Microsoft y sus futuras Xbox Series X han dado mucho que hablar en estos últimos días. Lo han hecho con una decisión que si finalmente se confirma podría marcar el futuro de una consola que quiere competir con la PS5 pero que lo hará con una potencial desventaja fundamental: "no habrá juegos exclusivos para Xbox Series X, al menos en uno o dos años", como indicaba Matt Booty, uno de los directivos de Xbox Game Studios.
La frase de Booty contrasta con el dato que daba uno de los editores de Kotaku en el podcast Splitscreen: Sony sí tendrá juegos exclusivos para la PS5 en su lanzamiento, y eso significa para muchos iniciar la guerra de consolas de nueva generación con una diferencia que podría marcar de forma notable las ventas de una y otra máquina. Quizás lo que marque, además, sean dos formas distintas de entender estas plataformas de videojuegos a partir de ahora.
Cuidado con repetir el desastre del lanzamiento de la Xbox One
Cuando Microsoft anunció las Xbox One en 2013 lo hizo con una campaña plagada de despropósitos. Sus directivos, sin un mensaje unificado y claro, llenaron a los usuarios de dudas y confusiones. Nos dijeron que la consola tendría que estar conectada 24 horas cuando en realidad eso no acabó siendo necesario, y nos dijeron que no permitirían la compraventa de juegos de segunda mano cuando finalmente sí dieron esa opción.
Pero sobre todo acabaron metiendo la pata con Kinect: aquel periférico se convirtió en parte obligatoria de la compra de la consola, lo que provocó que de partida la PS4 fuera 100 euros más barata que la Xbox One. Para cuando Microsoft reaccionó ya era tarde: el daño estaba hecho, y la evolución de ventas, ayudada por otros factores, fue muy favorable a la PS4. Kinect, por cierto, moriría algo después.
Todos aquellos errores lastraron el lanzamiento de la consola de Microsoft, y parece que sus directivos aprendieron la lección. Phil Spencer, jefe de Xbox, indicó que no querían repetir aquellas meteduras de pata con las Xbox Series X, pero las recientes declaraciones de Matt Booty, directivo de Xbox Game Studios, no parecen favorecer ese objetivo.
Juegos exclusivos como argumento de venta, ¿sí o no?
Booty explicaba en esa entrevista con MCVUK que "a medida que nuestro contenido salga a la luz durante el próximo año o dos años, todos nuestros juegos, algo así como lo que ocurre en el PC, se podrán jugar en toda esa familia de dispositivos. Queremos asegurarnos de que si alguien invierte en Xbox de aquí a [la Serie X], sienta que ha hecho una buena inversión y que nos comprometemos con ellos con el contenido".
Como revelaban nuestros compañeros de Vidaextra, esa estrategia es ciertamente más respetuosa con los usuarios actuales de una Xbox One en cualquiera de sus ediciones: "dejar atrás a los cerca de 50 millones de unidades vendidas de Xbox One también supone dejar atrás a 50 millones de clientes potenciales del servicio Xbox Game Pass".
Puede que precisamente ahí esté la clave para Microsoft con esta potencial decisión. No tener exclusivos en el lanzamiento de las Xbox Series X permite no excluir a los jugadores actuales.
El escenario que se plantea es el de una consola más potente para quienes la quieran, pero ¿de qué servirá comprarla si no hay juegos que aprovechen su potencial?
Aquí las declaraciones de Booty dejan margen para diversas interpretaciones. Quien habla es el director de Xbox Game Studios, la desarrolladora propia de Microsoft, pero puede que no hable por toda la industria y que otras casas de desarrollo sí planteen sus títulos como exclusivas para las Xbox Series X.
La otra opción es la de que esos futuros juegos puedan jugarse en todas las Xbox One y en las Xbox Series X, pero con opciones mejoradas para estos últimos. Ya vimos en 'Forza Horizon 4' como Microsoft ofrecía dos modos de juego: uno 4K a 30 FPS y uno 1080p a 60 FPS.
Esa podría ser una vía para los desarrolladores, que es la tradicional forma de jugar en el PC: el juego ofrece un menú donde puedes elegir la resolución y nivel de detalle al que quieres jugar: que tu PC luego pueda mostrar una experiencia fluida con esas preferencias depende del hardware, pero al final el usuario está a los mandos: si quiere sacrificar detalle para obtener más fluidez puede hacerlo, y si quiere hacer lo contrario también puede hacerlo.
Esa visión tiene sentido si tenemos en cuenta que Booty dice en sus declaraciones "algo así como lo que ocurre en el PC", pero también parece coherente con lo que Phil Spencer cuando habló de Project Scarlett y su intención con esa consola: "yo quiero competir, quiero competir de la manera correcta, por eso le hemos dado tanta importancia al cross play y a la retrocompatibilidad".
Sony y el debate sobre los incentivos
Mientras Microsoft parece estar dispuesta a no tener juegos exclusivos para sus futuras Xbox Series X, en Sony plantean precisamente lo contrario. Al menos eso es lo que reflejan los comentarios de Jason Schreier, editor de Kotaku, que en el citado podcast Splitscreen (minuto 29) mencionaba que Sony sí tendrá juegos exclusivos para la PS5 en su lanzamiento. Juegos a los que no podrán jugar los actuales usuarios de las PS4.
A priori la estrategia de Sony podría parecer mucho más lógica que la de Microsoft: me compro una PS5 porque si no no podré jugar al juego X o al juego Y. En la Xbox One ese incentivo no existe porque si se cumplen esos planes podremos jugar a ese juego X o ese juego Y en la actual Xbox One.
Las ventajas y las desventajas están claras. El problema para Sony es que dividirá a sus usuarios en dos facciones, pero la ventaja es que quienes quieran lo más nuevo (¿y lo mejor?) tendrán que comprarse una PS5.
Eso no parece haber sido un problema en el pasado: cada nueva generación de consolas siempre ha roto con la anterior, y solo hemos visto una reconciliación de consolas antiguas y nuevas gracias al soporte de la retrocompatibilidad. Microsoft ha hecho mucho hincapié en ello, mientras que el acercamiento de Sony a este ámbito ha sido más tímido.
Para Microsoft, no obstante, se añade precisamente ese problema de la retrocompatibilidad: hay rumores que revelan que la PS5 será compatible con la PS4, así que los actuales usuarios de esta consola tendrán un incentivo más para dar el salto a la nueva consola: podrán jugar a los exclusivos de la PS5, pero también podrán seguir disfrutando de su biblioteca de juegos para la PS4.
En las Xbox Series X ese incentivo no existe porque planteadas como parece estar planteándolas Microsoft da igual la consola que tengamos (entre las Xbox One y las Xbox Series X), podremos acceder a un catálogo de juegos unificados. Comprar una nueva consola y hacer esa inversión dependerá de factores mucho menos directos.
Ninguna de las dos posturas es definitiva, pero desde luego se plantean aquí dos estrategias totalmente distintas y dos formas de entender el futuro de los videojuegos: una, la de Microsoft, centrada en el cross-play, la retrocompatibilidad y -cómo no- Game Pass-, y otra, la de Sony, que se vuelca en su exitoso catálogo de exclusivos.
A falta de ver qué ocurre finalmente, tenemos ante nosotros un debate singular y una forma de plantear ese futuro de las consolas que podría diferenciar más que nunca a Microsoft de Sony en este segmento.
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