Soy una de esas personas que lleva más de una década subida al carro del iPhone. Y a medida que han ido surgiendo sus satélites (Apple Watch, AirPods) he ido ampliando la colección, y por tanto, la dependencia. Es algo al alcance de casi cualquiera. Por mucho que Apple lleve la justificada etiqueta de "marca cara", casi cualquier persona puede hacer un pequeño esfuerzo si lo desea y comprar un iPhone de años anteriores o recurrir al mercado de segunda mano. Un iPhone a estrenar de gama alta puede ser prohibitivo, pero hay alternativas para quien quiere subirse a ese carro sin tener que empeñar las joyas de la abuela.
En el mercado de los carros eléctricos tenemos a un fabricante, Tesla, que guarda ciertos paralelismos con Apple: prioridad alta al diseño, trazos minimalistas y sobrios, obsesión por matar los botones y unos precios que congelan la sangre del español promedio. Ni siquiera su modelo más económico ni el mercado de segunda mano (que deprecia lentamente los modelos anteriores) es suficiente como para que Tesla pueda ser un Apple en cuanto a precios: no "casi cualquiera" puede permitirse un Tesla sacrificando algún plan social y recortando en gastos superfluos. Ni siquiera de segunda mano, donde solo una cantidad muy alta de kilómetros anuales podría hacer que nos saliesen las cuentas del futuro ahorro en combustuible.
Aunque Tesla acapare titulares, en realidad el grueso de nosotros necesitamos un Samsung o un Xiaomi del coche eléctrico. Alguien que ofrezca varias alternativas a precios más populares para los mortales. Seguramente esa es la carrera de este lustro, y ese es el hueco que falta por rellenar por parte de los fabricantes. Claro que no es solo por falta de voluntad.
La intersección que sigue vacía
Este concepto no es mío, sino de Bloomberg, en cuya opinión es Volkswagen quien se está postulando como el posible Samsung de los coches eléctricos (el tiempo dirá si lo consigue). Hace unos días celebró el 'VW Power Day' y la mayoría del evento no lo protagonizaron los diseños o los modelos futuros, sino las baterías de litio de las próximas generaciones y las fábricas que las desarrollarán y serán abiertas por el fabricante alemán en los próximos años.
Uno de los libros de mi infancia se titulaba 'Tu clave es Jonás'. Era uno de esos de "elige tu propia aventura" y el autor tuvo a bien darnos la clave en el mismo título. Era una época en la que los spoilers no importaban demasiado, recordemos la revista que tituló "Chanquete se muere el domingo" en portada días antes de la emisión del capítulo. Sobre el futuro del coche eléctrico llegando a las masas también sabemos de antemano cuál es su clave: las baterías, que siguen suponiendo casi un tercio del precio final del coche. Y sabedores de ello afrontamos los próximos años. Consumidores y fabricantes.
Las baterías se han abaratado mucho en los últimos diez años y la perspectiva es que seguirán haciéndolo. Precisamente Tesla en su Battery Day de 2020 anunció un rediseño de sus celdas que permitirían, según ellos, hundir la previsión del coste de las baterías (todavía más) para los próximos años.
El desafío está en conseguir coches de al menos 400 kilómetros de autonomía a la venta por entre 12.000 y 28.000 euros aproximadamente (una horquilla marcada por las calidades y la potencia de cada modelo). Nadie está ahí todavía. En esa intersección que marca la siguiente gráfica, el terreno sigue vacío.
Para llenar ese hueco es difícil esperar a Tesla, al menos a medio plazo. Su Model 3, que iba a llegar por 35.000 dólares, sigue estando en España a 50.000 euros en su modelo base. El de 35.000 dólares llegó hace un par de años, aunque no a todos los mercados y con 354 kilómetros (ciclo EPA) de autonomía. Lejos del mínimo exigible de 400 kilómetros para quien busca un primer coche, no un segundo, y lejos de los precios para todos. Habrá que esperar al compacto.
Volkswagen, Kia, Skoda, Renault, Nissan... se van acercando a ese hueco que sigue vacío. El de los Xiaomi y los Samsung en una analogía con la electrónica de consumo. De momento podemos conformanos con alternativas más allá de los 30.000 euros, o vehículos más asequibles que dan para poco más que usos urbanos, pero no para ser un coche único en el que confiar para todas las situaciones futuras. La otra alternativa es financiar a diez años, intereses mediante, y acabar pagando más por el collar que por el perro. Uf.
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