La propuesta de WeWork parecía una forma sencilla de rentabilizar rápidamente la compra de espacios para oficinas creando un sistema de oficinas flexibles y compartidas a un precio razonable. Bajo esa premisa la compañía llegó a valorarse hasta en 47.000 millones de dólares en enero de 2019. Sin embargo, una serie de malas decisiones y la llegada de la pandemia hizo que la capitalización de WeWork y la confianza de sus inversores cayeran bajo mínimos.
WeWork en cuidados intensivos. Lejos de mejorar su situación financiera, WeWork continúa en una situación muy precaria buscando fórmulas para no declararse en bancarrota. El desplome de su valor llega tras la presentación de resultados del segundo trimestre en los que la escasa subida del 4% de su volumen de negocio quedaba eclipsada por unas pérdidas netas de 397 millones de dólares debido al incremento del 5,6% en los gastos.
Los mensajes desde la propia ejecutiva de la multinacional tampoco eran muy alentadores y se advertía a los inversores: "Nuestras pérdidas y flujos de efectivo negativos de las actividades operativas plantean dudas sustanciales sobre nuestra capacidad para continuar como una empresa en funcionamiento". Todo ello en un escenario de caída libre de sus acciones en bolsa que este año han perdido un 85% de su valor.
Éxodo masivo de clientes y precios de alquiler elevados. Uno de los principales problemas de la multinacional neoyorquina es el control del gasto que se come sus escasos beneficios. Por ello, la compañía ha decidido revisar y renegociar todos y cada uno de los contratos de arrendamiento de los 777 edificios que tiene alquilados en 39 países de todo el mundo y que luego realquila en forma de espacios compartidos.
Mediante este cribado, la empresa se deshará de los inmuebles menos rentables por baja ocupación o por tener un precio de arrendamiento inasumible. Eso implica que, en los próximos meses, la empresa continúe en una situación inestable hasta que consiga equilibrar su balanza financiera y reducir los 1.500 millones de dólares de deuda de la compañía.
La vuelta a la oficina no ha sido tan inmediata. Para WeWork sería muy cómodo decir que la culpa de su situación actual es de la pandemia. Sin embargo, su situación ya era caótica a finales de 2019 ante los conflictos entre sus fundadores Miguel McKelvey y el polémico Adam Neumann. Finalmente se saldó con la salida del segundo de la compañía, justo antes de su controvertida salida a bolsa por 9.000 millones de dólares, una quinta parte del valor que le dió Softbank solo unos meses antes.
La llegada de la pandemia en la situación financiera más delicada de la compañía frenó en seco sus opciones de recuperación. WeWork seguía pagando el arrendamiento de sus oficinas, pero la pandemia las había vaciado. Tras la vuelta a la normalidad, el teletrabajo le ha dado la puntilla a la compañía, que ha visto como sus espacios compartidos no se llenaban como antes porque las empresas que usaban sus edificios han optado por modelos de trabajo híbrido reduciendo el espacio de oficina y su factura final.
WeWork en España. La compañía desembarcó en España en 2017 con cautela alquilando 2.000 metros cuadrados en el edificio Hexagon situado en el distrito 22@ de Barcelona. En plena época de bonanza financiera en 2019, la compañía contaba con 24.000 metros cuadrados de alquiler en España.
Durante la pandemia, la filial en España de WeWork sufrió mucho para mantenerse a flote. La compañía adoptó una estrategia similar a la que ha adoptado ahora deshaciéndose de los grandes espacios, para apostar por pequeños espacios con arrendamientos más asequibles repartidos entre Madrid y Barcelona.
Imagen | Flickr (Tony Webster)
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