Alguien me pasa un enlace de Aliexpress. “¿Has visto esto?”, dice emocionado. Hay vendedores chinos que se ofrecen a hacerte unas gafas graduadas, y no sólo te pide las dioptrías, sino también el índice de la lente, distancia pupilar, el eje en caso de ser astigmatismo y varias opciones más. Al menos 25 personas afirman haber recibido unas gafas perfectas a su medida. Hago una simulación de compra y el precio final de unas gafas para mí, cristales incluidos, son 50 euros. Las que compré hace tres años en óptica me costaron 330.
Las gafas son un producto de moda y estilo personal, pero ante todo sanitario. Es por ello que muy poca gente le confía a las compras online la seguridad de sus retinas, mucho menos en páginas sin controles ni garantías para el consumidor. Pero cada vez que toca pasar por caja, cada tres o cuatro años, los sufridores ópticos no podemos dejar de preguntarnos: ¿de verdad estoy pagando un precio justo por un trozo de plástico o metal y un par de lupas?
“Al menos 500 millones de personas están ahora mismo llevando nuestras gafas”. Habla Andrea Guerra, CEO de Luxottica hasta 2014 en una entrevista para el programa estadounidense 60 minutos en 2012. Según un artículo de este mes para LA Times, la proporción de cuatroojos que llevamos sus productos no ha hecho más que aumentar. “Ya no hay competencia en esta industria, se acabó. Luxottica ha comprado a todos. Ponen los precios que les da la gana”, afirma Charles Dahan, ex empresario del negocio de los bienes ópticos, un sector que mueve en el mundo 100.000 millones de euros cada año.
El monopolio “Made in Italy”
Luxottica posee a día de hoy las siguientes marcas:
Armani, Brooks Brothers, Burberry, Chanel, Coach, DKNY, Dolce & Gabbana, Michael Kors, Oakley, Oliver Peoples, Persol, Polo Ralph Lauren, Ray-Ban, Tiffany, Valentino, Vogue, Versace.
Todas las molduras de estas firmas se fabrican en Longarone, un pueblo de 4.000 habitantes a 100 kilómetros de Venecia. Según Forbes, el 80% de las marcas de lujo en el mercado está controlado por Luxottica. Está claro que esta firma es el agente más poderoso, pero convive con Safilo, Marcolin y De Rigo. Si sumamos las 170 compañías medianas y 650 de formato artesanal que también operan en el valle, tenemos la foto completa: Longarone es la meca mundial de las gafas.
Si bien muchos sospechamos que con las monturas estás pagando puramente marca (ellos mismos reconocen que, de los 160 o 230 euros que te cuesta una montura Ray Ban, a ellos les sale fabricarla por cinco), queremos creer que con las lentes es otro asunto. Son piezas customizadas con decenas de variables, en muchos casos con múltiples ajustes de visión en una sola lupa.
Pues bien, Luxottica también ha ido comprando a los distintos productores de lentes, así como sus herramientas de fabricación. Como cuenta Dean Butler compañero de Dahan en LensCrafters (el principal fabricante y minorista de gafas en Estados Unidos hasta 1995), antes de vender su empresa podían producir las lentes por entre 5 y 15 dólares. Ahora LensCrafters las vende por 100 o más.
“¿Cristales? Se pueden comprar cristales de primerísima calidad por un dólar cada uno, y sin embargo esos mismos cristales se están vendiendo en Estados Unidos por 800 dólares. Es ridículo, es una completa estafa”, dice Butler.
Aquí viene el truco: en enero de 2017 la Unión Europea dio el visto bueno a una fusión entre Luxottica y Essilor. La primera, con su músculo de licencias. La segunda, francesa, siendo el mayor fabricante de cristales del mundo al que nadie tose: ellos solos dominan el 45% de los cristales producidos en todo el mundo.
La suma de ambas empresas englobaba 49.000 millones de euros de esos 100.000 que decíamos al principio. Aproximadamente 2.500 millones de humanos necesitan gafas, y EssilorLuxottica ya están fabricando 1.000 millones de ellas cada año, concretamente, los 1.000 millones de gafas más caras.
Un informe de 2014 la firma de análisis de mercados Euromonitor ya alertaba de lo estancado de la oferta en el sector, denunciando que, según sus estimaciones, el precio final de fabricación de unas gafas no puede superar los 25 y 50 dólares; pero 2014 era un momento dulce, aún ajeno a la fusión entre estos dos gigantes.
Poco a poco, la multinacional ha ido acaparando más partes de la cadena de producción y distribución, desde diseñadores, ingenieros, fábricas y almacenes de cuatro continentes hasta los puntos de venta, ya que también poseen algunas de las cadenas más populares de cada región: tienen más de 9.000 tiendas en todo el mundo.
Las gafas no son (y sí son) un producto cualquiera
Es habitual encontrarse a ópticas independientes, nuevos fabricantes y marcas intentando huir de la necesidad de hacer negocios con ellos, pero pueden sufrir alguna de las siguientes consecuencias: se les deja con reducidos márgenes de maniobra al no contar con varios de los puntos de proceso, se hunde la marca para luego comprarla o, cuando son lo suficientemente grandes, corren el riesgo de ser comprados.
Para muchos, la actividad de esta empresa requiere de la intervención de los Estados, que apliquen algún tipo de ley antimonopolio. Si bien su actividad en el sector de la moda puede ser hasta cierto punto lícito (nadie te fuerza a comprar unas gafas de sol Ray Ban graduadas por 500 euros), el problema es precisamente su ubicuidad también para los que quieren tratarse un defecto clínico. Las gafas es un complemento, pero también una prótesis sanitaria.
Los ex empresarios de LensCrafters se acuerdan de EpiPen, aquel remedio vital para los alérgicos cuyo precio subió, por culpa del control monopolístico, un 400% de la noche a la mañana. Temen que el conglomerado pueda influir en la oferta de la misma forma.
Sin embargo, de momento la influencia de EssilorLuxottica no está tan clara. Sigue habiendo opciones de monturas baratas, y los precios de los cristales no se han encarecido (aunque con la multiplicación de opciones de lentes ahora hay cristales mucho más caros que las de antes). La sensación general, sin estudios de por medio, es que las gafas cuestan, en proporción, lo mismo ahora que hace 20 años: unos 250 euros de media por un par de gafas, con la diferencia de que en España las cambiamos aproximadamente cada seis años y en Estados Unidos lo hacen cada uno o dos años.
Claro que, si comparamos con cómo han bajado de precio otros bienes de consumo cuya producción se ha abaratado enormemente como ropa, televisores o smartphones, es mucho el porcentaje de precio que tendría que haber caído y no lo ha hecho. Si nos fiamos de las afirmaciones de los analistas, el beneficio neto por gafas vendidas para este conglomerado es del 300%, lo cual sigue siendo un margen altísimo (un iPhone, por ejemplo, tiene un 42%).
En cualquier caso, el futuro se anticipa positivo para el negocio: la esperanza de vida se alarga y la población occidental está envejeciendo, los trabajos de cuello blanco y la ubicuidad de las pantallas están extendiendo la miopía y los países latinos y asiáticos están incorporándose a la compra de gafas: si en los años 50 entre un 10 y un 20% de chinos decían necesitar ayuda para ver, entre los adolescentes actuales el porcentaje es del 95%. EssilorLuxottica, por supuesto, se está preparando para ello.
Entonces, ¿qué opciones tenemos como consumidores?
Internet, claro. Valientes que se atrevan a comprar online e intenten ayudar a cambiar el peso de los principales competidores. Pero volvemos al principio: como lamentan empresas independientes como Lord Wilmore, las gafas graduadas son un producto sanitario y están sujetas a una legislación especial, lo que hace que sean más vulnerables a denuncias por venta online.
Lo que hace la mayoría de estas empresas es publicitar la web como un mero canal de venta más, manteniendo al menos una sede física, aunque en la práctica vendan mayoritariamente en la red. Estos negocios ganaron una batalla en 2010: una compañía denunció a una tienda online por vender lentillas por Internet. Acabaron en los tribunales.
Cuando Europa revisó el caso, determinó que no podía vetarse la venta online, sentando una jurisprudencia que aclara que, si bien no debería permitirse la venta de bienes sanitarios sin una protección especial, tampoco puede vetarse la venta online, ya que va contra las normas de e-commerce de la Unión Europea.
Por eso mismo también cada vez hay más herramientas y páginas preocupadas por hacer una medición ocular por Internet, un campo aún en fase experimental pero que podría ayudar a un acceso más igualitario a las gafas. Veremos si, en el futuro, las lupas baratas consiguen ganarle el terreno a los italianos.