Mi primer ratón se cruzó en mi camino en 1989. Después de ahorrar todo el dinero que caía en mis manos a base de propinas y regalos de cumpleaños durante tres años, y de hacer algunas chapucillas aquí y allá como pintor de brocha gorda con poco más de 10 años, mis padres se apiadaron de mí y decidieron poner el dinero que me faltaba para comprar el Atari ST 520 que anhelaba una vez que acepté que el Amiga 500 de Commodore por el que suspiraba me exigiría ahorrar por lo menos otros dos años más.
Aún conservo mi Atari ST en perfecto estado, y también el ratón necesario para interactuar con el vetusto pero aún con cierto encanto entorno gráfico GEM (Graphics Environment Manager). Aquel periférico me acompañó cuando escribí mis primeras líneas de código (los pokes que copiaba de MicroHobby y Micromanía en mi Spectrum años antes no cuentan), y también cuando escribí mis primeros relatos. Y, cómo no, gracias a él pude disfrutar la mayor parte de las inolvidables aventuras gráficas que Lucasfilm publicó a finales de los 80 y principios de los 90.
Mi Atari ST y su ratón me acompañaron día tras día hasta que en 1994, cuando llegué a la universidad, me compré mi primer PC. Y junto a él llegó un nuevo ratón. Un año después me hice con el primer PC ensamblado por mí mismo, y decidí comprar un ratón de más calidad que me duró aproximadamente cuatro años. Después llegaron muchos más ordenadores, siempre ensamblados por mí y a mi gusto, y varios ratones cada vez de más calidad, hasta que en 2005 reformé mi escritorio de arriba abajo y reparé en que tenía un problema: mi espacio de trabajo se había reducido mucho para acomodar más equipos y utilizar un ratón en aquel escritorio tan pequeño era un auténtico suplicio.
Cuando te acostumbras a sus bazas no es fácil volver al ratón
Tenía que encontrar una solución; un periférico de entrada que reemplazase aquellos ratones con los que había convivido durante 16 años ininterrumpidamente. Conocía los trackballs, y parecían ofrecerme lo que necesitaba, pero me daba la sensación de que no iban a encajar conmigo. Aun así, no tenía otra opción. No tenía espacio suficiente en el escritorio para desplazar la mano con un ratón convencional, y un trackball parecía ser la solución, a pesar de mis reticencias iniciales.
Un 'trackball' es una opción muy apetecible para aquellos usuarios que tienen poco espacio disponible en su escritorio. No se me ocurre una razón por la que haya que moverlo un ápice del lugar en el que lo colocamos inicialmente
Después de indagar en Internet para encontrar un trackball que me encajase por su precio y sus prestaciones, me hice con un modelo de Logitech cuya referencia exacta no recuerdo. Lo que sí recuerdo bien es que tardé varios días en acostumbrarme a trabajar sin mover la mano, pero lo hice. Me acostumbré. Y dejé de echar de menos los ratones que había utilizado hasta ese momento. Trabajar de ese modo, sin desplazar constantemente la mano que reposaba sobre el ratón, tenía algunas ventajas que empezaron a ser evidentes para mí poco después de empezar a utilizar aquel trackball.
En la más evidente de todas ya hemos reparado: un trackball es una opción muy apetecible para aquellos usuarios que tienen poco espacio disponible en su escritorio. No se me ocurre una razón por la que haya que moverlo un ápice del lugar en el que lo colocamos inicialmente. Pero esta no es su única ventaja. Poco tiempo después me di cuenta de que las articulaciones de mis manos sufrían menos fatiga mecánica después de muchas horas de trabajo continuo que cuando utilizaba un ratón. Y eso que los últimos que había utilizado eran modelos ergonómicos y de gama alta.
Las pilas de mis 'trackballs' me duran entre 18 y 20 meses utilizándolos prácticamente a diario, y al menos cinco días a la semana en jornadas sensiblemente superiores a las ocho horas
Aquel sencillo trackball me costó mucho menos que mi último ratón inalámbrico y ergonómico, pero era más cómodo. Al menos a mí me lo parecía. Podía utilizarlo durante 10 o 12 horas al día casi de forma ininterrumpida, y apenas notaba fatiga en las muñecas. Además, su amplia superficie me permitía mantener la palma de mi mano en contacto permanente con el trackball, y la ubicación de la bola y los botones era la idónea para permitirme actuar sobre ellos sin apenas someter a mis dedos a fatiga mecánica.
Una última baza en la que me gustaría detenerme un instante es lo mucho que duran las pilas en los trackballs que he tenido. En los ratones también pueden durar mucho tiempo, pero las de mis trackballs me duran entre 18 y 20 meses utilizándolos prácticamente a diario, y al menos cinco días a la semana en jornadas sensiblemente superiores a las ocho horas. Me parece una cualidad estupenda.
Aquel primer trackball me duró aproximadamente seis años, y mi experiencia fue tan positiva que cuando tuve que cambiarlo no dudé en comprar otro también de Logitech y prácticamente idéntico a aquel primer dispositivo. Actualmente estoy usando mi tercer trackball, un M570 de Logitech inalámbrico y láser con el que estoy encantado, y que posiblemente me ofrecerá al menos tres o cuatro años más de uso libre de fallos.
A pesar de todo, no son perfectos: estos son sus puntos débiles
Honestamente, creo que los trackballs no encajan en todos los escenarios de uso con los que nos podemos encontrar. De hecho, esta es para mí su principal desventaja. Para llevar a cabo operaciones que requieren una gran precisión, como pueden ser algunos trabajos meticulosos de retoque fotográfico, o bien para jugar, donde con frecuencia es necesario llevar a cabo movimientos rápidos y precisos, es preferible, siempre en mi opinión, utilizar un ratón de calidad. Esto no significa en absoluto que no podamos usar un trackball en estos escenarios; de hecho, yo lo hago con frecuencia y mi experiencia es lo suficientemente satisfactoria, pero creo que un buen ratón los resuelve mejor.
Para llevar a cabo operaciones que requieren una gran precisión y para jugar, donde con frecuencia es necesario llevar a cabo movimientos rápidos y precisos, es preferible utilizar un ratón de calidad
La otra desventaja que me veo en la obligación de no pasar por alto es que los trackballs son más exigentes con la limpieza que los ratones actuales. Poco a poco el polvo y la grasilla que tenemos en la piel se van acumulando sobre la superficie de la bola, y acaban depositándose sobre los pequeños rodamientos que permiten que gire sin apenas fricción. Cuando la suciedad se acumula en exceso el puntero no responderá bien a nuestras indicaciones, por lo que con cierta frecuencia nos veremos obligados a extraer la bola de su compartimento para limpiarlo a fondo.
Mi próximo 'trackball' ya está en el punto de mira
Por el momento mi veterano M570 funciona perfectamente, y auguro que aún va a depararme varios años de trabajo incesante libres de fallos. Aun así, no puedo evitar pensar en qué trackball compraría ahora mismo si el que tengo fallase en cualquier momento. Me he prometido a mí mismo que no lo cambiaré por capricho (reconozco que en muchas otras ocasiones he comprado por impulso y sin que respondiese a una necesidad real), pero el dispositivo que más me gusta es el MX Ergo de Logitech. Es un trackball inalámbrico que parece tener una ergonomía muy cuidada, y posiblemente también la fiabilidad tradicional de estos dispositivos, por lo que es muy probable que me haga con él cuando mi ya veterano M570 pase a mejor vida.
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