El verano nos ha dado a muchos un respiro en este año tan extraño, y para muchos eso ha significado poder acudir más frecuentemente a la lectura como refugio y entretenimiento.
Tenemos más tiempo para leer (y para todo lo demás) en vacaciones, pero en mi caso este verano ha sido la confirmación de una tendencia curiosa: cada vez leo más en el móvil, y tanto los libros de papel como los lectores de libros electrónicos se han convertido en una alternativa distante. La razón es simple: llevo el móvil siempre conmigo.
Los libros y los lectores de e-books tienen sus encantos
Eso no quiere decir que no siga apreciando las ventajas de esas alternativas. Un buen libro en papel tiene un encanto especial y es un objeto que puede tener aún más significado que el de la propia obra: que alguien te lo haya regalado o que lo comprases en un momento especial hace que asocies ese libro a una persona o un evento singular.
También la experiencia es distinta, por supuesto: el papel, por mucho que puedan decirlo otros, no tiene sustituto para mí en cuanto a experiencia de lectura. El tacto y hasta el olor complementan esa experiencia, pero también lo hace el hecho de que un libro de papel no plantea potenciales riesgos a nuestra vista como sí lo hacen las pantallas del ordenador o de los dispositivos móviles. Se nos puede cansar la vista tras mucho tiempo leyendo, claro, pero es un problema menor que se resuelve con abandonar la lectura durante un rato.
Los lectores de libros electrónicos también tienen sus virtudes, desde luego. Son ligeros y fáciles de transportar frente a lo aparatoso y pesado de muchos libros, y desde hace tiempo proporcionan una calidad de la experiencia notable: la resolución de las pantallas y la retroiluminación que evita la dependencia de lámparas por la noche están entre esas virtudes.
No son las únicas: la resistencia a salpicaduras o al polvo se ha convertido en aliada de estos dispositivos cuando nos vamos de viaje vacacional, y esa comodidad de la experiencia a la hora de comprar y acceder a más lecturas es estupenda. Destacar frases y párrafos o añadir marcadores también suma, pero además a todo ello se une algo que en otros casos parecería una deventaja: el lector de libros electrónicos "solo" sirve para leer.
Aunque algunos pueden hacer otras cosas, como navegar por internet, la experiencia es tan mala que sirve solo como recurso excepcional: son dispositivos totalmente pensados para ayudarnos a evitar las distracciones. Por no tener, la mayoría no tienen ni jack de auriculares o la posibilidad de acompañar la lectura de alguna lista de canciones que acompañe esa experiencia, por ejemplo.
El móvil como acompañante eterno
Y sin embargo, cada vez leo más en el móvil. La experiencia de lectura como tal es mejor tanto en un libro de papel como en un lector de libros electrónicos, pero el problema en mi caso es que el móvil siempre me acompaña: el libro y el lector de e-books, no.
Precisamente por eso leer en el móvil se ha convertido en algo común para mí: puedo hacerlo en cualquier momento y lugar porque siempre está ahí. Sus dos alternativas no, porque tengo que hacer ese esfuerzo adicional y premeditado para llevarlas conmigo allá donde esté.
El móvil tiene desde luego el peligro de que puedes acabar haciendo todo menos leer, pero lo mismo en realidad puede ocurrir con un libro de papel o un e-book en un lector específico: teniendo en cuenta que sueles tener el móvil al lado, la tentación y las distracciones siguen ahí.
En mi caso eso no es demasiado problema, y cuando me pongo a leer en el móvil es porque me apetece hacer eso, leer. Las aplicaciones móviles para hacerlo -como las bibliotecas virtuales de libre acceso- son muchas y variadas, y en mi caso combino tres porque leo libros y textos de diversas fuentes.
La aplicación de Kindle es una de ellas. Tengo uno de estos lectores de e-book también, pero sin pantalla retroiluminada, lo que hace que jamás lo utilice antes de dormir. Aún así saber que las lecturas están sincronizadas entre la aplicación móvil y el lector de e-books es realmente cómodo y sigo combinando ambos dispositivos cuando leo esos libros.
También utilizo Moonreader como lector de libros en formato EPUB, por ejemplo, y en mi caso estoy suscrito a eBook Pozuelo, una biblioteca pública que da acceso a un amplio catálogo de libros y cuya aplicación móvil funciona también muy bien.
En los últimos tiempos ya no leo un libro para luego coger otro: suelo tener siempre dos o tres libros "en proceso", algo que a menudo me permite que si alguno se me hace algo monótono en algún momento salte a otro de ellos para ir avanzando en todos ellos cuando me apetece. Es un poco como consumir diversas series a la vez, y permite cambiar un poco de contexto si en algún momento esa lectura resulta pesada.
No veo tampoco demasiado problema en no tener una pantalla de gran formato para leer esos libros electrónicos en el móvil: es de hecho muy fácil pasar de página y ajustar tipografías, iluminación o tonalidad de fondo de pantalla para personalizar la experiencia, lo que hace aún más sencilla y agradable esa lectura.
Las teóricas distracciones a las que da el acceso el móvil son además para mí una ventaja: no suelo leer con música, pero tener esa opción es también importante para mí, y el hecho de tener un navegador a mano me permite consultar y corroborar datos que aparecen en las novelas y sobre los que en cierto momento quiero explorar más: la lectura me abre la puerta en el móvil a otras lecturas, algo mucho más difícil en el libro de papel o el lector de e-books.
Sin embargo todos esos argumentos se quedan pequeños ante el que como decía es para mí el factor decisivo de leer así: leo en el móvil porque este dispositivo se ha convertido para mí, como para muchos, en acompañante eterno. Navegar por internet, ver vídeos en YouTube o consultar Twitter tiene su momento en el móvil. Leer también, y al menos para mí es una opción tan válida como cualquier otra.
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