En los viejos tiempos publicar un libro era una tarea harto difícil, sobre todo para autores independientes y noveles. Encontrar un agente o editorial que apostase por un escritor era la única opción para ver cómo tu obra acababa convirtiéndose en un libro que se vendiese en tiendas y librerías. El contacto con los lectores era mínimo, y se reducía a las sesiones de firma y a alguna que otra conferencia que los autores pudieran dar.
Hoy en día las cosas han cambiado. La autopublicación está a la orden del día, los libros electrónicos han ofrecido un canal de venta muy válido para muchos autores independientes, y los canales de distribución se han multiplicado. Pero también lo ha hecho el contacto con esos lectores, que ahora puede llegar a ser especialmente intenso. De hecho, esa presencia en internet hace que muchos autores tengan muchas más opciones de tener éxito con sus obras.
Internet ha cambiado el mundo a los escritores
Las cosas han cambiado para muchos aspirantes a escritores. Internet es el escaparate perfecto para su obra, y las labores de marketing, antes reservadas a los agentes y editoriales, pueden ser llevadas a cabo por los propios autores. Crean newsletters, podcasts, o regalan libros cortos o partes de sus obras para que los lectores puedan "probar antes de comprar". Cosas que difícilmente eran accesibles antes a menos que uno se pasase unas horas en alguna de las salas de lectura de la Fnac, por ejemplo.
Seth Harwood, que enseña literatura en la Universidad de Stanford, contaba su experiencia en SFGate ya en 2010. "El modelo de los agentes y editoriales como guardianes de la obra ya no funciona. El viejo modelo hacía que tuvieras que ir a través de un agente, un editor y una editorial y luego a la librería para llegar a los fans. Ahora puedes evitar todos esos guardianes e ir directamente a los fans online".
Por supuesto, la aparición de muchas más obras independientes hace que haya mucho "ruido". Que haya que separar el grano de la paja y rescatar aquellas obras que realmente merecen la pena. Harwood ya lo reconocía entonces, pero destacaba que "puedes dejar que los fans hagan ese trabajo de filtrado en lugar de los agentes y las editoriales". Ahí es donde precisamente entran las redes sociales y el boca a boca digital, que permiten que las críticas y alabanzas sobre un autor y su obra se conviertan fácilmente en algo viral.
Hay muchos ejemplos de autores ya consagrados que aún así utilizan las redes sociales activamente -Paulo Coelho, Stephen Fry, Neil Gaiman, Salman Rushdie o nuestro Arturo Pérez-Reverte son algunos ejemplos claros-. En The New York Times varios de esos autores consagrados ya daban algunas claves sobre su participación en Twitter. Entre las ventajas, los 140 caracteres, que hacen que la comunicación breve sea demasiado tentadora como para evitarla.
Algunos autores con cierta fama precisamente se niegan a participar en ese nuevo discurso digital, y son por ejemplo famosas las críticas de Jonathan Franzen a Twitter -al que califica como el "medio irresponsable definitivo"- o a los libros electrónicos. Su crítica a algunos autores por su uso de Twitter fue rápidamente respondida por Salman Rushdie:
Dear #Franzen: @MargaretAtwood @JoyceCarolOates @nycnovel @NathanEnglander @Shteyngart and I are fine with Twitter. Enjoy your ivory tower.
— Salman Rushdie (@SalmanRushdie) September 16, 2013
Otros, sorprenden por su poco alcance a pesar de ser archiconocidos autores de best-sellers -Ken Follet no llega a los 27.000 seguidores en Twitter- o por su poca actividad -George RR Martin tiene medio millón de seguidores, pero solo ha publicado 260 tuits-, y son precisamente los autores noveles o independientes los que más atención prestan a estos importantes canales de comunicación con los lectores.
No todos están convencidos de la validez de este nuevo modelo, claro, y en un reportaje de The Guardian de julio de 2012 la escritora Joanna Penm hablaba sobre el problema de mantener ese ritmo de interacción. En su opinión los escritores deberían invertir el 20% de su tiempo en escribir y el 80% del tiempo en hacer "networking", o lo que es lo mismo, a interactuar con lectores potenciales. Paula Margulies, otra defensora de esta práctica, iba más allá y afirmaba que además de toda esa interacción solo el 20% de lo que los autores publican en redes sociales debería estar dirigido a vender más libros, y el 80% a compartir reflexiones y enlaces. ¿La razón? "Los lectores son seres humanos, que anhelan conectar con otros seres humanos. Se unen a las redes sociales no para recibir constantes recordatorios de compra, sino para desarrollar relaciones". Pero claro, eso puede agotar, que es lo que le ocurrió a Amanda Hocking, que triunfó con este modelo y que en esa época fichó por una editorial: "no quiero invertir 40 horas a la semana gestionando correos, dando formato a las portadas, encontrando editores, etc. Quiero ser una escritora".
Nosotros hemos contactado con tres autores de distintos ámbitos que pertenecen a esa nueva hornada de escritores que aprovechan las redes sociales e internet como medios perfectos para dar a conocer su obra y establecer relaciones con los lectores, y les hemos preguntado cómo lo hacen, cómo impacta esa interación en la venta de sus obras y qué ventajas y desventajas tiene esa forma de trabajar. Estas son sus impresiones.
Los autores y su amor por internet
Javier Ramón González (41 años, Cartagena) es más conocido por Espíritu González -aquí su sitio web oficial- o "el policía que escribe y corre maratones". Actualmente tiene publicados dos libros con Editorial Círculo Rojo: "De patrulla con Filípides", que vio la luz hace dos años y va por su sexta edición. Y “Del sueño a la meta”, que fue publicado en diciembre del 2014 y del que ya han salido tres ediciones. Como él mismo nos explica,"ambos libros se han convertido en referentes para los opositores a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad",pero también para gente que entiende que "practicar deporte es una buena terapia para afrontar la vida de una manera mucho más positiva y optimista."
Javier utiliza tanto Twitter (@spiritugonzalez) como Facebook, pero también tiene cuentas en YouTube, Google+, Instagram y hasta LinkedIn. Su actividad en las redes sociales es frenética, y confiesa que "el pajarito azul de Twitter va conmigo las 24 horas del día. [En esta red es donde empecé a publicar los libros, y a la que más le debo los éxitos de ventas". En Facebook, en cambio, su participación es más íntima, pero últimamente también la utiliza como sus principales fuentes a la hora de publicar sus libros. "No me olvido de las otras redes", explica, "Publico frecuentemente en ellas, aunque no tengo los suficientes datos para dar una valoración objetiva. Estoy convencido de que todas suman".
David Marchante también es más conocido por su alias en Internet, PowerExplosive. Este joven autor se confiesa "un gran apasionado de las ciencias del deporte, sobre todo del alto rendimiento", y este año publicó su primer libro, "Entrenamiento eficiente", algo que según él mismo hubiera creído que era "impensable hace años".
Este experto en deporte de alto rendimiento tiene a su principal aliado en YouTube, con un canal que abrió en 2013 y que actualmente cuenta con 300.000 seguidores. Eso dio paso a la apertura de un blog en el que se van publicando contenidos relacionados con esta temática, pero fue su canal de YouTube el que le dio verdadera relevancia. "Es mi red social más potente", afirma, y allí publica vídeos "donde trato de ayudar a las personas en su entrenamiento y entender algunos aspectos de este". David también utiliza Twitter para compartir vídeos y artículos que se publican en YouTube y en su blog, pero es en Facebook donde contesta de forma privada a los mensajes -"una dura tarea desde hace ya algún tiempo"- y donde "publico con más frecuencia". También está activo en Instagram o Google+, y como afirma "en todas intento responder a la mayor cantidad de preguntas y comentarios posibles, aunque cada vez es más complicado".
El tercero de nuestros invitados a este cuestionario es Javier Ruescas, autor de más de una decena de novelas de ámbito juvenil, además de ser editor y profesor de escritura creativa. Javier nos explica que aprovecha las redes sociales "para acercar el mundo editorial a quienes están interesados en él. A A través de Twitter, Instagram, Facebook y YouTube fomento el amor por la lectura, anuncio las novedades sobre mi trabajo y mantengo actualizados a mis seguidores".
Su canal de YouTube cuenta con más de 70.000 suscriptores, y en el "ofrezco tutoriales sobre cómo escribir y publicar una novela". Su blog es otro de los referentes de su interacción con los lectores en internet, y nos cuenta cómo ha integrado a su web "la opción del mailing semanal", en la cual todos los domingos sus más de 5.000 suscriptores reciben un correo en el que les cuento las últimas novedades y algunas primicias de esa semana y les ofrezco recomendaciones. Es también muy activo en Twitter, Facebook, e Instagram.
Las redes sociales funcionan a la hora de vender
En los tres casos el impacto de las redes sociales ha sido vital importancia para el éxito de ventas de sus obras. De hecho esa popularidad en redes sociales ha sido una de las razones fundamentales de que todos estos autores decidieran convertirse precisamente en eso. Espíritu González nos comentaba como "a Twitter le debo prácticamente el 99% de las ventas de mi primer libro", pero ahí se producía un efecto curioso: "Más ventas, más seguidores; más seguidores más ventas. Con los retuits y recomendaciones de mis seguidores, estos me han llevado en volandas durante los dos últimos años".
Lo mismo nos comentaba David (Powerexplosive), que admitía que el impacto ha sido indiscutible: "no puedes vender algo que la gente no conoce, por lo que [las redes sociales] ayudan mucho y te permite llegar a todos tus seguidores de forma rápida y directa". Javier Ruescas no tenía tan claro ese impacto ya que confesaba que "no he notado una diferencia clara entre 'antes de usar las redes' y 'después de usarlas' porque siempre las he usado. Antes de una manera más personal y desde hace años de una forma más profesional". Aquí otra de las claves, destacaba Javier, es que puede mantenerse en contacto con esos lectores de forma más cercana y personal: "sin intermediarios", aclaraba.
Todo ello nos llevaba a preguntarles a nuestros protagonistas si "conseguir el amor de internet" podía impulsar realmente las ventas de sus obras. Para Espíritu González la clave no estaba tanto en ese punto como el de "mostrarse a los seguidores tal y como eres. No hay que inventarse un personaje, sino transmitir las cosas como las sientes". Esa actitud positiva a la hora de perseguir metas -y de disfrutar en ese camino, nos recordaba- ha sido para él lo más importante, incluso para conseguir que "detractores de la policía hayan leído mis libros", algo que según él "ha hecho que consiga que ellos cambien el concepto que tienen de los policías y descubran o entiendan, que debajo de sus uniformes hay un corazón tan grande como el de cualquier otra persona".
Para David la pregunta tenía una respuesta clara: "No me cabe la menor duda, cuando te siguen y confían en ti y tus contenidos, es más fácil llegar a la gente y que tu obra se pueda vender (como he dicho antes, por muy buena que sea no llegará a nadie si no te conocen)". Este autor, también explicaba que esa interacción también genera una enorme responsabilidad: "esa confianza te obliga a no defraudarles y puede resultar frustrante querer buscar 'la perfección'".
Javier Ruescas señalaba que todo ayuda, pero que esa interacción con internet "no es fundamental y creo que es importante que el interés por usarlas surja del propio autor y no de la editorial o de una empresa externa". Este autor coincidía con Espíritu González en la importancia de ser uno mismo en esas redes sociales, y de usarlas siempre de forma natural y fluida, no forzada. "Yo desde luego lo tengo claro: con mis redes lo que intento también es desmitificar la imagen que algunos tienen de los escritores y hacerla más cercana a los demás".
Ventajas, pero también desventajas
Las ventajas del uso de esas redes sociales eran absolutas para Espíritu González, que nos comentaba que sin ellas "hoy en día sería imposible que el autor de un libro de coedición llegara a sus lectores." En cuanto a las desventajas, nos comentaba "de momento no encuentro ninguna... Por supuesto hay que tener muy claro que las redes sociales igual que te catapultan, te pueden destruir. Pero mientras seas honesto, sincero y educado; distingas bien lo que se puede compartir o no, no hay que tenerles miedo".
David destacaba como ventaja "llegar de forma rápida a tus seguidores e interactuar con ellos, además de darte cuenta de cuáles son las necesidades generales y poder trabajar en futuros artículos o vídeos que les puedan servir. Esto crea un feedback muy bueno donde puedes aportar tu granito de arena y no dejar de aprender". Pero sí veía puntos que también condicionaban su uso: "Por desgracia, las redes sociales te permiten estar oculto bajo un nick, y esto facilita la crítica y difamación gratuita. En definitiva, es fácil que alguien intente tirar por tierra tu trabajo solo porque no le gustas o no le caes bien. Es fácil hacer daño sin consecuencias"
Javier coincidía en esa primera apreciación de David: "Las ventajas están claras: un contacto directo, inmediato y personal con tu público. Generar vínculos afectivos con los lectores". Pero también había consecuencias negativas, algo a lo que ya habíamos hecho referencia al hablar de la experiencia de autores extranjeros: "supongo que es peligroso obsesionarte con ellas, estar siempre pendiente, el tiempo que puede requerir mantenerlas actualizadas, etc… porque al final no deja ser un extra muy grande de tu trabajo."
Nuestros tres entrevistados valoraban muy positivamente la influencia que podía surgir por parte de los lectores y de esa relación en Internet. Espíritu González confesaba que para él "compartir las críticas positivas y las alabanzas vende mucho, y aceptar las críticas no tan positivas, es fundamental para crecer como persona; fundamental para aprender... La vida es un aprendizaje continuo". David Marchante confesaba que esa interacción "supone cierta presión, la presión de seguir aportando cosas que sirvan de ayuda a muchas personas". Las críticas también eran importantes, "pero no cualquier crítica. Las críticas fundamentadas con el fin de mejorar son buenas, pero hay quien se escuda en el anonimato para criticar y hacer daño".
El enfoque de Javier Ruescas era interesante por ser ligeramente distinto. Como nos explicaba este autor, esas críticas no le influyen a la hora de ponerse delante del papel en blanco. "Mientras escribo, el libro es mío y solo mío. Aunque comparta con ellos los avances que voy haciendo, hasta que el libro no llega a las tiendas, solo me pertenece a mí. Es mi historia, son mis personajes y no dejo que nadie influya en ello hasta que está terminado el trabajo". Una vez acabada la obra, eso sí, asumía esas críticas "pero sin obsesionarme. Habrá reseñas de las que puedas aprender y otras de las que no. Lo importante es tener claro que a cada libro que se escribe uno debe mejorar y aprender de los errores cometidos en el anterior".
Nuestra última cuestión planteaba la enorme cantidad de alternativas que han aparecido para que los escritores puedan publicar su obra, y cómo eso influye en el panorama actual de la literatura. Espíritu González nos indicaba que todas ellas están muy bien, pero que "no hay trucos, solo esfuerzo y constancia". Este autor nos citaba las palabras de otro compañero escritor que le definía como "un hombre orquesta, él escribe, el publicita su libro en las redes sociales y él lo distribuye". Y para él "todo comienza en las redes sociales".
En el caso de David su proyecto fue totalmente involuntario: él ni se había planteado escribir un libro, pero la editorial Luhu se puso en contacto con él para hacerlo . "No es algo que estuviera en mis planes, de hecho nunca lo hubiera imaginado. Ahora bien, internet nos ha puesto al alcance de todos muchas herramientas, y creo que si uno tiene una idea y lo más importante, cree en ella, tiene que hacer todo lo posible por intentarlo. Para ello internet nos lo puede poner mucho más fácil".
Javier Ruescas confiesa que desconoce el mundo de la autopublicación "ya que siempre he trabajado con editoriales", pero también destaca que "el propio autor también es un valor añadido al de la obra. Es decir, que lo principal es la historia y cómo está escrita, por supuesto, pero las editoriales también valoran quién lo ha escrito, cuántos seguidores tiene en redes sociales, qué público “seguro” puede llegar a conocer el libro y, quizás, comprarlo. Al final, todo suma".
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