En 2016 un submarinista que se encontraba buscando dientes de tiburón en el golfo de México se topó con un diente de otro tipo, un molar humano, unido a una mandíbula. No se trataba de la escena de un crimen sino de un hallazgo arqueológico.
El sumbarinista, una vez consciente de qué era lo que había encontrado, llevó la muestra a la Florida Bureau of Archaeological Research (FBAR). El siguiente paso fue organizar una expedición submarina para explorar el lugar del hallazgo.
Lo que encontraron en sucesivas expediciones durante 2016 y 2017 fue una pequeña necrópolis, con restos humanos, textiles y estacas. Se sabe poco sobre el pueblo que enterraba a sus muertos en este lugar, pero los expertos pudieron datarlo en el periodo arcaico tardío, una época de transición entre las sociedades de cazadores-recolectores nómadas y la aparición de los primeros asentamientos vinculados a la agricultura. Poco más se sabe sobre esta cultura.
Los expertos no lo tuvieron difícil para determinar qué tipo de cementerio era el recién descubierto puesto que no era el primero hallado en el estado americano, y las estacas probablemente fueron clave en este sentido.
Gracias a la antropología y a la arqueología sabemos lo mucho que varían los ritos funerarios de un lugar a otro y de una época a otra. Momificaciones, incineraciones y sepulturas son las primeras que se nos pueden venir a la cabeza, pero la diversidad es enorme. Y prueba de ello los curiosos ritos funerarios de Florida, donde la sepultura se había dado no bajo tierra sino bajo el agua de un pantano.
¿Qué eran exactamente estas inhumaciones y por qué las estacas? En palabras de Ryan Duggins, de la FBAR, “lo que actualmente pensamos es que cuando un individuo fallecía, lo habrían envuelto en fibras tejidas a mano y hundido en el fondo del pantano. Una serie de estacas afiladas y endurecidas al fuego habrían sido insertadas en el lecho del pantano alrededor del cuerpo con las partes superiores sobresaliendo de la línea del agua”.
El primer hallazgo de una necrópolis de este tipo se realizó en 1982 en Windover, cerca de Cabo Cañaveral. Esta necrópolis fue datada entorno al año 6280 antes de nuestra era. Se encontraron en ella 168 tumbas y un total de 10.000 "elementos humanos", convirtiéndola en el mayor cementerio conocido en América de su época.
Pero aún hay más. El método de utilizar pantanos como lugar de último reposo de los cuerpos implicaba una mayor facilidad para la conservación de tejidos en los cadáveres. Aunque el tejido muscular se perdió los arqueólogos encontraron algo aún más importante: 91 de los cráneos mantenían su cerebro intacto.
Aunque el uso de estacas en lugar de nichos parece exclusiva de los nativos americanos de Florida, hallazgos semejantes también se han realizado en Europa. Los casos europeos de enterramientos en pantanos, si bien más recientes, se han mantenido en un mejor estado de preservación. En estos casos los restos datan del primer milenio antes de nuestra era, es decir, varios milenios después de las necrópolis de Florida.
Entre el descubrimiento de Windover y el del golfo de México pasaron casi 35 años. Esto implicó un cambio en la actitud de las autoridades y los descendientes de los pueblos precolombinos. Los arqueólogos de los 80 tuvieron cierto grado de “manga ancha” al hacer sus prospecciones.
Las autoridades encargadas de estudiar el sitio funerario bajo las aguas del golfo de México se pusieron en contacto con los seminolas del estado de Florida para buscar consejo sobre el correcto tratamiento de los restos humanos hallados, así como del resto de objetos posiblemente asociados a sus ritos funerarios.
“Aun dada la importancia arqueológica de este sitio, es crucial que este lugar y la gente enterrada ahí sean tratados con la máxima sensibilidad y respeto” señalaba Timothy Parsons, del Departamento de Estado de Florida. “Las personas enterradas en el sitio son ancestros de las gentes indígenas vivas de América. Sitios como este tienen significancia cultural y religiosa en el presente”.
El equilibrio entre la exploración arqueológica y el respeto por las culturas ancestrales es complejo y no se circunscribe al contexto americano (ni siquiera a las tumbas). Y es que cómo preparamos a los muertos para su viaje al “más allá” nos dice mucho. Entre otras cosas, si es que creemos o no en esa hipotética vida después de la muerte.
Imagen | Departamento de Estado de Florida / Glen Doran
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