Pandora debe estar de fiesta estos últimos tiempos: las filtraciones son el pan nuestro de cada día. Casi (tremendo) nos hemos acostumbrado a los datos que Edward Snowden ha ido filtrando sobre los programas de espionaje de la NSA, y en España es algo que vivimos a diario con nuevos casos de corruptelas que también contemplamos con una especie de asombro rutinario. Casi aburrido. Pero esas cajas de Pandora que se abren también afectan a otras empresas y sectores, como ya comprobamos con las filtraciones de desnudos de famosas que dieron mucho de hablar. La última, la de Sony, ha sido desde luego una señora caja.
Lo contábamos hace tres semanas, cuando se desvelaba el ataque a los servidores de Sony y las amenazas del grupo Guardians of Peace. Ese ataque ha ido mostrando sus efectos colaterales gradualmente, primero con la filtración de películas recién estrenadas o por estrenar, y luego con informaciones cada vez más sensibles. Y como buena caja de Pandora, todo lo que ha rodeado al Sonygate ha hecho correr ríos de tinta (digital e impresa) que ahora nos hace plantearnos una pregunta ¿es esa cobertura necesaria, o incluso éticamente correcta?
Un escándalo que ha ido de menos a más
El origen de todo el escándalo fue "The Interview", una película cuyo argumento situaba a sus protagonistas, Seth Rogen y James Franco, como repentinos agentes reclutados por la CIA para asesinar al dictador norcoreano Kim Jong-un. La comedia producida por Sony Pictures Entertainment no pareció ser del gusto de ese grupo de hackers, que tengan o no relación con el gobierno de Corea del Norte -algo que no se ha demostrado, pero que a priori parece factible- han provocado un escándalo descomunal en el mundo del cine.
Sobre todo por la dimensión que han ido tomando los acontecimientos. Esa filtración de películas como "Fury", aún no estrenada en nuestro país, casi se ha quedado en un efecto colateral minúsculo al lado de esas otras filtraciones en las que se ha desvelado información mucho más sensible.
En ellas hemos descubierto presentaciones (con un diseño discutible, muy a lo NSA) en formato PowerPoint en las que se desglosaban planes y estrategias, documentos con contraseñas muy mal nada disimulados, o datos sobre salarios e informes de popularidad de un buen número de actores. Y eso sin mencionar la publicación de los datos personales de estos actores -números de teléfono, pseudónimos con los que se registraban en hoteles- y de miles de empleados de Sony.
Lo último de lo último -mal dicho, porque por lo visto habrá más capítulos en este particular culebrón- ha sido la publicación de una serie de correos intercambiados entre ejecutivos de Sony Pictures y directores o guionistas de cine. En ellos se nos cae un poco el mito de esa alfombra roja en la que todo son sonrisas y se hace patente lo que ya suponíamos desde siempre: que en todos sitios cuecen habas, y que poner verde al prójimo no solo es deporte nacional en nuestro país -y probablemente en muchos otros-, sino también entre las altas esferas hollywoodienses.
El papel de los medios (y nunca mejor dicho)
El público y los medios hemos asistido al escándalo con la misma voracidad que demostramos ante otros eventos similares: unos ávidos por conocer detalles y otros igualmente interesados en ofrecer esos detalles. Pero en esa segunda parte de la ecuación en la que intervenimos los medios hay un claro debate sobre esa fina línea existente entre la información de interés periodístico y aquella que salta al terreno del sensacionalismo y del cotilleo barato e incluso peligroso.
Aquí es evidente que Sony Pictures y su empresa matriz son las principales perjudicadas. Su imagen queda dañada por la aparente debilidad de sus estrategias para proteger tanto sus servidores como la información confidencial que había en ellas, pero también por el contenido de parte de esa información. ¿Es relevante compartir ese contenido para un medio periodístico?
Como en todo, hay límites, y aquí hemos querido consultar a periodistas como Manuel Ángel Méndez (@m_angelmendez), editor en jefe de Gizmodo en Español. La cobertura de este particular escándalo ha sido muy amplia en este medio, y su opinión respecto a la necesidad de cubrir esta información era clara:
En el caso de las filtraciones de Sony, por supuesto creo que hay que publicarlas. De hecho lo llevamos haciendo desde el principio y lo seguiremos haciendo. El buen periodismo, las buenas historias, son justo aquellas que una compañía, un directivo, un político... no quiere que publiques. En este caso, se trata de información disponible públicamente en Internet. Sería diferente si un medio hubiera realizado el ataque informático a Sony Pictures para obtener la información y publicarla. Eso sería delito. Pero no olvidemos que la información se ha filtrado, entre otras cosas, gracias a las pésimas medidas de seguridad y cifrado de Sony Pictures.
Manuel Ángel insiste en que "No publicar sobre ello sería no hacer nuestro trabajo", pero puntualiza: "Siempre con cuidado, hay muchas variables de datos personales a tener en cuenta (no publicación de direcciones de email, teléfonos, datos personales... etc)". Es en estos casos en los que el departamento legal de Gawker -editorial a la que pertenece Gizmodo en Español- comprueba estos detalles antes de la potencial publicación. "Lo demás", concluye, "es información que tiene que salir a la luz."
Ética periodística y legalidad a debate
Los análisis sobre ese debate en diversos medios en Internet han dado como resultado conclusiones similares. Aaron Sorkin -guionista de, entre otras, 'La red social'- criticaba en un artículo de opinión en The New York Times la actitud de la mayoría de medios.
Sorkin comparaba este caso con las filtraciones con las que se lograron filtrar los conocidos como Pentagon Papers, y afirmaba que "no hay nada en estos documentos que pueda tener ni remotamente el nivel de interés público encontrado en los Pentagon Papers". El enfoque de Sorkin tiene su punto, diría yo:
¿Contienen esos correos electrónicos algún dato que indique que Sony estaba violando la ley? No. ¿Engañando al público? No. ¿Actuando directamente en contra de los clientes de la forma en la que lo hicieron las empresas tabaqueras o Enron? No. ¿Hay acaso alguna frase en alguno de esos correos electrónicos privados que fueron robados que apunte a actos delictivos de cualquier tipo? ¿Algo que pueda ayudar, informar o proteger a alguien?
Salvo por una de las palabras de esa última cuestión (la de "informar"), yo diría que el enfoque y los argumentos de Sorkin son perfectamente razonables en este caso. Y es a continuación cuando menciona precisamente como Variety -una de las muchas publicaciones que han aprovechado el tirón del escándalo para cubrirlo y sacar su tajada en forma de tráfico- defiende que precisamente lo que se ha filtrado es información, y es "de interés periodístico".
Este es mi tono editorial, si no te gusta tengo otro
¿Qué es de interés periodístico y qué no? Mucho me temo que la diferencia la marca el tono editorial de cada publicación. Lo que es de interés periodístico para el Sálvame Deluxe -con todos los respetos sin ofender a los seguidores de ese periodismo- no lo será para publicaciones como The New York Times o, desde luego, Xataka. Ese interés lo dicta en parte la audiencia y se ve condicionado por muchos factores, y cubrir una historia o no cubrirla -y por supuesto, cómo hacerlo- es precisamente una decisión editorial que condiciona el presente y futuro de cualquier medio.
Aquí yo me posiciono junto a mi colega de profesión, Manuel Ángel Méndez, y creo que hay mucho en el caso Sony que hay que contar y sobre lo que opinar. Lo decían también en The Verge, donde su editora en temas de ocio y entretenimiento, Emily Yoshida, también explicaba la postura de este medio respecto a la cobertura que habían hecho, y donde sentenciaba su postura sobre lo que se debe cubrir y lo que no:
¿Es el valor de lo que hemos descubierto superior a la forma en la que lo hemos descubierto?
Esa cuestión era también la que se planteaba Josh Heilemann en Bloomberg recientemente: "Hay un montón de cosas sobre las que se ha informado que se habrían considerado noticia si se hubieran descubierto de otra manera", afirmaba este periodista, volviendo a esa duda de si no debemos contar todo lo que ha ocurrido con Sony simplemente por la forma en la que se han desvelado estos datos. Es una buena cuestión, pero peligrosa también. El fin no siempre justifica los medios -no creo que ese sea el mensaje de esta editora y de Heilemannn- pero en este caso muchos de los datos filtrados son probablemente de interés público.
El debate sobre cuáles sí y cuáles no ya va a juicio de cada cual. Personalmente que Scott Rudin diga que Angelina Jolie es una niña mimada con un talento mínimo me parece un cotilleo absurdo. Yo no escribiría sobre ello -porras, ya lo he hecho-, pero entiendo que hay mucha gente a la que ese tipo de comentarios les alegran un poco el día. Lo hacen más entretenido, y ahí está probablemente otra de las claves de ese debate. Que ciertos medios no venden información, sino entretenimiento. No hay nada de malo en ello -a menos que ese entretenimiento provoque un perjuicio real a alguien-, y para mucha gente eso es necesario y suficiente.
Aquí Sony puede intentar parar el tren, pero como se ha demostrado una y otra vez en estos tiempos digitales que nos acompañan, ese esfuerzo a menudo es contraproducente y, según expertos consultados sobre el tema, inútil a no ser que los medios crucen la línea y publiquen información sensible, como datos personales sobre un particular.
Como diría Luis Mariñas, y mal que le pese a Sony, muchos medios piensan lo mismo: así son las cosas, y así se las hemos contado.
Imagen | Jon S
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