Si los códigos penal y laboral francés prohíben discriminar a nadie por su sexo, su etnia o su capacidad, ahora tampoco se permitirá hacerlo por su acento. La semana pasada la Asamblea Nacional ha aprobado en primera vuelta y casi por unanimidad una proposición de ley que incluirá esta condición en próximas reformas legislativas. El empleado que denigre a un candidato por ser “del Midi” o lionés, entre otras (se han detectado hasta 75 variedades), se enfrentará a una multa de hasta 45.000 euros. Si la discriminación es aún más grave, hasta tres años de cárcel.
El caso Jean Castex, la figura pública que ha detonado el asunto, desde hace meses el primer ministro de Francia, ex alcalde de Prada de Conflent, localidad muy próxima a Andorra, es decir, muy muy al sur en la geografía francesa. Lleva años soportando velados y no tan velados reproches a su acento meridional. Le han dicho que tiene “acento del terruño”, que es “pedregoso”, y hasta Mélenchon le acusó de hablar lento y “pesado”.
Glotofobia. O xenofobia lingüística, si quieres ser aún más tajante. La nación gala es especialmente beligerante en lo que se refiere al clasismo social, y el acento es un demarcador con una importancia suprema. Por ejemplo, y tal y como ha pasado en España con el acento vallisoletano, durante años se ha aplicado el acento parisino como el estándar para salir en los medios, teniendo las personas de provincias o de las islas que borrar su “identidad” so pena de ser marginados. La cosa va más allá porque ni siquiera es el acento parisino per sé, sino el de las clases altas, el Rive Gauche, frente al de las banlieues.
¿De verdad tiene tanta importancia? Entre las votaciones en contra la ultraderechista Emmanuelle Ménard opinó que es una frivolidad hablar de estas cosas en el contexto sanitario actual e igualmente negativo equiparar la discriminación de, por ejemplo, género, con la de los acentos. Estudios alemanes, otro país con una gran variedad lingüística, han identificado que la brecha salarial por acento puede llevar a hasta una penalización del 20% del sueldo, en detrimento invariable de los habitantes de regiones frente a los metropolitanos y de la gente del sur frente a los del norte.
Existen también estudios que dictan que tu forma de hablar puede llegar a ser más importante en términos de poder que eso que dices, de la misma forma que la gente más atractiva y más alta tiene más oportunidades que las contrarias. Tras todo esto opera un sistema ideológico: para la inmensa de trabajos ningún candidato es mejor que otro por su acento, su belleza o su estatura.
Vergonha: los franceses no necesitan de ningún estudio para saber que se trata de una realidad porque es algo presente en su historia reciente. Vergonha es como los occitanos llaman a las prácticas y los efectos aplicados ayer y hoy por la estructura del Estado sobre los ciudadanos occitanohablantes del país, dos millones de personas que viven en el sur con una lengua viva propia y que de forma insistente se desalienta y persigue. Pese a que Europa exige a sus estados miembros que reconozcan su variedad lingüística interna, las autoridades siguen sin ratificar este requerimiento que tuvieron que asumir hace 60 años y la mayoría de políticos siguen sin dar el brazo a torcer.
¿Y cómo piensan combatir la discriminación por acentos? Evidentemente será muy difícil. La idea es que la aprobación de esta nueva ley actúe no tanto como recurso jurídico sino, como explicó un diputado, como ariete de “una evolución de la mentalidad y un cambio de conciencias para aumentar aún más en el futuro el sentimiento de pertenecer a una comunidad nacional”.