoft por este accesorio ha madurado y ofrece una experiencia sobresaliente tanto para artistas -el Surface Pro X s compatible con el Surface Dial- como para quienes toman muchas notas manuscritas en estas tabletas convertibles.
El problema, una vez más, es que nos encontramos así —una vez más— con un sobrecoste importante para la tableta de Microsoft, que en su configuración de pruebas (16 GB de RAM, 256 GB de SSD) tiene un precio de 1.649 euros sin contar con el teclado y el stylus.
Al incluirlos en el conjunto, nos encontramos con que el coste total asciende a 1.943,99 euros, un precio que a pesar del atractivo de la plataforma es demasiado elevado para los obstáculos que impone.
Surface Pro X, la opinión y nota de Xataka
Resulta difícil recomendar la propuesta de Microsoft cuando por el mismo precio (o bastante menos) podemos acceder a equipos portátiles ultraligeros realmente destacables y que probablemente superan en muchos ámbitos a este Surface Pro X.
La cuestión es que este no es un portátil para todos los públicos, y Panos Panay, responsable de la división hardware de Microsoft, ya lo dejó claro al presentarlo: este es un producto destinado sobre todo a trabajadores móviles: gente que necesita estar siempre conectado y que se aprovecha de la portabilidad y la conectividad de este equipo.
Es en ese escenario donde el Surface Pro X puede resultar realmente interesante, y donde brillan esas opciones que curiosamente hacen un guiño a un futuro Surface Pro 8: marcos de pantalla más finos, más diagonal de pantalla en el mismo chasis y quizás ese singular hueco para el Slim Pen que tanto nos ha gustado en este Surface Pro X.
Esos avances en el diseño quedan lastrados por el precio y por esos pequeños obstáculos que plantea una apuesta tan singular como esta: querer que la transición a Windows 10 ARM sea perfecta es una utopía, y lo cierto es que en muchos casos el equipo se comporta de forma óptima.
Se habla de que Microsoft está trabajando en una capa de emulación para binarios x86-64 de 64 bits que permita limar buena parte de las asperezas actuales, pero de momento la realidad es esta: los desarrolladores deben trasladar sus binarios a ARM64 para sacar provecho de este equipo, y es difícil que muchos lo hagan si no hay una apuesta masiva por la plataforma.
Precisamente esos conflictos software son los que condicionan la recomendación para un equipo que tiene muchas luces, pero que queda ensombrecido por un precio muy elevado que hace que probablemente mucho prefieran ir a apuestas más seguras. Microsoft, de hecho, ofrece una herramienta que nos ayuda a elegir entre los productos de la familia Surface.
Quizás el Surface Pro X no sea perfecto, pero es un buen paso en un camino complejo -el de dar el salto a las arquitecturas ARM- que Microsoft ha abordado con valentía y más acierto que nunca en esta ocasión.
8
A favor
- Muchos puntos a favor en un diseño que aprovecha más el frontal y que aporta ideas como la del Slim Pen
- La pantalla vuelve a ser punto destacable de un convertible de Microsoft, buena calidad del audio y vídeo
- Contar con ranura nano SIM nos libera de las ataduras de las conexiones WiFi
En contra
- Las incompatibilidades del software lastran la experiencia de usuario
- Echamos de menos algún puerto USB convencional, y sobre todo el minijack
- Precio muy elevado, máxime si tenemos en cuenta la necesidad de adquirir el teclado
- La promesa de la batería con gran autonomía en equipos ARM no se cumple
El ordenador ha sido cedido para la prueba por parte de Microsoft. Puedes consultar nuestra política de relaciones con empresas.
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