Dejar la URSS para ir al espacio y que al volver sea Rusia: la inesperadamente prolongada misión de Sergei Krikalev en la Mir

Dejar la URSS para ir al espacio y que al volver sea Rusia: la inesperadamente prolongada misión de Sergei Krikalev en la Mir
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La Estación Espacial Internacional lleva más de 20 años en órbita, pero tuvo un importante precedente: la Estación Espacial Mir, que fue la primera estación espacial internacional que existió, batiendo su propio récord de permanencia en el espacio dos veces. También permitió que el astronauta Sergei Krikalev quedase en el tercer lugar de permanencia acumulada en el espacio, aunque la historia de este ingeniero aeroespacial encierra un gran cambio histórico en la Tierra que le hizo pasar el doble de tiempo en el espacio del que en un principio estaba previsto.

En 1990, cuando Krikalev se preparaba para esta misión, el astronauta ya contaba con una larga estancia en la estación Mir. Pero al mismo tiempo eran tiempos convulsos en la aún existente Unión Soviética, de hecho era el último aliento de ese gran conjunto de repúblicas que a su vez cada vez tendría menos presupuesto para las misiones espaciales y para que a cierto astronauta le llegara su sustituto.

La Mir resultó ser una matrioshka sobre todo un estallido político

Sergei Krikalev y sus compañero Anatoli Artserbarski y Helen Sharman, despegaban el 19 de mayo de 1991 desde la plataforma de Baikonur, en ese momento dentro de la en ese momento República Socialista Soviética de Kazajistán. Cada uno tenía previsto estar allí arriba hasta un día determinado según sus misiones, de manera que Sharman descendería a la Tierra el 26 de mayo y Artsebarki y Krikalev volverían en octubre, tras pasar el testigo a otros compañeros. Salvo que a Artsebarki le llegó su relevo (Aleksandr Volkov) y a Sergei no.

Ante la creciente tensión político-económica, el precio del cosmódromo de Baikonur subió. Sin tener las arcas para permitirse mucho más recorrido en la carrera espacial, sin otra alternativa viable (y más barata) y con ciudadanos en el espacio exterior, al gobierno soviético se le ocurrió que podría obtener un descuento si, en plena efervescencia nacionalista, daba la oportunidad a los kazajos de que nombrasen al que sería su primer astronauta patrio para estar un tiempo en la Mir.

Sergei Krikalev 01 Sergei Krikalev. Imagen: NASA

El elegido: Toktar Aubakirov. El inconveniente: que no estaba cualificado para permanecer en el espacio durante una estancia prolongada.

Mientras tanto, en tierra firme crecía la tensión, había incluso intentos de golpes de estado y a la estación espacial la información llegaba a migajas. Krikalev y su compañero no entendían lo que pasaba y se preguntaban si afectaría al programa espacial, y vaya si lo hizo.

La cada vez más diluida Unión Soviética vendió los viajes espaciales a otras agencias espaciales para recaudar fondos e incluso se trató de vender la Mir, aunque fue algo que ni siquiera se logró ya con Rusia como tal y con la ISS en el espacio (cuando la Mir era casi más bien un estorbo para la NASA). En esta situación, Volkov y Krikalev se plantearon abandonar la Mir con la cápsula Raguda de reentrada que allí había, pero decidieron quedarse y no poner en riesgo la existencia de la estación espacial.

Feliz Navidad

El fin de la URSS llegó en la Navidad de 1991 y con ello la incertidumbre económica de numerosos ámbitos (y familias), entre ellos el de los viajes espaciales. Como la misión de retorno era cara, Krikalev decidió sacrificar su propia salud para que la agencia espacial rusa pudiese ahorrar algo más.

”El principal motivo era el económico porque esto [quedarse] les permite ahorrar recursos. Ellos dicen que es duro para mí (no es muy conveniente para mi salud), pero ahora el país está en un momento difícil y si hay una opción de ahorrar dinero ha de ser la principal prioridad.” Sergei Krikalev, desde la Estación Espacial Mir

En ese momento aún quedaba para que se completase el estudio sobre las consecuencias sobre la salud de la microgravedad que se ha llevado a cabo con los “gemelos espaciales”, pero Krikalev era consciente de que prolongar una misión espacial más tiempo (para el que había sido entrenado, además) conllevaría riesgos como atrofia muscular, más exposición a radiación o el debilitamiento de su sistema inmunitario.

La misión de Krikalev duró el doble de lo previsto: unos diez meses

Al final la misión duró el doble de lo previsto: 311 días (unos diez meses). Afortunadamente tuvo víveres suficientes para subsistir, aunque fuesen los limones y el rábano que le dejó el astronauta Franz Viehböck antes de abandonar la Mir con Artsebarki en octubre del 91.

Por suerte, la estación espacial se mantuvo funcionando, aunque con algún apagón y ya cada vez más renqueante, y a los astronautas no les faltó sustento ni un equipo especial que les socorriese al llegar a tierra firme cuando esto fuese posible. Algo que también fue un debate al despega en un país y aterrizar en otro, porque el primero no existía ya.

El cambio más llamativo que notó Krikalev

Krikalev quizás no logró que su nombre tuviese la repercusión (pasada, presente y futura) que tuvieron otros que muchos tenemos en mente como el de Gagarin o Buzz Aldrin, pero en su momento fue la persona que más días había acumulado en el espacio, además de manera forzosa. Aunque lo que despertó la curiosidad de los reporteros fue este hecho de que partiese de Leningrado para despegar desde la URSS y hubiese aterrizado en Kazajistán para volver a San Petersburgo. Mismos lugares, distintos nombres.

Sergei Krikalev y James H Newman Sergei Krikalev (derecha) y James H. Newman (izquierda) trabajando en Zarya. Imagen: NASA

Los astronautas regresaban a la Tierra el 25 de marzo de 1992 y los periodistas preguntaron a Krikalev al poder entrevistarle que qué le había sorprendido más al llegar a la Tierra. Pero en vez de hacer alusiones a todos los cambios geopolíticos dijo que “el cambio más increíble que puedes ver desde el espacio” había sido haber vuelto a ver la primavera florecer en el planeta.

Aquí hemos hablado en alguna ocasión de lo sencilla que era la tecnología del momento, pero aún así Krikalev logró estar en contacto con su esposa, que trabajaba en el control de misión. Y su carrera no acabó después de todo aquello, ya que pese a que la rivalidad entre Rusia y Estados Unidos en lo referente a lo espacial había sido notable (con ideas como la del cañón soviético para proteger sus naves) ambas agencias cooperaron en pro de lo que sería la futura ISS. De hecho, voló en la primera misión conjunta y junto a Robert Cabana fueron los primeros astronautas en entrar a la ISS en diciembre de 1998.

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