Tras el reciente incendio de Notre Dame buena parte de la opinión pública pensó que la verdadera catástrofe estaba por venir. Una vez sofocado el fuego, cuando se constató que buena parte de su acervo había sido salvado y otro tanto podría ser restaurado, los innovadores proyectos de reacondicionamiento de la dama gótica que circularon por los medios espantaron al personal. La respuesta de esta semana de los constructores viene a calmar precisamente aquel temor.
Carpinteros sin fronteras: diez jóvenes voluntarios de esta asociación hicieron una publicitaria exhibición pública a las puertas del templo de los trabajos que llevarán a cabo durante los siguientes dos años, siempre que todo marche según lo previsto. Serrando unos troncos centenarios, tratando después la madera también con hachas, los carpinteros desplegaron una serie de técnicas casi milenarias, concretamente de 800 años de antigüedad, al igual que lo hicieron sus iniciales constructores en la época medieval. Al término elevaron uno de los entramados, el número 7 de entre las docenas que tendrán que construir, con cables de cuerda y un sistema de poleas rústico.
La armadura que llevaban preparando desde julio estaba lista, tan lista como lo habría estado en una época en la que no se había aprendido a manejar el cristal o el acero.
Un “gesto contemporáneo”: ese era el plan inicial de Macron, que quería dejar una huella mitterrandista, al igual que el pretérito Presidente de la República que plantó en París la moderna pirámide I.M. Pei en el Louvre como símbolo a su vida política. Macron no iba tan desencaminado: a fin de cuentas, si nos atenemos a su historia, la auténtica “tradición” de la catedral es la de renovarse arquitectónicamente para responder a los gustos del momento en que se decidiese restaurar, como atestigua la muy poco gótica aguja de Eugène Viollet-le-Duc del XIX.
Tras una reunión con la Comisión nacional del patrimonio y de la arquitectura, y probada la inclinación social hacia una conservación plenamente respetuosa, el Elíseo dio el visto bueno a una reconstrucción idéntica, sin “gestos contemporáneos” ni inventos. Algo que de seguro los parisinos del futuro leerán como otro signo de los tiempos.
¿Qué es un desarrollo sostenible? Parte del interés por volcarse con el diseño tradicional, aunque no sea ignífugo, es una contención del coste y la limitación de los posibles efectos contaminantes de otros materiales, como ha ocurrido, por desgracia, con el plomo. Pero otra cosa que es también igualmente ecológica es la racionalización del gasto: cuando tuvo lugar el incendio acudieron raudos a ofrecerse para el rescate de este símbolo nacional las grandes fortunas francesas. Entre todos sus mecenas recaudaron 922 millones de euros, de los que 104 ya se han hecho efectivos, cuando en realidad el presupuesto que se necesita para la fase de estabilización es de 85 millones. Está por ver qué harán con el resto del dinero en tiempos postpandemia.
¿Y cuándo estará lista para visitarla? Macron asegura que será en 2024, para que puedan visitarla los turistas trasladados para los Juegos Olímpicos de París. Los expertos aseguran que se trata de una fecha de inauguración bastante irreal.