Hace unas semanas, la fábrica belga de acero Aperam Mill cerró en Genk. Más recientemente, la española Acrinox anunció que reduciría la producción y pondría al 85% de la plantilla en jornada reducida. ArcelorMittal, una de las siderúrgicas más grandes del mundo, comunicó que cerrará dos de sus plantas en Alemania. ¿Qué pasaría si el mercado del metal perdiera repentinamente millones de toneladas de producción? No hay que esperar mucho para averiguarlo, ya está sucediendo.
Desde hace semanas, numerosas noticias llegan acerca de siderúrgicas cerrando su producción. El motivo no es otro que el aumento de los precios de la energía: muchas plantas no pueden darse el lujo de mantener las luces encendidas y sus hornos en marcha.
Un problema serio. Básicamente porque metales como el aluminio son necesarios para la fabricación de cientos de productos. Se consigue calentando las materias primas hasta que se disuelven y luego se les aplica corriente eléctrica. Esto consume cantidades ingentes de energía. Poníendolo en cifras: una tonelada requiere 15 MWh de electricidad, lo que alimentaría cinco hogares durante un año, según apunta Bloomberg en este artículo. En medio de una crisis energética, esto no suena muy bien.
Si bien algunas fundiciones están protegidas por subsidios gubernamentales o tienen acceso a su propia energía renovable, muchas de ellas lo tienen difícil para seguir adelante. Además, también se han visto afectadas por los precios bajos de los metales, ya que la desaceleración del crecimiento global afecta a sus libros de pedidos.
El contexto. El precio del gas sigue disparado en prácticamente toda Europa a medida que Rusia reduce el suministro. Países como Alemania ya buscan soluciones desesperadas antes de que llegue el invierno. Hay que recordar que Putin cerró hace poco su arteria principal de gas natural a Europa. Mientras, los gobiernos acusan al Kremlin de convertir la energía en un arma desde que comenzó la contienda en Ucrania.
Una tendencia. Esto ha causado que la producción europea de metal haya caído a los niveles más bajos desde 1970. No pueden costearse ese aumento de los precios de la electricidad. Y los expertos creen que la creciente crisis energética ahora amenaza con crear una "extinción" de la producción de aluminio. Wood Mackenzie estima que Europa ya ha perdido alrededor de 1 millón de toneladas de su capacidad de producción anual.
Soluciones desesperadas. Pedir ayuda a los gobiernos para que aplique medidas como límites de precios fijos para mantener en funcionamiento las plantas que consumen mucha energía es complicado. Principalmente porque sería imposible de justificar frente a los consumidores, que ya luchan con facturas de energía altísimas y pronto a una ola de apagones. Por eso ya estamos viendo cómo estas plantas están trasladando esa subida de costes a los clientes. ArcelorMittal, por ejemplo, anunció un aumento de los precios del acero de 100 €/t.
Tocará importar. Por lo tanto, a medida que cae la producción, cientos de fabricantes europeos dependerán cada vez más de las importaciones, que serán aún más costosas. Y la cosa se pone peor: uno de los principales proveedores de metales tenía que ser Rusia. Todo se resume en que los fabricantes europeos quedarán en una posición menos competitiva frente a sus pares en Asia y EEUU.
Echar el candado. A esta problemática se han sumado decenas de industrias en el mundo, desde los fabricantes de fertilizantes, las plantas de cemento y las acerías hasta las fundiciones de zinc. Todas están echando el candado en lugar de pagar precios exorbitantes por el gas y electricidad. El futuro no pinta nada bien.
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