A casi todo el mundo le faltan horas en el día. Eso a pesar de que, por fortuna, los días ahora duran considerablemente más de lo que duraban cuando nuestro planeta tenía la mitad de tiempo que en el presente.
Puedes culpar a la Luna. Un equipo internacional compuesto por investigadores europeos y canadienses ha utilizado rastros geológicos para calcular a qué distancia de nuestro planeta orbitaba la Luna hace 2.460 millones de años. Con ello ha logrado estimar otra variable, determinando que en aquella época los días duraban mucho menos que ahora, unas 17 horas en lugar de 24.
La distancia entre la Tierra y la Luna está fuertemente entrelazada a la longitud de los días en la Tierra. Es de hecho la rotación de la Tierra, por ser más rápida que la Luna al orbitar, que empuja, muy poco a poco a nuestro satélite a órbitas cada vez más lejanas.
Según el estudio, publicado en la revista Proceedings of the National Academy of Science (PNAS), hace 2.460 millones de años nuestro satélite se encontraba orbitado 60.000 kilómetros más cerca de nosotros que en el presente. Concretamente, la Luna se encontraría a unos 321.800 kilómetros es esta Tierra arcaica, frente a los 384.300 a los que se encuentra, en promedio, hoy por hoy.
La Tierra de las 17 horas. Si alguien está imaginando dinosaurios con prisas por llegar a alguna parte tendrá que retrotraerse aún varios cientos (más bien un par de miles) de millones de años. Hace 2.500 millones de años la Tierra dejaba atrás el eón arcaico y se adentraba en un nuevo eón (el llamado proterizoico), concretamente en la era paleoproterozoica.
Sería más adelante en esta misma era que aparecieran en la Tierra los primeros organismos eucariotas (los formados por células donde el núcleo está separado del resto de componentes por una membrana). Fue también aproximadamente durante esta época que sucedió la “Gran Oxidación”, cuando los niveles de oxígeno crecieron notablemente en la atmósfera terrestre.
Pruebas debajo de las piedras. Para llegar a la estimación de las 17 horas, los investigadores se basaron en unas estructuras geológicas de roca sedimentaria presentes en Australia: las “formaciones de hierro en bandas”. Las “bandas” son capas alternas de rocas ricas en hierro con otras ricas en arcilla y materiales semejantes.
El equipo relacionó estos restos geológicos con los llamados ciclos de Milankovitch, variaciones periódicas en la rotación y órbita de la Tierra, que se suceden a lo largo de decenas de miles de años. Estos cambios afectan al clima, y éste a su vez deja una impronta en los estratos del subsuelo en algunas zonas: cada “banda” que descendemos en la tierra nos lleva atrás un cierto número de milenios.
No se trata del primer estudio que recurre a estos ciclos para desentrañar cómo eran los días en la Tierra hace miles de millones de años. Por ejemplo, otro estudio publicado en la revista PNAS calculó en algo menos de 19 horas la duración de los días hace 1.400 millones de años.
Una tendencia irregular. A pesar de la tendencia a que los días se hayan estado alargando considerablemente durante los últimos miles de millones de años, la tendencia no es uniforme. El motivo es que son muchos los factores que pueden afectar a la duración de los días en la Tierra.
Uno, por ejemplo, es el viento. Un estudio reciente comprobó que, a mayor la fuerza de los vientos que soplen, mayor será la duración del día. Quizá una nota más curiosa aún de este estudio es que observó que estas fluctuaciones debido a las condiciones meteorológicas eran predecibles incluso con un año de antelación.
Más irregular de lo que esperábamos. Otra nota curiosa a este respecto, es que, pese a la tendencia, este año vivimos el día más corto desde que comenzamos a medir con cierta precisión la rotación de la Tierra, allá por la década de 1960. Fue el 29 de junio de 2022, quizá un día veraniego, que pese a su cercanía al solsticio, no tuvo otra especial relevancia.
En este caso, lo llamativo es que este día breve no vino solo, sino que fue la segunda vez que se rompía este récord en dos años. De hecho, de los 50 días más cortos medidos, 28 sucedieron en 2020.
La Luna: más importante de lo que creemos. Raras veces pensamos en la influencia que los astros tienen en nuestra vida (al menos los que no somos aficionados a la astrología). Sin embargo algunos cuerpos celestes tienen mucho que ver en nuestra vida cotidiana o, más bien, como es el caso del Sol y la Luna, en el simple hecho de que estemos vivos.
La Luna es la responsable de que tengamos mareas y es una de las principales fuerzas que afectan a la longitud de los días. Pero su efecto gravitatorio también estabiliza los movimientos del eje de rotación nuestro planeta. Esto permite que el clima de nuestro planeta sea más estable de lo que sería sin satélite.
Un futuro sin eclipses totales. La Luna va alejándose poco a poco de nosotros. Esto traerá un cambio seguro en la Tierra (dentro de bastante tiempo, eso sí), en los eclipses solares. Hoy por hoy el tamaño aparente del disco solar y la Luna en nuestro cielo es muy semejante. Algunas variaciones traen consigo lo que llamamos eclipses anulares de Sol. Se trata de eclipses donde la Luna, pese a estar centrada sobre nuestra estrella, no llega a cubrirla del todo, dejando un anillo alrededor.
En un futuro lejano, éstos serán los únicos eclipses que podremos ver en la Tierra. Quién sabe para entonces si el día habrá alcanzado las 25 horas. Quién sabe si permaneceremos aquí para comprobarlo.
Imágenes | Universidad de Utrecht, Frits Hilgen
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