Redondo es, así que “Codex Rotundus” lo llamaron.
Más allá de esa obviedad todo lo que define el códice medieval conservado como un tesoro histórico en la biblioteca de la Catedral de Hildesheim, en Baja Sajonia, es de todos menos convencional. Y no por su contenido o ilustraciones, aun siendo estas auténticas joyas. Lo realmente fascinante es su edición, que le ha valido en ocasiones el bien merecido título de “primer libro de bolsillo de la historia”.
Madera —o pergamino, dado el caso— tiene para serlo.
El Codex Rotundus es hijo del capricho aristócrata y la maestría artesanal flamenca del siglo XV. Aun hoy en día —acostumbrados a todo tipo de virguerías de la industria editorial— es imposible (ad)mirarlo sin dejar escapar un silbido de asombro. Sus cifras sirven de carta de presentación: 266 páginas de pergamino casi perfectamente circulares manuscritas y unidas en un bloque de tres centímetros de altura con un diámetro de apenas nueve centímetros.
Visto por fuera y con las tapas cerradas el Rotundus parece una especie de monedero. Uno muy peculiar, cierto. Su cubierta está fabricada con cuero rojo e incorpora detalles dorados y tres cierres metálicos con forma de letras góticas. Eso de portada afuera. Si lo abrimos y repasamos su contenido veremos que se trata de un libro de horas, un devocional que incorpora varias miniaturas a página completa. Sus textos están escritos tanto en latín como en francés.
El contenido nos da una pista sobre para qué servía. Los libros de horas se empleaban para el rezo y combinaban oraciones y salmos con decoraciones más o menos virtuosas. Llegaron a ser tan populares durante la Edad Media que si hoy te encuentras con un manuscrito iluminado lo más probable es que sea de este tipo.
El Codex Rotundus incluye por ejemplo tres miniaturas y 30 iniciales, todas relacionadas con escenas del Antiguo Testamento y la vida de Jesús o los santos. Y todas, por supuesto, adaptadas al igual que las letras a su diseño y tamaño.
Aclarado el para qué servía y cómo es, la siguiente gran pregunta es de quién era. ¿Quién quiso incorporar a su biblioteca una joya editorial formato XXXS?
Por las iniciales de los tres cierres los investigadores creen que la respuesta es Adolfo de Cleves, señor de Ravenstein (1425-1492), un aristócrata emparentado con Felipe el Bueno. No es la única pista que dejaron sus autores: la de "D" inicial de una de sus páginas contiene un escudo de armas con elementos que coinciden con el del propio Adolfo, marcas que todavía hoy pueden apreciarse pese a que todo indica que uno de sus dueños posteriores trató de borrarlas.
Adolfo de Cleves estaba ligado a la corte de Borgoña, lo que ayuda a entender mejor la obra y sus orígenes. “Lo más probable es que el códice se elaborara en relación con la corte de Borgoña a finales del siglo XV, que era el centro del arte y la cultura contemporáneos”, explican desde la Dombibliothek Hildesheim. Otros afinan más y apuntan que se habría creado hacia 1480 en un taller de Brujas.
En cuanto a quién o quiénes tuvieron la habilidad de elaborarlo, en Dbibliofilia apuntan que su autoría ha quedado enterrada bajo el anonimato, pero es posible enmarcarlo en la escuela flamenca y su creador habría trabajado con los maestros de Dresde, de los que habría aprendido diferentes técnicas y motivos.
Nos queda su talento...
...y una idea de cómo sería un libro de bolsillo —de luxe, eso sí— en el siglo XV.
Imagen de portada: Dombibliothek-Hildesheim