En el verano de 1798, treinta mil soldados franceses desembarcaron en Egipto bajo las órdenes de un Napoleón de apenas 28 años. Imagino que en aquel audaz movimiento había toneladas de lo que hoy llamamos intereses geopolíticos, pero a nosotros nos interesa por algo muy concreto: junto a ellos, iban unos 150 expertos (matemáticos, físicos, químicos, biólogos, ingenieros, arqueólogos, geógrafos, historiadores...) que analizaron minuciosamente los misterios del país de las pirámides, los jeroglíficos y los dioses ancestrales.
Ahí se reintrodujo la "fiebre egipcia" en la Europa moderna. Hay muchos misterios en torno a las pirámides. Desde entonces, miles de personas han dedicado su vida a resolver alguno de los mayores enigmas de la historia antigua. La mayor parte de las veces sin encontrar una respuesta. El ejemplo perfecto es el de la alineación de las pirámides.
Hoy por hoy, alinear estructuras de ese tamaño puede parecer relativamente sencillo. Sin embargo, hacerlo sin tecnología moderna es un lío de mil demonios. Sin embargo, cada uno de los lados de la Gran Pirámide de Guiza están casi perfectamente alineados con los puntos cardinales. Y cuando digo "casi perfectamente alineados", digo con "una precisión de más de cuatro minutos de arco, o una quinceava parte de un grado".
Y no es casualidad: eso pasa con, al menos, las tres pirámides egipcias más grandes. De hecho, como explicaba Glen Dash en la revista 'The Journal of Ancient Egyptian Architecture', las tres estructuras muestran el mismo tipo de error: "están giradas ligeramente en sentido contrario a las agujas del reloj desde los puntos cardinales".
¿Cómo fueron capaces de hacer eso? Pues, como digo, es un misterio. Un misterio en el sentido de que no hemos encontrado ningún códice ni documento que explique la metodología que siguieron. Por ello, adivinar el mecanismo tiene mucho de "ingeniería inversa": tratar de reproducir los mismos resultados con la tecnología que creemos que en aquel tiempo tenían disponible.
En busca de una respuesta
Se han dado muchas explicaciones: desde el uso de la estrella polar, la sombra del Sol o los extraterrestres. Pero, ninguna de esas explicaciones ha tenido mucho predicamento entre los expertos: o eran demasiado complejas o no daban buenos resultados. La de los extraterrestres es simple y explica la exactitud, claro; pero, bueno, necesita extraterrestres.
Glen Dash decidió explorar otra idea: ¿Y si el equinoccio de otoño permitía ese tipo de alineación? No es que la idea fuera completamente original, al contrario. Se había examinado hasta la saciedad, pero no se había encontrado una forma clara de conseguir la precisión requerida. Su metodología usaba un gnomon (es decir, un palo o estilete clavado en una posición fija, ya fuera suelo o pared).
Utilizando el gnomon y registrando el recorrido de la sombra en intervalos regulares, Dash fue capaz de crear una línea casi perfecta que iba de este a oeste.
Lo curioso de esta metodología es que, como señalaba Dash, no es perfecta: genera un pequeño error en sentido contrario de las agujas del reloj. Justo el mismo tipo de error que tienen las pirámides. Esto es, precisamente, lo que lo hace el sistema digno de estudio. Y mucho estudio que hará falta porque, a menos que aparezca una "piedra Rosetta" arquitectónica, es difícil tenerlo claro. Por lo pronto, tenemos una muy buena candidata.
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Imagen | Andrés Dallimonti
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