El 18 de diciembre fue un mal día. Decenas de organismos internacionales habían avisado de que los modelos apuntaban a que El Niño actual iba a ser más intenso de lo esperado. También habían avisado que nos iba a dar de lleno durante todo el invierno del hemisferio norte.
Sin embargo, manteníamos la esperanza. El 18 de diciembre esa esperanza se acabó.
Un golpe muy intenso... La NOAA, como todos los meses, actualizó el diagnóstico de El Niño con los últimos datos disponibles y se confirmó que el escenario de encontrarnos frente a un evento "históricamente fuerte" se va haciendo realidad. Por primera vez, las probabilidades de que sea así, son mayores que las probabilidades de lo contrario. Una intensidad histórica se da ya por segura.
...pero corto. Esa es, quizás, la única buena noticia. Según los datos de la NOAA, se confirma que El Niño durará todo el invierno, pero noes probable que llegue al verano. De hecho, con un poco de suerte, tendremos a La Niña con nosotros a finales de verano.
¿Qué significa todo esto? Lo que conocemos como El Niño-Oscilación Meridional (o ENSO, por sus siglas en inglés) es un fenómeno climático cíclico (aunque algo irregular) que tiene grandes efectos sobre el clima mundial. Durante la fase cálida (durante El Niño propiamente dicho -- lo que nos afecta ahora mismo), la falta de vientos alíseos que refresquen la superficie hace que la temperatura de las aguas del Pacífico se dispare.
Y eso, en mayor o menor medida, altera todos los sistemas meteorológicos de la Tierra: el "síntoma" más claro es que los termómetros de todo el planeta se disparan, pero la variabilidad es enorme.
Como explican desde AEMET, "El Niño, a través de diferentes teleconexiones atmosféricas, da lugar a condiciones más secas de lo normal en determinadas partes del mundo; mientras que en otras provoca más precipitaciones. Unos países tienen que lidiar con sequías importantes y otros, con lluvias torrenciales".
El Niño traducido en dólares. Hace unos meses, un equipo de investigación del Dartmouth College estimó que, tras El Niño de 1982-1983, los efectos financieros se notaron durante más de media década. Estiman que se trataron de pérdidas de 4,1 billones de dólares. El Niño de 1997-1998, por su lado, produjo un daño al crecimiento económico mundial de alrededor de 5,7 billones de dólares.
Hablamos de un 3% del PIB estadounidense entre 1988 y 2003 (aunque en países como Ecuador ese daño superó el 10% de su producto interior bruto). Pero esto ya lo sabíamos,¡. La noticia hoy es que parece que El Niño actual quiere medirse en intesidad con esos dos eventos históricos.
¿No hay nada que hacer? No exactamente. Lo cierto es que aún guardamos algunas balas en la recámara. Que El Niño sea "históricamente fuerte" no quiere decir que sus impactos locales lo sean. Es decir, aún tenemos la esperanza de que los principales problemas no den de lleno a la población mundial (y en una economía global ya tocada por la pandemia y todas las guerras subsecuentes).
Y, además de esperar que tengamos suerte, podemos prepararnos. Países como Ecuador, Chile o Perú llevan meses con planes para adaptar la infraestructura frente a lo que se avecina. Puntos clave para la economía mundial (como el Canal de Panamá) trabajan a toda máquina para que el impacto sea el menor posible. Sin embargo, aún hay demasiadas incógnitas que despejar.
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Imagen | ECMWF
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