Dice el refrán que "de opíparas cenas están las sepulturas llenas", y pocas startups se han dado el festín de capital riesgo que se han pegado las empresas de delivery en los últimos años, convirtiendo la quema permanente de dinero para subvencionar las entregas en una costumbre. Porque ya sabemos cómo va esto: invertimos cantidades exageradas de dinero en nuestro propio crecimiento y lo de la rentabilidad ya lo veremos pasado mañana.
Con el capital riesgo pegando un frenazo y los tambores de la recesión atronando, la historia empezó a cambiar. Gorillas cerrando sus puertas en España menos de un año después de su llegada es un síntoma. Su rival Getir, anunciando despidos para el 14% de su plantilla en varios países, incluida España, también.
Batacazo para el Q-commerce, correctivo para el resto
La 'ley rider' aprobada un año atrás se saldó con la salida de Deliveroo del mercado y con Glovo alargando las contrataciones hasta dar la vuelta a la tortilla para convertirse en mero mediador a ojos legales, esquivando así la relación laboral que por ley le obligaba a contratar a los trabajadores autónomos. La misma Glovo anunció 475 millones de euros en pérdidas para 2021 y una previsión de un EBITDA negativo para este año: 330 millones más de pérdidas operativas.
Un negocio donde casi nadie es rentable, se depende del capital riesgo y a menudo se esquiva la laboralidad
Con la pandemia siendo afrontada por Estados Unidos (y otros) imprimiendo dinero, llegaron la inflación y las subidas de tipos de interés. Con el capital riesgo congelado o reduciéndose por ese aumento de los tipos y la incertidumbre sobre la economía global, estos modelos, que siempre fueron de la mano de la polémica por sus relaciones laborales, peligran. Perdieron su respaldo habitual.
El Q-commerce, el de las entregas en menos de quince minutos, más de lo mismo. Gorillas llegó con promesas bienintencionadas, pero de buenas intenciones está empedrado el camino del infierno. Tampoco lleva un gran camino Getir con los mencionados despidos. Quizás es que no necesitamos entregas ultrarrápidas, y si las necesitamos como algo extremadamente puntual, hay que pagarlo a otro precio para que el chiringuito sea rentable.
En un lado mucho más feliz de la historia, y cabalgando en solitario, Just Eat, que lleva años en funcionamiento y demostrando su capacidad de ser rentable... al mismo tiempo que tiene un modelo distinto al de Glovo o Gorillas, pero que redunda en laboralidad para sus repartidores. Hasta se enfrentó a Glovo y Deliveroo para pedir que se pusiera fin al uso de falsos autónomos como repartidores.
Británica al margen, el delivery, un icono de los años diez con repartidores en moto atravesando las ciudades, muestra sus costuras de forma cada vez más clara.
El descontento es generalizado, como resumió el periodista de El Mundo Ángel Jiménez: como negocio apenas funciona (sobre todo en plataformas orientadas al envío generalista, no solo de restaurantes), los restaurantes pierden márgenes y el aumento de volumen no siempre les compensa, y los repartidores se enfrentan a condiciones duras que van empeorando.
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