"Aunque no estamos en el mismo lugar que hace un año, está claro que la pandemia de Covid-19 no ha acabado. Vemos indicadores al alza de nuevo en Europa, que sugieren que ha empezado otra ola de infecciones". Son palabras del comunicado conjunto de la OMS, el Centro Europeo para la Prevención y Control de Enfermedades y la Comisión Europea. Y, lo único que podemos decir, es que esencialmente tienen razón. Por primera vez desde hace meses, todos y cada uno de los indicadores de la pandemia han aumentado en España durante la última semana.
Y eso no es lo peor. Sobre todo, porque se acerca el invierno.
El primer invierno sin restricciones. La vida ha pasado tan rápido que esto puede sorprendernos, pero sí. Pese a que quedan algunas restricciones (especialmente, las que afectan al transporte público), vamos hacia el primer invierno sin medidas de contención epidemiológica y distanciamiento social. Y eso plantea muchas dudas: no sólo sobre la situación epidemiológica de los próximos meses, sino también sobre lo que las sociedades europeas estarán dispuestas a aceptar en un contexto, además, de profunda crisis energética y financiera.
Y es que, aunque sea desde un punto de vista social, la pandemia lleva muerta y enterrada desde el inicio de la primavera. Ni siquiera el más que considerable brote de principios del verano (que venía acompañado de nuevas variantes bastante preocupantes) hizo que el país se parara a reconsiderar si era momento de volver a introducir nuevas medidas.
La ola que empieza a fraguarse. Sin embargo, ni la epidemiología del virus ni los datos parecen tener muy en cuenta nuestras preferencias sociales sobre la pandemia. Como decía, por primera vez en meses, todos los indicadores en torno al coronavirus han empezado a crecer. En varias comunidades, de hecho, los datos hospitalarios llevan avisando semanas del cambio de tendencia.
Y eso que el tiempo ha jugado a nuestro favor. Las buenas temperaturas en España están retrasando la llegada del invierno meteorológico, pero lo que estamos viendo en el norte de Europa es todo un aviso a navegantes. La semana pasada, Gerald Gaß, el presidente de la Asociación de Hospitales Alemanes, alertó que "el rápido incremento de los contagios [con el impulso de las nuevas variantes de ómicron BA.4 y BA.5] está empujando a los hospitales alemanes hasta el límite de su capacidad".
Europa y las orejas del lobo. Tanto es así que Karl Lauterbach, el ministro federal de Sanidad, ha pedido a los estados federados que impongan de nuevo el uso obligatorio de la mascarilla en interiores. Y no es solo Alemania: Francia ha redoblado sus esfuerzos de vacunación contra la gripe para evitar una posible epidemia doble que sature la sanidad. Lo hace tras encontrarse con casi 90.000 casos nuevos en una semana. El resto de países europeos va detrás.
¿Qué podemos esperar? Esta es la gran incógnita. Desde luego, no estamos en un escenario ni remotamente parecido a los de la primavera de 2020. Sin embargo, el calendario epidemiológico del mundo es un misterio. A lo largo de los meses, hemos comprobado que, de una forma u otra, las enfermedades infecciosas empezaban a "amoldarse" a la existencia del COVID. El virus respiratorio sincitial, por ejemplo, era "un patógeno invernal", pero la pandemia lo ha convertido en uno pre-veraniego. La gripe también "se movió" el año pasado.
Así que la pregunta es "¿Qué pasará esta temporada?". O, mejor dicho, "¿estamos preparados para una temporada cuya evolución ni siquiera podemos intuir?". Y se trata de una pregunta relevante porque, de una forma u otra, "invierno" y "saturación del sistema de salud" llevan décadas siendo sinónimos. Si tenemos suerte y las enfermedades no se alinean, no notaremos nada; si no la tenemos, esta Navidad la cosa puede ponerse bastante fea.
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