Microsoft nos presentó ayer Windows 11, su último sistema operativo, y entre sus novedades hubo una interesante y esperada: este sistema operativo será gratuito para los actuales usuarios de Windows 10.
La decisión es lógica y sigue la línea de lo que ocurrió con Windows 10 —que también fue gratis para usuarios de Windows 7 y Windows 8/8.1—, pero es difícil no rememorar aquellos tiempos (no tan lejanos) en los que pagábamos por los sistemas operativos como Windows o Mac OS X, e incluso pagábamos por las actualizaciones de iOS. Cómo ha cambiado el cuento... y el modelo de negocio, claro.
Cuando actualizar el iPhone touch costaba 9,95 dólares
Cuando iPhone OS 2.0 (o lo que es lo mismo, iOS 2.0) se lanzó en julio de 2008, lo hizo con una curiosa (y molesta) distinción. Aunque era gratis para el iPhone 3G que debutó con él y para el anterior modelo del iPhone (el original), no era gratis para los usuarios del iPod Touch.
Para esos usuarios la actualización costaba 9,95 dólares, y recordar eso, claro, duele. La práctica no duró mucho en el caso de iOS, pero Apple estuvo cobrando cada nueva versión de OS X durante años.
OS X Lion, de 2011, costaba por ejemplo 23,99 euros en la App Store, pero dos años después en Apple tomaron una decisión llamativa: con el lanzamiento de OS X Mavericks anunciaron que esa actualización sería gratuita.
Aquello fue todo un golpe en la mesa de Apple que planteó un punto de inflexión llamativo: las empresas ya no tenían que vender "cajas", porque empezaban a vender suscripciones.
Microsoft ha seguido cobrando por Windows (más o menos) hasta ahora
Microsoft tardó un par de años en seguir esa estela. Lo hizo (parcialmente) con Windows 10 en julio de 2015. Cuando este sistema operativo salió al mercado, lo hizo como una actualización gratuita temporal para los usuarios de Windows 7 y Windows 8/8.1.
Aquella promoción duró un año, que era el tiempo que los usuarios de esas versiones anteriores tenían para decidir si querían cambiar. En Microsoft querían lograr que la cuota de mercado de Windows 10 creciera de forma notable, pero la medida tuvo un éxito modesto.
De hecho, la cuota de Windows 7 siguió siendo muy notable durante los primeros años de vida de Windows 10. La gente se resistía a dar el paso y actualizar su equipo, un efecto que ya habíamos visto con el casi inmortal Windows XP.
Aunque Windows 10 dejó de ser una actualización gratuita de facto y teóricamente solo se podía conseguir pagando, durante todos estos años ha seguido siendo posible utilizarlo sin pagar por él.
Las licencias "Retail" (RTL) de Windows 10 Home cuestan 135 euros (el precio sube a 279 euros en el caso de Windows 10 Pro), pero instalar Windows 10 se puede evaluar de forma indefinida y gratis (aunque con pequeñas limitaciones como la sincronización de preferencias entre dispositivos) y el sistema operativo es gratis y completamente funcional si nos apuntamos al programa Windows Insider.
Ya no importa la "caja", importa la suscripción
La decisión de ofrecer Windows 11 como actualización gratuita de Windows 10 no tiene ya fecha de caducidad, y cualquier usuario de Windows 10 podrá realizar la actualización a la nueva versión sin coste. ¿Qué ha pasado?
Pues sencillamente, que el modelo de negocio ha cambiado. Los servicios son ahora el foco para las empresas que antes nos cobraban por "la caja" con la nueva versión de su sistema operativo. Ya no pagamos por macOS o por Windows, pero sí lo hacemos por la suscripción a iCloud o a Game Pass.
Para todas esas empresas el modelo de suscripción es de hecho mucho más interesante: frente a la incertidumbre de las ventas de las citadas "cajas", los ingresos por suscripciones mensuales son recurrentes y casi constantes: las empresas se aseguran un flujo sostenido de caja con el que pueden mantener los servicios y (teóricamente) mejorarlos.
Así, los sistemas operativos se han convertido no en una fuente directa de ingresos, sino en esa gran puerta de entrada a todo un ecosistema de productos y servicios por los que acabaremos pagando para sacarle todo el jugo a ese ecosistema.
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