Hace unas semanas compré un ratón en Amazon. Concretamente, un Logitech MX Master 3S. Vi un precio que creía bastante normal, pasé por caja, y a correr. Ya con él, he visto cómo su precio ha bailado, tanto por encima como por debajo. Y ya no sé muy bien si lo acabé pagando caro o barato. Muchos productos han perdido su precio de referencia.
De eso mismo hablaba un artículo de principios de año de The New York Times, de los precios dinámicos, algorítmicos, que han arrasado en el comercio electrónico y nos han hecho perder la noción del precio de muchos productos. No hace tanto, estábamos acostumbrados a precios bastante estáticos, que solo bajaban por campañas puntuales y previsibles, o para cuando la propia evolución tecnológica traía a sus sucesores y ya solo quedaba abaratarlos para quitarse de encima el stock remanente.
Hoy es una misión bastante complicada. Vemos precios en pleno Black Friday superiores a los que había un mes antes para el mismo producto, vemos descuentos agresivos sin que medre campaña aparente, vemos precios disparados repentinamente sin razón obvia.
Más volátiles que Bitcoin
Mi ratón ha cambiado de precio sesenta y cuatro veces en los últimos seis meses. Es decir, un cambio de precio cada tres días. De hecho, un poco más a menudo, según los datos de CamelCamelCamel, que monitoriza los precios de cada producto de Amazon y ofrece su historial acumulado.
La electricidad tiene precios variables pero al menos solemos saber a qué acogernos, aunque estos últimos dos años hayan hecho saltar por los aires la estabilidad. Coger un Uber en la madrugada de Nochevieja es, esperablemente, más caro que hacerlo un martes laborable a media mañana. ¿Cómo demonios sé si es un buen o mal momento para comprar un ratón?
Se suponía que el comercio online iba a traer una transparencia de precios tan al alcance de cualquiera, tan fácil de comparar distribuidores, cambiando de una pestaña a otra en lugar de teniendo que desplazarse varios kilómetros para comprobarlos presencialmente, que iba a ser una ventaja bestial para el consumidor, y una presión para las superficies comerciales, obligadas teóricamente a mantener los precios competitivos para evitar fugas.
Esa presión por ofrecer precios competitivos trajo los precios algorítmicos. Amazon los hizo explotar en popularidad y los puso de moda entre sus competidores. Ahora tenemos tantas variaciones que es cada vez más complicado saber si un precio es caro o barato. En cualquier tipo de producto.
Algunas herramientas se han hecho populares precisamente para tratar de dar una solución a este problema, como la mencionad CamelCamelCamel. Con ella es fácil comprobar cómo un producto de primera necesidad (de acuerdo, de marca, pero de primera necesidad) como unos pañales han cambiado de precio ochenta y nueve veces en menos de tres años.
Durante este tiempo han costado entre 35 y 70 euros. Un incremento del 100% entre cuyos extremos han desfilado precios en zigzag. ¿Por qué iba a saber en noviembre de 2020 que no volverían a estar tan baratos? ¿Por qué iba a saber en mayo de 2022 que habría una subida inminente de un 30% que se prolongaría durante todo el verano? ¿Acaso hubo un baby boom en verano de 2021? Y sobre todo: ¿cuál es el precio "normal" de esos pañales? Con ochenta y nueve cambios en menos de tres años es imposible saberlo.
Si quisiera volatilidad compraría criptomonedas, no pañales.
Una forma de hackear el sistema es decir "para aguililla, yo" y tomar la costumbre de usar CamelCamelCamel para recibir alertas de bajadas de precio. Y no solo para los productos cuya compra planeamos, sino incluso para los que ya hemos comprado. Y si bajan de precio, y aún está en plazo, devolver el original y comprar el nuevo a su precio rebajado.
No lo hago, pero no podría culpar a quien lo hace. Es el mercado, amigo.
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