Ayer Salvador Illa, el Ministro de Sanidad, anunció que iban a iniciar un estudio a gran escala que testaría a unas 60.000 personas para "determinar el porcentaje de la población que padece la enfermedad". Durante tres semanas, los equipos del ISCIII visitarán 30.000 hogares aleatoriamente a los hogares seleccionados con la ayuda del Instituto Nacional de Estadística para conseguir una muestra representativa del país y conocer la dimensión de la epidemia.
Según explicó el ministro, el estudio dará comienzo la semana próxima y será uno de los elementos a tener en cuenta para trazar los planes de contingencia con los que salir de la cuarentena de forma segura, primero, y prepararnos para próximas oleadas, después. Con sus pros y con sus contras, se trataría de uno de los primeros estudios de seroprevalencia que se ponen en marcha en el mundo y por ello ha levantado cierta confusión.
Sobre todo, porque esta propuesta coincide en el tiempo con la intención de muchos países de poner en marcha "pasaportes inmunitarios" con los que acelerar la puesta en marcha de la economía. Pero ¿hablamos de lo mismo? ¿Qué diferencias hay con la propuesta del Gobierno y por qué en España se escogerán 30.000 hogares 'al azar'?
Los pasaportes inmunitarios
Desde el mismo momento en que se empezó a hacer evidente que la única respuesta viable a la pandemia del coronavirus era el cierre temporal de países enteros, los expertos se dieron cuenta de que se iba a necesitar alguna forma de arrancar esas economías minimizando el riesgo de que el número de casos nuevos, hospitalizados y fallecidos volviera a crecer. La forma más sencilla de hacerlo era identificando a las personas que ya eran inmunes al virus.
Así, países como Alemania o Israel ya han anunciado su intención de ponerlos en marcha y otros muchos lo están estudiando. El principal problema es que, como reconocían los líderes del G7 hace unos días, los tests necesarios para poner en marcha esos certificados no existen.
Hasta donde sabemos hay ideas prometedoras y varios investigadores han sido capaces de crear estrategias eficaces para identificar los anticuerpos en laboratorio, pero no disponemos de la tecnología necesaria para implementar este tipo de certificados inmunitarios de forma segura. Nadie la tiene, de hecho. Hasta países como Corea del Sur que ha desplegado un enorme potencial diagnóstico reconocen que ahora mismo esa jugada es demasiado arriesgada.
¿Para qué sirven, entonces, las pruebas rápidas que tenemos?
Durante las últimas semanas, el caso de las pruebas rápidas ha formado parte del vodevil político que envuelve a la epidemia. Primero fueron los 340.000 tests rápidos que había adquirido el Gobierno y que "resultaron" defectuosos; después hemos visto que el mismo problema se repetía en países como el Reino Unido. Y es que, frente a la idea generalizada (y que defendió el mismo Ministerio) de que estas pruebas iban a servir para descongestionar las PCRs, lo cierto es que según todo lo que sabemos se tratan de "tests de presunción".
Es decir, pruebas muy rápidas, pero poco sensibles: solo identifican a un 50% de los positivos. ¿Para qué sirven entonces? En las fases anteriores al pico, ayudan a "desbrozar" la masa de posibles casos y evaluar la magnitud del contagio. Así se usaron en Corea, por ejemplo. El problema es que "en fases muy precoces podría dar falsos negativos" porque muchos contagiados no habrían llegado producir anticuerpos todavía.
Durante la fase aguda (en las inmediaciones del pico de contagios) su utilidad tampoco es muy grande. En ese momento, la mayor parte contagios están activos y son fácilmente identificables a través de PCRs (infinitamente más fiables que las pruebas de presunción). Añadir un cribado con estos tests puede ser útil en algún momento, pero no ayuda a descongestionar el cuello de botella de los laboratorios de pruebas moleculares (e incluso puede empeorar la situación añadiendo más casos dudosos).
En las fases posteriores de la epidemia (y mientras encontramos pruebas serológicas más precisas) se pueden utilizar en combinación con otras pruebas para realizar estudios de seroprevalencia, una cartografía del alcance real de la epidemia. No es lo ideal porque, si no hay prisa, esperar a disponer de mejores pruebas es más costo-efectivo. Sin embargo, hay momentos en los que las circunstancias pueden aconsejar lanzarlos cuanto antes (como en el caso de que se teman nuevas oleadas).
¿Para qué sirven cada tipo de test?
¿Qué es lo que quiere hacer el Gobierno?
Según ha explicado el Ministerio de Sanidad, es esto último lo que se quiere poner en marcha en los próximos días. Se iniciará un estudio de seroprevalencia con tests rápidos y PCRs. Como explicaba en el apartado anterior, a nivel metodológico puede parecer pronto para realizar este tipo de estudios. Por ello, como decía, es uno de los primeros en plantearse. Italia está empezando a plantear también los suyos, pero efectivamente ellos nos llevan días de "ventaja" en la evolución de la epidemia.
Ahora mismo, a efectos prácticos, es como si se hiciera una encuesta epidemiológica con PCRs (solo que los tests rápidos ayudarán a reducir en torno a un 7% las pruebas moleculares necesarias). Y, aunque no lo parezca, es una decisión muy importante. Según ha repetido el Ministerio, actualmente España tiene capacidad para hacer entre 15.000 y 20.000 pruebas PCR al día. Un estudio de estas características posiblemente añada unas 13.000 PCRs más a la semana (que tendrían que convivir con las que ya se hacen por motivos clínicos). Se trata, por lo tanto, de un desafío logístico descomunal.
¿Por qué hacerlo ahora si la foto de la epidemia puede cambiar en el futuro? En primer lugar, por el miedo a una nueva oleada. Sin saber cuánta gente ha sido infectada por el virus es muy difícil diseñar planes de contingencia que nos ayuden a capear el temporal con el mínimo impacto. En segundo lugar, porque tenemos el material. España dispone de un importante stock de tests rápidos que, salvo para este tipo de estudios, ahora tienen muy poca utilidad.
Imagen | ICS
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