El mayor estudio de asociación de todo el genoma que se ha realizado hasta la fecha con pacientes de Alzheimer acaba de publicarse y sus conclusiones, aunque no esclarecen el origen del problema, abren una vía muy interesante para enfrentarnos de tú a tú con una enfermedad tan terrible como elusiva. Aún no sabemos qué vías genéticas utiliza este mal para crecer en el cerebro, ahora tenemos buenas opciones por donde empezar a rastrearlo.
Un monstruo voraz llamado Alzheimer. Descrito por primera vez en 1906 por Alois Alzheimer esta enfermedad neurodegenerativa es, hoy por hoy, la causa más frecuente de demencia en Occidente (entre el 60 y el 80% de todas las demencias) y todo indica que seguirá creciendo. Solo en España afecta ya a más de un millón de personas y en las próximas décadas, con el progresivo envejecimiento de la población a lo largo de todo el mundo, los expertos esperan que el número de personas llegue a triplicarse.
Los misteriosos caminos de la genética. Porque, aunque sabemos que hay bases genéticas en la enfermedad, aún no hemos sido capaces de identificarlas. Sabemos que es un proceso complejo y que, evidentemente, es multifactorial, pero nuestro desconocimiento a nivel genómico limita la comprensión y el tratamiento del Alzheimer.
Por ello, una de las principales líneas de investigación es la caracterización de los factores de riesgo genético. Esto abriría la puerta a identificar procesos fisiopatogénicos y, de rebote, a diseñar medicamentos capaces de apuntar a nuevas dianas terapéuticas. El problema es que es más fácil decirlo que hacerlo.
El mayor estudio genómico hasta la fecha. En este caso, el estudio de asociación de todo el genoma (GWAS) ha sido coordinado por el Instituto Nacional de Salud e Investigación Médica de Francia y ha analizado el genoma de 111.326 pacientes diagnosticados y 677.663 personas sin la enfermedad. Con esta gran cantidad de datos los investigadores son capaces de extraer aspectos comunes asociados a la enfermedad.
75 regiones. Los investigadores han encontrado 75 regiones del genoma asociadas a la enfermedad. Pero lo más interesante no es eso, lo interesante es que 42 de ellas son nuevas. Es decir, no hay evidencia previa que las relacione con el Alzheimer.
Y, más aún, tras estudiar esas regiones a la luz de nuestros conocimientos clínicos y biofisiológicos, los investigadores descubrieron que algunas de ellas están implicadas en la producción de péptidos amiloides y en la modificación funcional de la proteína Tau. Dos de los fenómenos más íntimamente ligados a la evolución de la enfermedad.
Mucho por hacer. Quizás lo más prometedor del trabajo es que el equipo ha diseñado un sistema de puntuación de riesgo genético para evaluar mejor qué pacientes desarrollarán, en un plazo de tres años, la enfermedad. Esta herramienta (por cuestiones técnicas) no está destinada a un uso clínico, pero sí permitirá afinar las investigaciones futuras y empezar a trabajar, de lleno, en la identificación de los puntos débiles de esta enfermedad.
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