Hace no demasiados meses hablábamos de Netflix como un contenedor en el que cabía de todo: algunos estrenos llamativos y mucha programación de relleno, a veces procedente de geografías remotas y, a priori, no muy atractivas para el consumidor autóctono. Un tiempo después, Netflix parece haber llegado a la conclusión de que los atracones no son buenos, y aunque sigue favoreciendo el binge-watching en sus lanzamientos, parece que va a ser algo más selectiva.
Tiempos duros para el streaming. Lo llevamos notando desde hace unos meses: hay un descenso generalizado en la producción que obedece a recortes de gastos. Estos han sido más notorios y urgentes en el caso de Warner, que ha renombrado plataformas, eliminado decenas de producciones de su catálogo de HBO Max y, en general produce menos -algo que comparte con Disney+- y más sibilinos en el caso de Netflix.
No compartir y ahora, no atosigar. En el caso de Netflix, la economía de guerra viene con nuevas imposiciones a sus suscriptores, como la de no compartir cuentas, así como la aparición de nuevos tiers con publicidad. Por el momento, no se está notando un descenso claro en términos de producción propia y compras exclusivas para la plataforma, pero esa situación podría estar cambiando también.
Primeras señales en el TIFF. El Toronto International Film Festival es uno de los mercados de cine y series más importantes del mundo, quizás junto al de Cannes. En él, The Wrap cuenta que se ha visto a una Netflix especialmente activa, comprando películas de índole muy comercial y para todos los gustos, y que cubren géneros que la plataforma sabe que tienen un público fiel entre sus suscriptores: true crime y comedias románticas.
Algunos títulos. Por ejemplo, Netflix ha adquirido películas como el debut como directora de Anna Kendrick, 'Woman of the Hour' (un true crime sobre un psicópata que escoge sus víctimas en un programa televisivo de citas), así como lo nuevo de Richard Linklater, el thriller sobre un asesino a sueldo 'Hit Man', y dos documentales. Uno es sobre parajes y costumbres exóticas, 'Mountain Queen: The Summits of Lhakpa Sherpa', y otro sobre el músico Jon Batiste 'American Symphony'.
20 millones, o menos. Todas estas películas comparten que su precio no es muy alto: la de Kendrick ha costado a Netflix 11 millones de dólares, la de Linklater 20 millones, y los documentales, como es natural, mucho menos. Comparado con lo que gasta Netflix en una serie de alto presupuesto como 'One Piece' o 'Stranger Things', son migajas.
La calidad es lo que se busca. Pero ante todo, son películas que pueden encontrar un público sin dificultades por su gancho (la protagonista de 'Dando la nota', el director de la trilogía 'Antes de amanecer') y que no han obligado a la plataforma a invertir una fortuna. Netflix sigue siendo el negocio de streaming más rentable, pero posiblemente ha visto que su técnica de "superservir" no funciona, ni a nivel financiero ni, posiblemente, a nivel de imagen, ya que transmite que estrenan películas y series "al peso".
Calidad por encima de cantidad. The Wrap recoge en este contexto la opinión de un anónimo ejecutivo de una distribuidora: "En este mercado, los estudios y las empresas de streaming, además de Netflix, prefieren gastar mucho dinero en una o dos películas que les entusiasmen, en lugar de gastar un montón de dinero para llenar listas o poner a rebosar el canal con contenido mediocre". Está claro que se acabaron los tiempos de los atracones.
Cabecera: Unsplash
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